Panamá llega a las elecciones generales de este domingo, las más complicadas de su historia, asediada por un panorama económico gris y con una gobernabilidad democrática amenazada por los escándalos de corrupción y el agotamiento de los partidos tradicionales.
A continuación las cinco claves que explican el desarrollo de la campaña más sui géneris que ha vivido el país desde que retornó en 1989 a la democracia tras la caída del régimen militar, que se extendió durante dos décadas, y el contexto económico y social que encontrará el nuevo Gobierno.
1. Una campaña marcada por la incertidumbre
Hasta unas 48 horas antes del inicio de las votaciones se mantuvo la incertidumbre sobre la candidatura presidencial de José Raúl Mulino, designado en el cargo in extremis por el Tribunal Electoral (TE) en sustitución del aspirante original, el expresidente Ricardo Martinelli (2009-2014), inhabilitado políticamente por una condena a más de 10 años por blanqueo y asilado en la Embajada de Nicaragua.
Tras una maratónica sesión extraordinaria, el pleno de nueve magistrados de la Corte Suprema de Justicia falló en la madrugada del viernes que Mulino sí puede competir en los comicios, donde según las pocas encuestas disponibles lidera la intención de voto.
2. El efecto Martinelli
Pese a que con la inhabilitación política vino una prohibición expresa de no participar en la campaña, el expresidente Martinelli continuó con un proselitismo muy activo desde la sede de la Embajada de Nicaragua, donde se asiló para evitar ser detenido por la condena por blanqueo.
Esto generó duras críticas contra el Tribunal Electoral, al que se acusa de no hacer cumplir la disposición que él mismo emitió y permitir la presencia de Martinelli en vallas, medios y redes.
También elevó más la tensión diplomática entre Panamá y Nicaragua dados los reclamos del Gobierno panameño, totalmente ignorados, al nicaragüense por la «permisividad» dada al expresidente.
3. Atomización del voto
Ocho candidatos presidenciales aparecen en la papeleta, de los que cuatro tienen opción de triunfo, con Mulino a la cabeza, por lo que analistas sostienen que el vencedor lo hará con el 30 % o menos del electorado.
Se plantea así un escenario con un gran reto de gobernabilidad para el nuevo presidente, en momentos en que el país atraviesa problemas económicos y fiscales que se espera eleven la tensión social, que ya llegó a su clímax a finales de 2023 con las masivas protestas antiminería.
4. Crisis económica
Las elecciones generales tienen lugar cuando Panamá atraviesa una crisis económica derivada del manejo de la pandemia, que fue enfrentada por el Gobierno saliente de Laurentino Cortizo con el cierre casi total de la economía en el 2020, y la entrega de bonos, ayudas económicas y subsidios en medio de denuncias de opacidad y corrupción que elevaron enormemente la deuda pública.
A este escenario de gasto público elevado se sumó la crisis hídrica en el canal interoceánico, lo que llevó a la restricción del paso de buques y por ende de ingresos, y el cierre de la gran mina Cobre Panamá, cuya actividad representaba cerca del 5 % del producto interno bruto (PIB).
Analistas locales e internacionales alertan que Panamá necesita un ajuste fiscal que involucra la reducción del gasto, el aumento de la recaudación así como una reforma de la seguridad social.
5. El impulso de los independientes
Las fuerzas independientes representadas por jóvenes diputados salientes como Juan Diego Vásquez y Gabriel Silva intenta conquistar espacios en la Asamblea Nacional (AN, Parlamento), de 71 escaños, a través de la plataforma Vamos, que aspira a obtener al menos una docena de curules, lo que sería histórico. Actualmente solo hay 5 legisladores independientes
«Se acabó la dictadura de los corruptos en la Asamblea», afirmó Vásquez ante seguidores en un acto de cierre de campaña, donde anunció el inicio de una «transformación» de la mano de las fuerzas independientes en el Parlamento, las alcaldías y los consejos municipales.
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