“En aquel tiempo Jesús les decía a sus discípulos: «El Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho y ser rechazado por las autoridades judías, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la Ley. Lo condenarán a muerte, pero tres días después resucitará.» También Jesús decía a toda la gente: «Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y que me siga. Les digo: el que quiera salvarse a sí mismo se perderá, y el que pierda su vida por causa mía, se salvará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde o se disminuye a sí mismo?”.

“Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela

  La Iglesia Universal, celebra la fiesta entre otros santos, en honor a San Policarpo, fue uno de los discípulos del apóstol San Juan Evangelista. Los fieles le profesaban una gran admiración. Y entre sus discípulos tuvo a San Ireneo y a varios santos más. En el año 156 fue martirizado en la Ciudad de Esmirna, dando testimonio de fidelidad cristiana.

Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO según San Lucas, capítulo 9, del verso 22 al 27. En el que JESÚS les explica a sus interlocutores el programa de un auténtico discipulado, vivido en la perspectiva del Reino de DIOS, que se hace presente en esta vida terrena y luego en el Banquete de la Vida Eterna, junto a Nuestro Creador. Por eso es que hay que dar la vida, es decir, salir de sí mismo, para gastarla cada día en el servicio hacia los semejantes, con generosidad y caridad.

 El Evangelio habla del tiempo propicio para que el Maestro les expusiera a sus seguidores el verdadero sentido de Su Misión: “porque había llegado para Él, el momento de anunciarles Su Pasión”. Y es que JESÚS no había venido sólo a enseñar a los hombres, sino también a abrirles la puerta que lleva a la Resurrección. Puesto que sus Apóstoles ahora lo reconocían como el Salvador prometido a Israel, debían también saber que no hay Salvación si no se vence a la muerte (1 Cor 15,25). Y es que para poder conseguir la Victoria sobre la muerte, JESÚS elije libremente el camino de la Cruz, por eso les dice: “El Hijo del hombre tiene que sufrir mucho y ser rechazado por las autoridades” (Lc 9,22).

 JESÚS añade inmediatamente que todos hemos de compartir Su Victoria sobre la muerte, y que esto dependerá de la orientación que le demos a nuestra vida. Por lo que debemos elegir entre servir o ser servido, sacrificarse por los demás o aprovecharnos de ellos, llevando a la práctica una oración bien conocida, de San Francisco de Asís: “Que no me empeñe tanto en ser consolado como en consolar, en ser comprendido como en comprender, en ser amado como en amar”.

 Al confrontarnos con el texto, vemos que el Maestro nos presenta dos alternativas: los que quieran gozar de las trivialidades de este mundo, sin transitar por el camino de la humildad y de la obediencia hasta la Cruz, ganarán los placeres finitos y transitorios de este mundo, pero perderán el Don de DIOS: la Vida Eterna. Y a los que decidan optar por ser un verdadero discípulo Configurado con Cristo, el gran consuelo es que, al término de este camino nada fácil, está la Vida Eterna y la Gloria junto a DIOS.

 De tal manera que para quienes hemos decidido optar por el seguimiento a JESÚS, y desde la Fe entender que el servir hasta dar la vida por Amor, es cargar cada jornada con la Cruz de la vida acuesta, que se traduce en una auténtica fuente de vida, dadora de la realización humana. Por lo que no puede ser  entendida como castigo, como la entendieron los poderosos al cargarla sobre JESÚS, sino más bien como una gran distinción al poder estar entre los elegidos, con los cuales puede hacerse realidad el Reino de DIOS aquí en la tierra.

  Porque cargar cada jornada de nuestra vida, con la vida de los demás, con sus problemas, desviviéndonos en ellos, poniendo sus nombres en nuestro corazón para amarlos al modo en que DIOS los ama, vivir en actitud de servicio constante ante las precariedades que se presentan y afrontar los retos por mejorar la realidad en la que estamos sumergidos, tratando de liberar ataduras y esclavitudes propias y ajenas, es la manera de Saborear y construir el Reino de DIOS en medio de nosotros.

 Señor JESÚS, ayúdanos a optar por el camino de la Vida, que es la del servicio y entrega desinteresada hacia los demás, para construir una verdadera sociedad de Justicia y de Paz, que, aunque suene utópico es la verdadera realización de nuestra condición humana.

Amén

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