Evangelio del Día. Juan 12,20-33

134

Juan 12,20-33: “En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, quisiéramos ver a Jesús.» Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este. mundo se guardará para la vida eterna.

El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.» Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.» La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.» Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 En este Quinto Domingo del Tiempo de Cuaresma, la Iglesia Universal celebra la fiesta, entre otros santos, la fiesta en honor a San Filemón, fue un animador de las Comunidades Cristianas del siglo III, que se extendían a lo largo de toda la península Itálica. Como tantos otros mártires, fue martirizado durante la espantosa persecución del Emperador Diocleciano, hacia el año 305.

Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Juan capítulo 12, verso 20 al verso 33. En el que se narra el diálogo de JESÚS con unos griegos, que probablemente se preparaban para entrar en el judaísmo, o al menos simpatizantes de los judíos, ya que están allí «para celebrar la fiesta». Representan a tantos hombres y mujeres que, de un modo u otro, buscan a Dios, y que necesitan de interlocutores que les permitan llegar a ÉL, son las otras ovejas, que se van a reunir para formar un solo rebaño bajo un solo Pastor (Jn 10,16.

  Estos griegos han oído hablar de JESÚS, y deciden acercarse a Felipe, que es discípulo de JESÚS y de origen griego como ellos. Los pasos de Felipe son muy significativos. Lo primero que hace es ir a buscar a otro Apóstol. Necesita consultar a otro hermano, apoyarse en él. Y lo siguiente es ir a contárselo a JESÚS, porque es el Propio Maestro el que debe aclarar las dudas. Podemos decir, entonces, que es imposible «mostrar a JESÚS», orientar hacia el encuentro con Él, sin haberse encontrado antes con JESÚS, porque no podemos hablar «de» JESÚS, sin antes haber hablado «con» JESÚS.

La Respuesta de JESÚS nos las presenta el Evangelista de una manera un poco misteriosa y poética, con un discurso que presenta una estructura concéntrica en el que explica “la hora” que se aproxima: a1) “la hora llega y el Hijo del Hombre será Glorificado”; b1) “porque el grano de trigo tiene que morir”; c) “servir, al Hijo del Hombre, es seguirlo, quien se ponga a su servicio estará con Él y El Padre honrará a ese servidor; b2) “el Alma de JESÚS está turbada y pide al Padre que lo saque de “esta hora”; a2) “sin embargo, para “esta hora” Él ha  venido; pide entonces que El Padre, Glorifique Su Nombre. En el centro de esta estructura se coloca tres veces el verbo: “servir”, para insistir en la imitación a JESÚS por el servicio, entendido como entrega de la vida para ser fecundos y dar Gloria al Padre.

 Seguidamente se nos presenta la Turbación de JESÚS, “la Voz del Cielo”, y la derrota del príncipe de este mundo. Que, sin lugar a dudas, son una evocación a la agonía y a las tentaciones de JESÚS, y nos ponen en camino para entrar en la Pasión del Mesías en la que se va a hacer realidad la Promesa Escatológica: la Resurrección, el juicio al mundo y la derrota final de satanás.

 Al confrontarnos con el texto y ver estas Palabra tan fuertes y contundentes del Maestro, que al expresarla parece dirigir una alerta a la manera como desarrollamos nuestras vidas y cómo podemos estar a “la hora” de dar nuestro último aliento, ya que la muerte del hombre, no es tanto la muerte en sí, ya que esto es algo natural por el que todos tenemos que pasar, sino el hecho de morir solos, sin DIOS. De esta carencia es de la que nos está previniendo JESÚS, para que, llegado ese momento crucial, no estemos en los brazos de lo absurdo, de la nada, sino más bien seguros de que estamos siguiendo la ruta que DIOS ha trazado para nosotros.

 Porque, solo siguiendo a JESÚS y configurándonos con Él, es que podemos, encontrar respuesta y sentido a nuestra vida personal y comunitaria. Y es esa la invitación que nos hace JESÚS, para que asumamos un compromiso de vida acorde con la voluntad de DIOS, aunque ese propósito implique “cargar cruces” o vaya en dirección contraria a nuestros apegos e intereses. Porque “aborrecerse a sí mismo”, nos ubica en el contexto de tomar conciencia y dejar a un lado todas las expectativas y todos los prejuicios con los que normalmente asumimos una meta o unos planes y la manera como nos desencantamos cuando la alcanzamos o como nos frustramos por no alcanzarlos.

Señor JESÚS, cada día nos pone en el arduo desfiladero, que es el asumir la tarea de enfrentarse a todas estas realidades inhumanas que la mayoría de las veces nos provoca ira e impotencia, ayúdanos a seguir sumando voluntades para poder vencer la incertidumbre, el conformismo y la indiferencia que se ha apoderado de nuestros corazones. Amén

Luis Perdomo

¡Síguenos en nuestras redes sociales y descargar la app!

Facebook X Instagram WhatsApp Telegram Google Play Store