Miguel Cabrera no quiere regalos de despedida durante su última temporada. El venezolano no busca emocionantes ceremonias con rivales de toda la vida ni excompañeros de equipo durante las distintas paradas en el calendario de los Tigres.

“Sería bonito si hacen algo. Y también está bien si no hacen nada”, dijo Cabrera el lunes por la mañana. “Hay personas que siempre quieren estar en medio de todo. No quiero atención. No quiero ninguna distracción para nuestro equipo. Lo que esperamos es salir a ganar juegos.

“No estoy pensando en si me dan algo. Ya me han regalado muchos hits, así que eso es suficiente para mí”.

Pero así Cabrera lo quiera o no, va a recibir mucha atención. La sesión de entrevistas del lunes por la mañana, con los medios amontonados alrededor de su casillero en el Joker Marchant Stadium, fue apenas el inicio.

Poco después de que Cabrera terminara su sesión con los medios, el manager A.J. Hinch habló de él cuando se dirigió al equipo completo antes de su primer entrenamiento formal juntos.

“Lo mencioné en la primera reunión”, dijo Hinch “Eso te dice que no le presté atención a su deseo de que no se hablara de él. Vamos a valorar nuestro tiempo con Miggy. También vamos a dejar que sea un jugador y una pieza que aporte, que simplemente sea él mismo.

“Él no quiere mucha atención. La obtendrá de los fanáticos, de la organización, de sus compañeros de equipo. Es su temporada número 21 en las Grandes Ligas. Creo que debe celebrarse todo lo que les ha dado a los Tigres. Pero debemos dejarlo ser él mismo en el terreno y dejarlo jugar, no solamente recordar los últimos 20 años”.

Este delicado equilibrio no es nada nuevo para Cabrera. Cuando ganó la Triple Corona en el 2012, estaba tan concentrado en ayudar a los Tigres a ganar el título de la División Central de la Liga Americana que su entonces compañero de equipo, Prince Fielder, tuvo que recordarle no sólo que estaba bien disfrutar de la histórica hazaña individual, sino que se arrepentiría si no lo hacía. El título de bateo de Cabrera en el 2015, su cuarto en cinco años, quedó en un plano bien rezagado en medio de un equipo que terminó en el último lugar, viendo terminar su racha de cuatro coronas divisionales al hilo. Su jonrón 500 en el 2021 fue muy especial para el disfrute de sus compañeros.

Por mucho que Cabrera disfrute del juego, a menudo disfruta más del trabajo del día a día que de las hazañas. Sonrió y bromeó con los reporteros el lunes por la mañana, incluso tomando el micrófono de un periodista de televisión y realizando una entrevista simulada cuando se le preguntó qué podría hacer una vez se jubile. Sonrió igual o más en el terreno al unirse a los jóvenes bateadores de Detroit para las rutinas de ejercicios y la práctica de bateo.

“Espero disfrutar esta temporada”, dijo Cabrera, “tratando de ayudar a los jóvenes a mejorar, tratando de ayudar a nuestro equipo a ganar más juegos. Creo que ése es mi enfoque este año. No quiero ninguna distracción. No quiero ningún video, nada de ese tipo de cosas. No quiero estar en el centro de atención. Quiero esconderme y tratar de hacer mi trabajo”.

Hinch está contando con el rol de tutor del veterano. Tiene previsto hablar con Cabrera sobre su papel, pero la experiencia del experimentado toletero es un recurso bien valioso para un equipo que quiere darles oportunidades a sus bateadores jóvenes.

A unos 50 pies de distancia de la reunión de la prensa con Cabrera, el prospecto del infield de los Tigres, Colt Keith, se estaba acomodando en su casillero. Está ubicado en la fila de casilleros portátiles del medio del clubhouse, que se instala cada año para los prospectos durante las primeras semanas del campamento. Keith tenía 21 meses de nacido cuando Cabrera hizo su debut en las Grandes Ligas en el 2003 con un cuadrangular de oro para darles un triunfo a los Marlins.

“Cuando piensas en Colt Keith entrando a su primer clubhouse de Grandes Ligas a los 21 años, sabes que mirará de reojo a Miguel Cabrera y se preguntará si lo está mirando de verdad”, dijo Hinch. “¿Puede acercarse a él? ¿Puede hablar con él? Cuanto más rápido derribemos esos muros, mejor para estos muchachos jóvenes”.

Cabrera alguna vez estuvo en los zapatos de Keith, aunque no recuerda mucho de sus primeros entrenamientos.

«No sé. Un carro diferente”, dijo Cabrera. “Ahora tengo un carro mejor”.

Con eso, Cabrera se echó a reír. Y así es como puede derribar esas paredes y la brecha generacional. Cuanto más disfrute de esto, más podrán beneficiarse de eso sus compañeros de equipo.

“He sido bendecido”, dijo Miguel. “Doy gracias a Dios por esta oportunidad. Tengo muchos buenos recuerdos”.

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