Evangelio

En aquel tiempo muchos judíos que habían ido a casa de María creyeron en Jesús al ver lo que había hecho. Pero otros fueron donde los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. Entonces los jefes de los sacerdotes y los fariseos convocaron el Consejo y preguntaban: «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos milagros. Si lo dejamos que siga así, todos van a creer en él, y luego intervendrán los romanos que destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación.»

Entonces habló uno de ellos, Caifás, que era el sumo sacerdote aquel año, y dijo: «Ustedes no entienden nada.  No se dan cuenta de que es mejor que muera un solo hombre por el pueblo y no que perezca toda la nación.»

Estas palabras de Caifás no venían de sí mismo, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, profetizó en aquel momento; Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos. Y desde ese día estuvieron decididos a matarlo.

Jesús ya no podía moverse libremente como quería entre los judíos. Se retiró, pues, a la región cercana al desierto y se quedó con sus discípulos en una ciudad llamada Efraín. Se acercaba la Pascua de los judíos, y de todo el país subían a Jerusalén para purificarse antes de la Pascua.

Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: «¿Qué les parece? ¿Vendrá a la fiesta?» Pues los jefes de los sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes, y si alguien sabía dónde se encontraba Jesús, debía notificarlo para que fuera arrestado.

Reflexión del Evangelio

La Iglesia Universal celebra la fiesta, entre otros santos, en honor a Santo Toribio de Mogrovejo. Patrono del Episcopado Latinoamericano. Misionero excepcional que a los 39 años aceptó la ordenación sacerdotal y el Episcopado de Lima. En 1581 llegó Toribio a Lima como arzobispo. Fundó el primer seminario de América.

Tuvo el gusto de administrar el sacramento de la confirmación a tres santos: Santa Rosa de Lima, San Francisco Solano y San Martín de Porres. Escribió el Catecismo de la Iglesia en castellano, quechua y aimara, lenguas indígenas que hablaba perfectamente.

Murió un Jueves Santo, 23 de marzo de 1606. El Papa Benedicto XIII lo declaró santo en 1726.

En la liturgia del día meditamos los textos: Ez 37,21-28; Sal Jr 31; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Juan capítulo 11, del verso 45 al 56. En el que se resalta las palabras proféticas del sumo sacerdote Caifás, donde anuncia que era mejor que JESÚS muriera, para salvaguarda la unidad del pueblo judío.

Es que las autoridades políticas y religiosas de la época, no aceptaban que JESÚS actuara en nombre de DIOS, ya que los signos y prodigios que Él hacía, dejaba en evidencia a un sistema religioso caduco y distante de la novedad que presentaba el DIOS ENCARNADO JESÚS de Nazaret.

Por eso es que los jefes del pueblo judío, se niegan a aceptar esta realidad y prefieren llegar a un acuerdo con las autoridades romanas, para asesinarlo, ya que para ellos también era una amenaza.

Interpretación de la muerte de Jesús

Al confrontarnos con el texto, vemos que la liturgia de este último sábado del tiempo de Cuaresma nos ofrece una clave para interpretar la muerte de JESÚS en perspectiva de globalización. Su muerte va a llevar a cabo el sueño que Él mismo había presentado al Padre: “Que todos sean uno, como Tú y Yo Somos Uno” (Jn 17,21).

Lamentablemente, todavía no se ha podido realizar ese sueño, porque en el seno de Su Iglesia, persisten las divisiones y los conflictos. Esto, sin embargo, no es más que un comienzo y una figura de lo que se logrará al final de los tiempos, cuando toda la humanidad se reúna en CRISTO.

Por eso es que, en este momento, cuando la humanidad está viviendo una fuerte tensión. Los cristianos debemos ser los primeros en darnos cuenta de que vivimos un tiempo excepcional en que todos los pueblos estamos acechados por la misma amenaza a la vida y, por la razón o fuerza, debemos aceptar un destino común.

Y con esta certeza nos corresponde mirar, y reflexionar sobre la realidad humana, y descubrir metas para el esfuerzo usual, en la que todos vivamos la hermandad de sentirnos hijos de DIOS, «que escucha el clamor de su pueblo» y «está presto a socorrernos».

Señor JESÚS, Gracias por Revelarnos que Tu muerte, en la Cruz, no fue un acto de masoquismo, sino que fue la consecuencia de Tu Radicalidad por Mostrar el Rostro Amoroso y Misericordioso de DIOS, a favor de la Vida, sobremanera de los más desprotegidos.

Amén.

Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana

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