Evangelio del Día

“Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Al terminar su oración, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.» Les dijo: «Cuando recen, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino. Danos cada día el pan que nos corresponde. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe. Y no nos dejes caer en la tentación”.

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana, Venezuela

La Iglesia universal, celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a a Santa Faustina Kowalska, vidente de JESÚS de la MISERICORDIA. De gran influencia en la espiritualidad del siglo XX y XXI. Nació en Polonia, en el año 1905 y murió en Polonia en 1938, canonizada por san Juan Pablo II el año 2000. Jesucristo la eligió como su “secretaria” para la difusión de la devoción a la Divina Misericordia.

Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Jesucristo según San Lucas, capítulo 11, versos del 1 al 4. En el que se narra la petición que los discípulos, le hacen a JESÚS, para que les enseñara a orar. Y Él, más que hacer peticiones les enseña que DIOS es Padre y que podemos acudir a Él con sencillez y confianza, sin miedo o temor, por eso es que cada una de las expresiones de esta oración, es una síntesis de la forma como JESÚS comprende a DIOS y del reconocimiento de la finitud humana, que requiere de la Intervención de DIOS.

No es casualidad que ayer viéramos a María de Betania con el oído abierto a la Palabra y a la oración y que a continuación el Maestro enseñe a Sus íntimos, esta singular manera de Relacionarse con el Creador, poniendo en Sus manos, los avatares de cada día, y las amenazas que se les ciernen. Y ellos que le han pedido al Maestro esa enseñanza la acogen con mucho beneplácito, ya que han descubierto al lado de JESÚS una manera nueva de vivir y convivir, por eso sienten la necesidad de hablar a DIOS de manera más íntima, tratándolo como PADRE.

Muy oportuno es recordar que al hablar de la «Oración del Señor», el Catecismo de la Iglesia nos enseña, «que ella es verdaderamente la única: oración del Señor «. Porque a través de las Palabras de esta oración el Hijo único nos da las palabras que el Padre le ha dado. Como Verbo encarnado, conoce las necesidades humanas y nos Revela, que Él es el Maestro y modelo de nuestra oración «(CIC n. 2765).

También el Catecismo nos dice que «podemos invocar a DIOS como PADRE, porque Él se reveló a nosotros por su Hijo hecho hombre y porque el Espíritu Santo nos lo hace conocer. Y que el Espíritu del Hijo nos hace partícipes de la relación personal del Hijo con el Padre «(CIC n. 2780). Por eso es que la oración enseñada por JESÚS establece para nosotros una relación nueva con DIOS, ya que ahora lo podemos llamar ¡PADRE!

Al confrontarnos con el texto vemos que la petición de los discípulos: «Enséñanos a orar»(Lc 11,1), expresa el gran anhelo del corazón humano, de estar en profunda intimidad con DIOS. Y al Maestro respondernos con Su oración, aunque breve, genera en nosotros el compromiso de reconocer la Santidad de DIOS, respetando Su Nombre y pidiéndole establecer Su Reino, en nuestro corazón y en cada espacio donde nos encontremos, dejando que nuestra vida sea iluminada por Él.

Teniendo claro que al llamar a DIOS PADRE, nos acercamos a la esencia de Su AMOR, estableciendo con Él una relación filial y una relación fraternal. con nuestros semejantes, ya que todos los que nos consideramos hijos de un mismo PADRE, somos hermanos.

De tal manera que al orar a la manera que nos Enseña JESÚS, es entrar en una profunda Configuración con Él y con la comunidad de creyente. Ya que pedir que DIOS nos dé su espíritu filial, para escuchar y poner en práctica Su Voluntad, abriendo nuestro corazón a las necesidades de nuestros hermanos, es estar dispuestos a vivir el compartir y la solidaridad, tal como Él nos manda. Y es que elevar esta oración al PADRE, más que un acto de Fe, es un acto de AMOR, en la que la comunidad de creyentes entramos en una relación íntima con la Máxima Expresión de la Relación del AMOR que hay en la Santísima Trinidad, expresada por el HIJO: “Hágase Tu Voluntad, y no la mía” (Lc 22,42), ejemplo que deberíamos seguir todos sus seguidores.

Señor JESÚS, ayúdanos a silenciar nuestras angustias y amenazas, con la Fuerza de Tu Palabra y de esta manera podamos tener la certeza de que Tú provees nuestras carencias de cada día y nos acompañas en la lucha contra el mal y la maldad presente en el mundo. Amén.

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