Cannes (Francia).- Cuarenta años después de la muerte de Romy Schneider, un aniversario que se cumple este domingo, la historia mira con nuevos ojos tanto a la actriz austríaca como al personaje por el que saltó a la fama, la emperatriz Sissi.
Mujer y personaje protagonizan en la 75 edición del Festival de Cannes un documental y una película que se escapan de la lectura edulcorada que se ha dado de ambas para reivindicar su libertad y una personalidad adelantada a sus respectivos tiempos.
Schneider (Viena 1938-París 1982) tenía la actuación en la sangre: sus padres eran actores y ella debutó a los 15 años en «Lilas blancas» (1953) con su madre, con quien acabaría coincidiendo en ocho películas en total, incluidas las tres de Sissi.
La madre no quería que se lanzara a la interpretación, pero según relata el documental «Romy, femme libre», de Lucie Cariès, proyectado fuera de concurso, tuvo la inteligencia y la sensibilidad para no impedirlo.
A mediados del siglo XX el rol de Sissi la convirtió en la actriz más famosa de Europa, pero la encerró en una imagen de la que intentó huir tanto en sus siguientes papeles como en su vida, dispuesta a mudarse a Francia por su amor por Alain Delon y a probar suerte en Hollywood para darle la espalda a esos estudios poco después.
Conoció a Delon en 1958 en el rodaje de «Christine», de Pierre Gaspard-Huit, cuando ella era una estrella mundial y él un actor incipiente, y aunque su romance duró cinco años la relación posterior entre ambos superó esa ruptura.
Fue Delon quien la volvió a poner en el mapa tras años alejada de la vida pública para dedicarse a su familia. Estaba casada con el director alemán Harry Meyen, con quien tuvo a su primer hijo, David-Christopher, y el actor la reclamó para coprotagonizar «La piscine», de Jacques Deray, que le supuso un nuevo punto de partida.
«La verdadera Romy era una mujer llena de vida y de talento, una estrella que todavía centellea hoy», dijo en esta 75 edición de Cannes Clémentine Deroudille, que ha participado en el documental y es comisaria de una exposición centrada en su figura en la Cinemateca de París.
MUJER LIBRE E INDEPENDIENTE
A Schneider no le preocupaba la opinión de los demás. No tuvo miedo a mostrar su cuerpo desnudo en la gran pantalla ni a esconder los efectos del paso del tiempo, aunque el público no acabara de admitir que su «niña pequeña» creciera.
La actriz, que tuvo en el francés Michel Piccoli a una de sus parejas cinematográficas más consolidadas, con filmes como «Les choses de la vie» o «Max et les ferrailleurs», fue hallada sin vida en su apartamento en París un año después de que su hijo falleciera en un accidente, en 1981, siendo aún un adolescente. Oficialmente ella murió por un paro cardíaco, aunque sigue planeando la sombra del suicidio.
Al mismo tiempo que se la reivindica como mujer fuerte e independiente, el filme «Corsage», de la directora austríaca Marie Kreutzer, hace justicia a la imagen de la emperatriz Isabel de Austria (1837-1898), a la que retrata como a alguien que se rebela contra los corsés de su posición y de palacio en busca de una libertad que su entorno le negaba.
Se sale de la luminosidad de la saga de Sissi para mostrarla recién cumplidos los 40, harta de las convenciones, frustrada con sus obligaciones oficiales, fumadora heroinómana y adicta al ejercicio físico.
Esas películas, dirigidas por Ernst Marischka, «intentaban acercarse a una verdad, a la de su alegría y ganas de vivir, pero no hablaban de cuando comenzó a envejecer», cuenta a EFE Vicky Krieps, la actriz que le da una nueva vida en «Corsage», seleccionada en la sección Una Cierta Mirada, la segunda en importancia de Cannes.
«Creo que es porque esos filmes se hicieron en los 50, cuando la mujer todavía estaba encerrada», concluye. «Romy estaba en esa misma prisión: como actriz hubiera querido ser vista por su trabajo y no por su belleza, y sin embargo toda su vida se la vinculó a ella».
Marta Garde EFE
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