Evangelio del Día. Juan 6,22-26

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«Después que Jesús había saciado a cinco mil hombres, sus discípulos le vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar, vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había montado en la barca con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos. Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido pan.

Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús. Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad les digo: ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque comieron pan hasta saciarse. No obren por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello». Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios consiste en que crean en quien Él ha enviado».

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

La Iglesia universal celebra hoy la fiesta en honor a San Atanasio. Obispo egipcio y Doctor de la Iglesia, nacido en Alejandría, Egipto, en 279 y fallecido en la misma ciudad el 2 de mayo de 373. Llegado a la adolescencia, estudió derecho y teología. Se retiró por algún tiempo a un yermo para llevar una vida solitaria y allí hizo amistad con los ermitaños del desierto; cuando volvió a la ciudad, se dedicó totalmente al servicio de DIOS. Fue el más acérrimo defensor de la doctrina ortodoxa cristiana, combatiendo principalmente, contra el arrianismo.

 Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Jesucristo, según San Juan capítulo 6, verso 22 al verso 26, donde se dice que, después de la multiplicación de los panes, como JESÚS se les había escabullido, la multitud comienza a buscarlo, y en esa búsqueda llegan hasta Cafarnaúm. Al encontrarse, Él les reprocha: «ustedes me buscan, no porque han visto señales, sino porque han comido de los panes y se han saciado». JESÚS no se engaña, sabe que no han sido capaces de leer las verdaderas señales del pan multiplicado.

Y por eso los exhorta a «obrar» por un alimento imperecedero, el que dará el Hijo del Hombre y que concede la Vida Eterna. Esta exhortación es una respuesta a las aspiraciones de los judíos, para quienes la Ley, es fuente de vida y desean saber que «obras» cumplir o hacer para obtenerla. A las muchas obras, JESÚS contrapone, una única obra: «creer en el que Él es El enviado de DIOS». 

 Porque DIOS es el que da ese alimento para fortalecer la Gracia de la Fe a través de Su Hijo. De allí la importancia que tenemos que darle a ese alimento, al que tenemos que dedicar todas nuestras energías, a través de la Oración, de la lectura asidua de la Sagrada Escritura, y del Pan de la Eucaristía. Porque los alimentos terrenos sacian momentáneamente, pero ese alimento sacio para la Eternidad. Así nos lo recuerda la Constitución Dogmática «Gaudium et Spes», (de los gozos y esperanza), del Concilio Vaticano II: «Bien sabe la Iglesia que sólo DIOS, al que ella sirve, responde a las aspiraciones más profundas del corazón humano, el cual nunca se sacia plenamente con solo los alimentos terrenos».

 Al confrontarnos con el texto, vemos que ayer como hoy, los seres humanos siempre andamos en la búsqueda de la Divinidad, para adorarlo, para darle gracia y para tratar de sondear sus designios y ajustar nuestra manera de actuar de acuerdo a esos criterios. Pero muchas veces tenemos la tentación, de querer construirnos un dios a nuestras propias necesidades o intereses humanos. Por eso es que JESÚS nos dice hoy, que, si queremos encontrarnos con DIOS, solo tenemos que Creer en Él que es el Enviado del PADRE. Y esa convicción nos hará vivir un itinerario de crecimiento, para alcanzar la madurez de Fe, que es la que sacia, el hambre de DIOS.

 Y para desarrollar este itinerario tenemos que disponernos a caminar con JESÚS, para conformar comunidades de discípulos, que vayamos y bebamos de la Fuente del AMOR, para ser enviados por Él, con la Fuerza del Espíritu Santo, a Anunciar la Buena Noticia del Reino, en cada uno de los espacios donde nos desarrollemos. De allí que hoy sea el día para preguntarnos: ¿He tenido un verdadero Encuentro con JESÚS, Muerto y Resucitado? ¿Estoy convencido del bienestar que proporciona el Alimento de la lectura asidua de la Sagrada Escritura, de la Oración y del Pan de la Eucaristía, en mí y en mis semejantes?

 Señor JESÚS, ayúdanos a entender que para ser feliz solo nos basta con Creer, que Tú Eres el Enviado del Padre, lo que nos permitirá cumplir Tu Mandamiento, de ser más solidarios y serviciales, y si todos actuamos así podremos hacer realidad Tu Plan de felicidad que desde siempre has tenido para la humanidad. Amén.

 

Luis Perdomo

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