“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: No junten tesoros y reservas aquí en la tierra, donde la polilla y el óxido hacen estragos, y donde los ladrones rompen el muro y roban. Junten tesoros y reservas en el Cielo, donde no hay polilla ni óxido para hacer estragos, y donde no hay ladrones para romper el muro y robar. Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón. Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo. Si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz; pero si tus ojos están malos, todo tu cuerpo estará en obscuridad. Y si la luz que hay en ti ha llegado a ser obscuridad, ¡cómo será de tenebrosa tu parte más obscura!”
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela
La Iglesia universal celebra hoy, la fiesta entre otros santos, en honor a San Josemaría Cafasso. Nació en Castelnuovo de Asti, Italia el 15 de enero de 1811, y murió en Turín, Italia el 23 de junio de 1860. Presbítero piamontés. Destacó como confesor de San Juan Bosco y otros sacerdotes salesianos y diocesanos.
En la liturgia del día meditamos los textos: 2Cor 11,18.21b-30; Sal 33 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO según San Mateo, capítulo 6, del verso 19 al verso 23. En la que JESÚS instruye a sus discípulos sobre la importancia de tener puesta la confianza en la Providencia del Padre Creador más que en los bienes materiales, aplicando una máxima: si desarrollamos cada una de nuestras actividades cotidianas de acuerdo a los designios de Dios, tendremos asegurada la Vida Eterna, y si la desarrollamos con nuestros criterios egoístas e individualistas tendremos asegurada una vida pasajera y efímera.
Teniendo en cuenta que en la cultura judía el corazón es el lugar donde se juzga y se toman decisiones. Así pues, que actuando de acuerdo a la cultura donde Él se Encarnó, JESÚS nos pide que nos interroguemos acerca de lo que en realidad consideramos valioso y considerar hacia dónde está orientado nuestros apegos. Ya que hay muchos que escogemos el dinero y ponemos todo el empeño al servicio del mismo. Ese comportamiento parece coherente pues buscamos con toda intensidad lo que consideramos que vale más. Lamentablemente a final no somos nosotros quienes poseemos las cosas, sino que son éstas las que nos poseen y nos imponen poco a poco tal o cual estilo de vida, y entonces allí estará nuestro corazón.
Al confrontarnos con el texto, junto al desarrollo de nuestras vidas, nos damos cuenta, que cada ser humano, cada cultura e incluso cada experiencia religiosa tiene su propia escala de valores y, por lo tanto, nuestro comportamiento cotidiano corresponde a dicha escala. Eso es lo que nos permite buscar lo que consideramos bueno y evitar hacer lo que consideramos malo, por lo que muchas veces relativizamos las cosas, pensando que buscar afanosamente los bienes materiales es lo fundamental, para alcanzar el prestigio y el éxito, y eso hace que muchos malgastemos toda nuestra vida en ese fin, para al final descubrir que allí no está la verdadera felicidad,
Por eso es que, JESÚS nos advierte acerca del peligro de buscar a toda costa las riquezas de este mundo, y nos previene en contra de un apego desordenado a las personas, a las ideas y a las cosas propias. Teniendo claro que hay que trabajar para proveerse el sustento propio y el de nuestra familia, pero no debemos apegarnos a los frutos de la acción, porque el dinero es un bien aparente y pasajero. Y es que las riquezas por muy abundantes que parezcan, siempre terminan con enfermedades extrañas, con la bancarrota y finalmente con la muerte, que es el destino común para todos los seres humanos.
Frente a esa paradoja JESÚS nos invita a dejar de amontonar las riquezas que son efímeras y a buscar y a construir aquellas que jamás se acabarán, mediante la Solidaridad y la Misericordia. Esa es la certeza que inspira cualquier búsqueda de la «pobreza evangélica». Se trata de liberarse al máximo de todo aquello que pueda poseernos para actuar y para amar, en consonancia con el Testimonios de Vida de nuestro Maestro JESÚS.
Señor JESÚS, concédenos el discernimiento necesario, para que nuestro corazón esté siempre orientado al amor, a la solidaridad y a la misericordia y poder así atesorar la verdadera riqueza que está en el Cielo y no en los bienes materiales.
Amén
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