Ciudad Guayana.- El término redes sociales, inicialmente estaba vinculado con la promesa de las plataformas de unir a las personas para poder compartir con ellos nuestras ideas y pensamientos, además de otros puntos positivos que parecían darle un beneficio a la sociedad.

Sin embargo, especialmente en este 2021, se ha puesto en cuestionamiento el papel de las redes sociales dentro de la masiva ola de desinformación que se vive actualmente, en diversos movimientos políticos opresivos.

Además del efecto que tiene en los jóvenes y en las personas en general, con Facebook quien al momento de esta nota cambió su nombre a Meta estando en el centro de todo. 

El problema con las redes sociales… uno de tantos

Mucho antes de que Frances Haugen, ex-empleada de Facebook, generara una de las crisis más grandes dentro de la empresa al hablar públicamente sobre la falta de atención al daño que ha tenido la plataforma en los procesos democráticos de Estados Unidos (y el mundo) además del impacto negativo en la juventud que silenció la empresa, otro empleado advirtió sobre el efecto que tenía Facebook en la sociedad.

Chamath Palihapitiya, ex-Vice Presidente de Crecimiento de Usuarios en la empresa, enfocado a trabajar para incrementar el flujo de usuarios y de mantenerlos en Facebook señaló en una conferencia en la Universidad de Stanford.

“Tengo una culpa tremenda. Los ciclos de retroalimentación impulsados por dopamina a corto tiempo que hemos creado están destruyendo la forma en que la sociedad funciona”. Es el llamado dilema de las redes sociales.

¿A qué se refiere? De acuerdo con un artículo de la Universidad de Harvard donde se cita a Palihapitiya explica que la dopamina es un químico producido por nuestros cerebros que tiene un papel relevante en el comportamiento motivador.

“Se libera cuando mordemos un alimento delicioso, cuando tenemos sexo, después de ejercitarnos y, aún más importante, cuando tenemos interacciones sociales exitosas. Nos recompensa por comportamientos beneficiosos y nos motiva a repetirlos”. 

Por ejemplo, cuando hablamos con amigos o los vemos sonreír, nuestro cerebro automáticamente nos invita a repetir el comportamiento y las experiencias. Esto motiva a las personas a salir en más citas o fiestas con amigos o a buscar nuevas experiencias.

Pero ¿qué pasa cuando tenemos una fuente infinita de estos estímulos sociales? “Cada notificación, ya sea un mensaje de texto o un ‘like’ en Instagram o una notificación de Facebook tiene el potencial de ser un estímulo social positivo y un influjo de dopamina.

Si te pones a pensarlo un segundo, quizá has sentido un poco de felicidad o energía cuando algo que publicas recibe muchos “likes” o es compartido por otras personas. 

“Si percibimos que una recompensa será entregada de forma aleatoria, y si buscar la recompensa no tiene un alto costo, terminamos revisando habitualmente”, señala el artículo.

Vinculando este tipo de comportamiento a la adicción a las apuestas, en el que la persona sigue intentando una y otra vez conseguir la recompensa inicial.

“Si prestas atención te podrías encontrar revisando tu teléfono a la primera instancia de aburrimiento, meramente por hábito y los programadores trabajan muy duro para mantenerte haciendo eso». Algunos llaman a esto doomscrolling. 

Entonces, llega un punto en el que las redes sociales se convierten en la fuente interminable de dopamina, incluso alejándonos de otras cosas y reduciendo el impacto de la satisfacción que tienen otras actividades.

Los algoritmos, no sólo de Facebook, sino de Instagram y redes como TikTok se enfocan en darnos contenido que nos gustará para seguir ofreciendo estas recompensas.

Desde entonces, se han realizado investigaciones que demuestran que el comportamiento político en redes (como las discusiones extremistas) también tienen un efecto en la dopamina y en el cerebro, siendo casi una adicción reafirmar ideas a través de redes sociales. 

Esta es sólo una simplificación de cómo actúan las redes en el cerebro pero va más allá de eso. Haugen resaltó el impacto que tiene en la mente de las adolescentes además de que les ofrece productos y contenidos que pueden ser peligrosos.

Lo que podemos hacer es simplemente cuestionar los hábitos y preguntarnos cuánto pasamos en redes, por qué lo hacemos y si realmente vale la pena perseguir esa recompensa. 

Con información de GQ

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