Después Jesús pasó a la otra orilla del lago de Galilea, cerca de Tiberíades. Le seguía un enorme gentío, a causa de las señales milagrosas que le veían hacer en los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos.
Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús, pues, levantó los ojos y, al ver el numeroso gentío que acudía a él, dijo a Felipe: «¿Dónde iremos a comprar pan para que coma esa gente?» Se lo preguntaba para ponerlo a prueba, pues él sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: «Doscientas monedas de plata no alcanzarían para dar a cada uno un pedazo.»
Otro discípulo, Andrés, hermano de Simón Pedro, dijo: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es esto para tanta gente?» Jesús les dijo: «Hagan que se sienta la gente.» Había mucho pasto en aquel lugar, y se sentaron los hombres en número de unos cinco mil.
Entonces Jesús tomó los panes, dio las gracias y los repartió entre los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, y todos recibieron cuanto quisieron.
Cuando quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que han sobrado para que no se pierda nada.»
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos que no se habían comido: eran las sobras de los cinco panes de cebada. Al ver esta señal que Jesús había hecho, los hombres decían: «Este es sin duda el Profeta que había de venir al mundo.»
Jesús se dio cuenta de que iban a tomarlo por la fuerza para proclamarlo rey, y nuevamente huyó al monte él solo.
Reflexión del Evangelio
La Iglesia universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a San Giuseppe Moscali. Fue un laico ejemplar que vivió entre los siglos XIX y XX. Nació en Nápoles, Italia.
Médico de profesión, con sus actitudes de servicio y de caridad se ganó el aprecio de sus colegas, pacientes y del pueblo en general, que acrecentaron sus dones de santidad. Una película italiana que lleva su nombre lo presenta como un médico fuera de serie.
En la liturgia del día meditamos los textos: Hch 5,27-33; Sal 26; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO según San Juan, capítulo 6, desde el verso 1 al 15.
El texto nos dice, que después de atravesar el lago de Galilea y estando próxima la celebración de la Cena Pascual judía, JESÚS realiza un Signo: multiplica los panes para dar de comer a los que le siguen.
Este Signo indica que JESÚS da mucho más que unos panes, ya que esos panes simbolizan Su total entrega en favor de la humanidad, y con la cual establece una Nueva Alianza, que es el Pacto Definitivo entre DIOS y los hombres.
En la experiencia de esta Nueva Alianza, hay una evocación al Maná de la Antigua Alianza y así como Moisés, JESÚS también sube al monte, para ayudar a saciar el hambre del pueblo.
Personas recostadas sobre hierba
De igual manera el número de cinco mil personas recostadas sobre la hierba, organizadas en grupos, recuerda la antigua organización de las doce tribus y la recolección de los pedazos que sobran, nos recuerda la práctica tribal de no perder ni desperdiciar el alimento por considerarlo sagrado.
Muy pertinente es recordar que, en el Evangelio según San Mateo, JESÚS convoca a sus discípulos a participar en la solución: «dadles vosotros de comer» (Mt 14,16).
En el Evangelio según Juan, no es diferente: los discípulos buscan soluciones, pero son incapaces de ver más allá de lo que es posible humanamente.
Andrés, encuentra la posibilidad de una solución, compartiendo lo poco que se tiene, ya que allí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces.
Al confrontarnos con el texto, y ubicados en aquel día, en el monte, frente al Mar de Galilea, JESÚS quiere contar con nosotros, aunque sean solo cinco panes y dos peces lo que tengamos para ofrecer, es decir, Cristo nos llama a repartir la vida, en el lugar donde estemos, en las pequeñas cosas, las que tal vez ni se ven ni hagan ruido.
Porque desde lo poco, pero con la grandeza de desprendimiento se logra saciar el hambre de muchos y si muchos nos mentalizamos en esa idea, entonces lograremos alimentar a multitudes hambrientas y sin esperanzas.
Responsables de las soluciones
Así que la enseñanza de hoy es bien clara y es que todos somos responsables en la solución de las necesidades colectivas. Ya que el hambre y la enfermedad solo pueden ser superadas, por la unidad y la solidaridad de quienes comen juntos de una misma fuente amorosa y generosa, que es Cristo JESÚS.
Es que, solo poniendo nuestra mirada en el Resucitado, es que podemos desarrollar una auténtica vida comunitaria y solidaria, donde cada uno podamos poner lo poco o lo mucho que tengamos a disposición de los demás.
Señor JESÚS, ayúdanos a vencer nuestros miedos e indiferencias, para poder desarrollar una auténtica vida comunitaria y solidaria, donde cada uno podamos poner lo poco o lo mucho que tengamos a disposición de los demás.
Amén.
Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana
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