Después de esto, nuevamente se apareció Jesús a sus discípulos en la orilla del lago de Tiberíades. Y se hizo presente como sigue: Estaban reunidos Simón Pedro, Tomás el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea, los hijos del Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar.» Contestaron: «Vamos también nosotros contigo.» Salieron, pues, y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba parado en la orilla, pero los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo que comer?» Le contestaron: «Nada.» Entonces Jesús les dijo: «Echen la red a la derecha y encontrarán pesca.» Echaron la red, y no tenían fuerzas para recogerla por la gran cantidad de peces.

El discípulo de Jesús al que Jesús amaba dijo a Simón Pedro: «Es el Señor.» Apenas Pedro oyó decir que era el Señor, se puso la ropa, pues estaba sin nada, y se echó al agua. Los otros discípulos llegaron con la barca —de hecho, no estaban lejos, a unos cien metros de la orilla; arrastraban la red llena de peces. Al bajar a tierra encontraron fuego encendido, pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar.» Simón Pedro subió a la barca y sacó la red llena con ciento cincuenta y tres pescados grandes. Y no se rompió la red a pesar de que hubiera tantos. Entonces Jesús les dijo: «Vengan a desayunar».

Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo repartió. Lo mismo hizo con los pescados. Esta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Reflexión del Evangelio

La Iglesia universal celebra este viernes de la octava de PASCUA, el santoral, entre otros santos en honor a San Celestino Papa. Le correspondió conducir a la Iglesia entre los años 422 al 432. Se esfuerza por el esplendor de la liturgia y por una defensa admirable de la Fe.

En la liturgia del día meditamos los textos: Hch 4,1-12,12; Sal 117; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO según San Juan, capítulo 21, desde el verso 1 al 14. En el que se nos presenta una narración a las orillas del mar de Galilea, ya que después de la muerte de JESÚS, en Jerusalén, Pedro y otros discípulos, habían vuelto a sus casas y a sus trabajos habituales que era la pesca. Se habían internado en el lago de noche, pero la pesca resultó infructuosa. Las redes están vacías, después de tanto trabajar. Desalentados y sin fuerzas los sorprende el amanecer.

  Pero he aquí, que cuando están regresando a la playa se les aparece JESÚS, sin ser reconocido por ellos, y les pregunta ¿“muchachos pescaron algo? Ante la respuesta de ellos, de que nada habían pescado, JESÚS les dice: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán”. Así lo hicieron y la red vino llena de pescados. Con las redes llenas de pescados, se encuentran con el Resucitado. Los discípulos, entonces, reconocen a JESÚS y se acercan a Él. Allí JESÚS los espera con un pescado sobre algunas brasas encendidas y pan, les dice: “Vengan a comer!”. Toma el pan y lo distribuye entre ellos, y hace lo mismo con el pescado. Todo es acción de Gracias, Pan entregado y compartido, FIESTA de RESURRECCIÓN.

Y es que la pesca abundante lograda por la Palabra de JESÚS, preanuncia el suceso de la Misión que retomada y animada por la presencia del SEÑOR en las comunidades se vuelve fructífera. Porque la pesca es símbolo de la MISIÓN, y la Presencia y la Palabra de JESÚS son esenciales para el éxito de la MISIÓN. Por eso es que el texto nos presenta dos signos maravillosos: el gran número de peces que evoca la misión universal de la Iglesia y su unidad que está representada por la única red que no se rompe.

  Al confrontarnos con el texto, vemos que los primeros discípulos, en una situación de profunda aflicción, muy parecida a nuestra situación actual, se dedican a pescar durante la noche, pero sus esfuerzos fracasan. Al clarear el día se presenta JESÚS, que los obliga a confesar su pobreza y desánimo, para llevarlos luego a la FE a través de la obediencia a Su Palabra, que es la que anima e inspiran a los discípulos de todos los tiempos, para asumir su actividad misionera. El resultado es una pesca milagrosa, símbolo de la MISIÓN Eclesial.

 Por eso es que el texto nos hace reconocer a JESÚS como el CRISTO RESUCITADO, que nos acompaña y al mismo tiempo nos espera en la orilla para que participemos de Su Cena Pascual. Todo está preparado y dado gratuitamente por JESÚS. Y al reconocerlo y comer con Él, hacemos la celebración de la Eucaristía, donde la comunidad pone como único esfuerzo su Fe, para salir fortalecidos a la MISIÓN de ser “pescadores de hombre”, sacándolos del mal para llevarlos a la Red de la VIDA, que es la Iglesia, Cuerpo Místico de JESÚS.

Señor JESÚS, ya sabemos que sin Ti no podemos hacer nada. Danos la fortaleza necesaria para poder llevar adelante nuestra Misión, de ser testigos de Tu Obra, en esta coyuntura, en que la incertidumbre nos hace perder el rumbo marcado por Ti.

¡ALELUYA, ALELUYA HA RESUCITADO!

Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana

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