Petatán, México. Durante el invierno y parte de la primavera, el poblado de Petatán alberga a cientos de pelícanos borregones, una especie que se ha vuelto parte del paisaje y que contribuye a la economía de este sitio a orillas del lago de Chapala, el más grande de México.
La mancha blanca en el agua se ve desde lo alto de la carretera. Las calmas aguas del lago son el lugar preferido para los pelícanos borregones que viajan miles de kilómetros desde Canadá para pasar el invierno en el templado ambiente de este pueblo ribereño.
Su presencia en este pueblo situado en los límites entre Michoacán y Jalisco, en el oeste de México, atrae a miles de turistas al año y contribuye a mejorar la economía de sus habitantes que se dedican mayormente a la pesca y a atender a los visitantes.
Luis Fernando Cervantes es pescador desde que era niño. En el agua, al pie de su casa levantada con madera y láminas, los pelícanos esperan pacientes. Todos los días los alimenta con los desechos del pez que antes su esposa y su mamá convirtieron en filetes para vender en Guadalajara, a unos 130 kilómetros de distancia.
Para él es una “alegría” que los borregones lleguen cada año al pueblo porque con ellos vienen también los foráneos. Los domingos el malecón hierve de turistas que se toman fotos, pasean en lancha y se acercan a darles de comer a las desconfiadas aves.
“Si los borregones ya no vinieran el rancho se pondría un poco triste porque son los que alegran, el fin de semana está lleno de gente y se pone bonito, está lleno de borregones y haz de cuenta que son del rancho, es la compañía de nosotros”, señaló.
A cambio de una propina, Chícharo, como se conoce al hijo mayor de Cervantes, es uno de los niños que se acerca a venderles los esqueletos de pescado que su familia desecha para que los turistas alimenten a los pelícanos.
El vigilante del malecón les cobra 50 pesos (uno 2,6 dólares) para que puedan vender el alimento. El dinero que ganan es una ayuda para sus familias.
Y muchos de esos niños no acuden a la escuela o no lo hacen con regularidad, a veces por falta de maestros en las aulas.
En el malecón de apenas unos 100 metros de largo, sobresalen unos arcos y unas enormes letras con el nombre del pueblo. La mancha blanca que forma el grupo de aves se funde con el azul del cielo.
LA MAJESTUOSIDAD DEL PELÍCANO
El pelícano borregón es considerada una de las aves más grandes de Norteamérica. Su envergadura puede medir entre metro y medio y hasta tres metros de largo.
Verlos volar cerca de la superficie del agua y aterrizar para buscar alimento se convierte en el espectáculo que todos buscan ver. El sonido de su aleteo llega hasta el pequeño puerto que ha sido construido en la orilla.
Estas aves son objeto de un festival anual que busca su conservación acompañado de actividades artísticas y culturales que atraen a miles de personas de Jalisco, Michoacán y de todo México.
Don Jesús Ayar tiene años cuidando del malecón. Desde una silla en una esquina sombreada vigila que los visitantes no arrojen basura al lago ni golpeen a las aves. Sabe que de su conservación depende el bienestar del pueblo.
“Aquí nos tienen prohibido golpear estos animalitos porque golpear a un animal es casi como golpear a una gente. Aquí nadie golpea, hay algunos niños que les avientan algo, pero la gente grande no”, contó a Efe.
A la entrada del malecón las mujeres ponen puestos ambulantes con golosinas, frituras, botanas y un ceviche preparado con los peces que sacan del lago.
De una u otra manera los pobladores saben que la presencia y conservación de los pelícanos es positivo para todos, y una manera de llevar prosperidad a las familias de esta diminuta localidad que forma parte del municipio de Cojumatlán de Régules, que en total suma unos 7.000 habitantes.
“Aquí el turismo que viene deja mucho dinero, el sábado y domingo se ponen las vendedoras, es mucha ayuda que vengan los borregones y por eso los cuidamos. el pueblo progresa más y hay más turismo que dejan sus centavitos”, subrayó.
EFE
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