Ciudad Guayana.-“Ese mismo día, el primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la tarde, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se puso de pie en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor. Jesús les volvió a decir: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, así los envío yo también.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo: a quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «Hemos visto al Señor.» Pero él contestó: «Hasta que no vea la marca de los clavos en sus manos, no meta mis dedos en el agujero de los clavos y no introduzca mi mano en la herida de su costado, no creeré.» Ocho días después, los discípulos de Jesús estaban otra vez en casa, y Tomás con ellos. Estando las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos. Les dijo: «La paz esté con ustedes.» Después dijo a Tomás: «Pon aquí tu dedo y mira mis manos; extiende tu mano y métela en mi costado. Deja de negar y cree.» Tomás exclamó: «Tú eres mi Señor y mi Dios.» Jesús replicó: «Crees porque me has visto. ¡Felices los que no han visto, pero creen!» Muchas otras señales milagrosas, hizo Jesús en presencia de sus discípulos que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Crean, y tendrán vida por su Nombre”

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

La Iglesia Universal celebra hoy el Domingo de la Divina Misericordia, fiesta decretada por San Juan Pablo II, el 30 de abril del 2000, quien declaró el domingo después de Pascua como el “Domingo de la Divina Misericordia”.

Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Juan capítulo 20, verso 19 al verso 31, en el que se nos informa que el mismo día que María Magdalena vio a JESÚS RESUCITADO, los otros discípulos estaban encerrados, tenían miedo, ese miedo que es opuesto a la Fe. Afortunadamente el AMOR con el que JESÚS ama a sus discípulos, no le para a las puertas cerradas. Él atraviesa las puertas o barreras internas y externas, que son los miedos, y los prejuicios que los abruman, para ayudarlos a vencerlos.

Y lo primero que les Anuncia es:” SHALOM” que significa: “la paz esté con ustedes”, que es una invitación y una propuesta a que la confianza y la serenidad ocupen el lugar del miedo. Es el mismo JESÚS de siempre, preocupado por sus hermanos, deseosos de devolverles la confianza perdida, preocupado por sus temores y falta de Fe. Por eso Sopla sobre ellos, al estilo del PADRE CREADOR, que sopló sobre el rostro del ser humano recién creado para que fuera un ser viviente. Con el soplo les Trasmite Al Espíritu Santo, para que le dé una Nueva Vida a la Comunidad y les confía la misma Misión que el PADRE le había confiado a Él, la de ir a Proclamar al mundo la Buena Noticia del Reino de DIOS.

Pero ese día no estaba Tomás, que no les había creído a las mujeres, ni tampoco le creyó a la comunidad. Por eso exige tocar las llagas de JESÚS, como prueba para creer en Él, JESÚS acepta el reto y pasado ocho días se aparece de nuevo en medio de ellos, e invita a Tomás a tocarlo. Y Tomás que antes estaba cegado por la duda, ahora proclama su Fe: ¡Seño mío y DIOS mío!, esa oración que ha permanecido en la liturgia ante el milagro de la Eucaristía. La respuesta de Tomás hace que JESÚS pronuncie esas Palabras hermosas pensando en cada uno de nosotros: “Felices los que crean sin haber visto”.

Al confrontarnos con el texto y cotejarlo con esta situación de encierro que estamos viviendo, como medida de seguridad, para hacerle frente a la pandemia, nos permite de alguna manera hacer una comparación de nuestro miedo, con el miedo que vivieron los primeros discípulos. Obviamente ambos miedos por causas distintas, pero, al fin y al cabo, es un temor que amenaza la existencia de la vida humana.

Por eso en este día tan especial, JESÚS RESUCITADO, SEÑOR de la Vida, y Centro Vivificador de nuestra comunidad creyente, nos dice: “la paz esté con ustedes”, con las que nos Transmite Su Espíritu, para darnos la fuerza necesaria, no solo para afrontar esta amenaza, sino para romper los cercos de la cuarentena y salir airosos a proclamar al mundo nuestra fe, esperanza, alegría y vida nueva.

Y nosotros con la humildad de Tomás, poder decir: “Señor mío y Dios mío”, ya que nosotros no hemos tocado Tus llagas, pero acudimos a Ti solícitamente para que nos infundas Tu Espíritu y poder contarnos entre los que Tú Profetizaste: “Felices los que crean sin haber visto”, para afrontar con mayor fuerza este momento histórico y salir a Construir una sociedad más humana y solidaria.

Señor JESÚS, Infunde en nosotros la Fuerza de Tu Espíritu Santo, y que Su Presencia sea símbolo de unión con nuestros semejantes y juntos podamos ser constructores de la Nueva Humanidad, que va a resurgir de esta pandemia. ¡ALELUYA, ALELUYA HA RESUCITADO!

Luis Perdomo

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