“Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «Hemos visto al Señor.» Pero él contestó: «Hasta que no vea la marca de los clavos en sus manos, no meta mis dedos en el agujero de los clavos y no introduzca mi mano en la herida de su costado, no creeré.» Ocho días después, los discípulos de Jesús estaban otra vez en casa, y Tomás con ellos. Estando las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos. Les dijo: «La paz esté con ustedes.» Después dijo a Tomás: «Pon aquí tu dedo y mira mis manos; extiende tu mano y métela en mi costado. Deja de negar y cree.» Tomás exclamó: «Tú eres mi Señor y mi Dios.» Jesús replicó: «Crees porque me has visto. ¡Felices los que no han visto, pero creen!»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana.
La Iglesia universal, celebra hoy, la fiesta entre otros santos en honor a Santo Tomás Apóstol. El Martirologio Romano, que combina varias leyendas, afirma que Santo Tomás predicó el Evangelio a los partos, medos, persas e hircanos, y que después pasó a la India, donde fue martirizado en la región de «Calamina». En el malabar y en todas las iglesias sirias esta fecha es la fiesta principal, pues el martirio tuvo lugar el 3 de julio del año 72. En este día también se conmemora la traslación de las reliquias de Santo Tomás a Edesa.
Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Nuestro JESUCRISTO según San Juan, capítulo 20, verso 24 al verso 29. En el que se relata el segundo encuentro de JESÚS, después de Su Resurrección con los apóstoles, pero esta vez está presente Tomás, que no había estado en el primer encuentro y que había exigido una física incuestionable prueba para creer. JESÚS se dirige a él, ofreciéndole como prueba los signos de la Pasión, le reprocha el hecho de no haber creído en el testimonio de los demás y lo invita a ser más creyente.
Recordemos que, Tomás no estaba presente en la primera aparición de JESÚS, como ya lo hemos señalado, y tercamente había pedido una evidencia palpable, racional y física, que le sirvieran de prueba para poder creer, tales como las heridas de las manos, pies y costados. Pero al presentarse JESÚS, Resucitado, sin necesidad de meter dedos o mano, se convence ante Su Presencia, que su amigo JESÚS vive y lo proclama: ¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!, con una Fe profunda en el Resucitado, que se hace presente en su vida, para transformarlo.
Al confrontarnos con el texto y ver que, Tomás que es uno de los seguidores más cercano de JESÚS, y por eso la Iglesia, resalta sus vivencias con El Maestro, para que viéndonos retratados en él, podamos tener una lección para nuestras vidas. De esas vivencias podemos tomar tres elementos o enseñanzas claves para llevarlas a la práctica: uno es el seguimiento, los escritos bíblicos lo presentan como alguien que hizo el Camino del Maestro y para poder hacerlo es más que seguro, que tuvo que cambiar de planes, dejar a los suyos y a sus cosas para irse tras la propuesta del Reino de los Cielos.
El segundo elemento es el Testimonio del Resucitado que, aunque tuvo la duda, se arrepiente y deja para la posteridad lo más completo de un cristiano, el poder decir con la vida y con las palabras: ¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO! El tercer elemento, es el de la misión, y aunque no es un dato presente en la Escritura, si está presente en la Tradición que nos dice que Tomás evangelizó en la India, por lo tanto, cumple así la misión que le da El Maestro, de ir a todas las naciones a predicar el Evangelio.
Por eso es que la fiesta que celebramos hoy en honor a Santo Tomás, debe de ser una ocasión para mirarnos en el espejo de los que nos antecedieron en la fe y en la adhesión en el proyecto de vida de JESÚS, MUERTO Y RESUCITADO y también una oportunidad para revisar nuestras vivencias cristianas personales y comunitarias, es decir el Seguimiento, el Testimonio y la Misión.
Señor JESÚS, fortalece nuestro espíritu y renueva continuamente nuestra Fe, para que podamos descubrirte en los acontecimientos de nuestras vidas personales y comunitarias, y poder decir con los hechos y con las palabras: ¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO! Amén.
Luis Perdomo
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