El laico y la secularidad

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Mi escrito de esta semana, va dirigido a darle una explicación más popular a nuestra misión o compromiso cristiano. Por eso es que me parece muy útil concatenar dos palabras fundamentales de la “teología del laicado”, como lo son: “el laico y la secularidad”, y confrontarlas con el texto, del Evangelio Según San Juan: “si ustedes fueran del mundo, la gente del mundo los amaría, como ama a los suyos. Pero Yo los escogí a ustedes entre los que son del mundo y por eso el mundo los odia, porque ya no son del mundo” (Jn 15,19). Porque nuestro compromiso de bautizado va más allá de la simple asistencia a las celebraciones litúrgicas.

 Así lo describe la Constitución Dogmática Lumen Gentío:  “Por el nombre de laicos se entiende aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estado religioso reconocido por la Iglesia; es decir, los fieles que, por estar incorporados a Cristo por el bautismo, constituidos en Pueblo de Dios y hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos les corresponde” (LG 31).

  De esta definición del laico destacamos lo siguiente: No se pretende dar una definición ontológica, en cuanto al ser, del laico, es más bien una definición descriptiva, funcional, operativa, pero teológica y positiva, donde el Bautismo es el eje central, y por el cual todos somos miembros del pueblo de Dios, participando de una única misión y la diversidad en el ministerio al que cada uno ha sido llamado. Poniendo énfasis en la misión “secular” como algo propio y específico del laico, que ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el Pueblo de Dios.

 Por eso es que nuestro gran reto es la de santificarnos “en la secularidad”, es decir, desde dentro del mundo, no de huida del mundo. Sin separar la unión con Cristo en la vida ordinaria. Comprometidos con los pobres en la transformación de un mundo más justo, de forma individual o agrupada. Dando testimonio de vida, cultivando virtudes humanas: profesionalidad, sentimiento familiar y cívico, honradez, espíritu de justicia, sinceridad, fortaleza de espíritu. Pero sobremanera irradiando fe, esperanza, y amor.

 Y es que, en virtud del bautismo y de la confirmación los laicos estamos destinado al apostolado, haciendo presente a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que estamos comprometidos a ser sal y luz de la tierra. Gestionando lo temporal en el corazón del mundo: En la política, en lo económico, en la familia, la cultura, en las plataformas sociales, y sindicales, para humanizarlo conforme a la voluntad de Dios. Lo cual exige una seria preparación a los laicos en el conocimiento de la Palabra de Dios y de la Doctrina Social de la Iglesia, para actuar de forma individual y/o asociada, para no acomodarse a los “criterios del “mundo”, sino más bien iluminar al mundo con los Criterios de DIOS.  

Por Luis Ramón Perdomo Torres

([email protected]) Twitter: @lurapeto

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