«En aquel tiempo Jesús, se dirigió al monte de los Olivos. Al amanecer estaba ya nuevamente en el Templo; toda la gente acudía a él, y él se sentaba para enseñarles. Los maestros de la Ley y los fariseos le trajeron una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La colocaron en medio y le dijeron: «Maestro, esta mujer es una adúltera y ha sido sorprendida en el acto. En un caso como este la Ley de Moisés ordena matar a pedradas a la mujer. Tú ¿qué dices?» Le hacían esta pregunta para ponerlo en dificultades y tener algo de que acusarlo. Pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como ellos insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: «Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le arroje la primera piedra.» Se inclinó de nuevo y siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta que se quedó Jesús solo con la mujer, que seguía de pie ante él. Entonces se enderezó y le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, señor.» Y Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar.»  

Reflexión del Evangelio

La Iglesia universal celebra hoy la fiesta entre otros santos, en honor a San Ruperto, gran misionero que evangelizó el sur de Alemania. Acompañado de un buen número de misioneros llegó a Baviera en el año 697. Bautizó al duque Teodoro, que le dio autorización para continuar evangelizando el territorio. De aquí fue a Altötting y convirtió a sus habitantes. Iba introduciendo, además de la religión, la educación y otras reformas. Murió el domingo de Pascua de 710.

Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Juan capítulo 8, del verso 1 al verso 11, En el que se relata el episodio, en el que JESÚS perdona a una mujer sorprendida en adulterio. Quienes han pecado con ella son los mismos que la traen ante el Maestro y exigen que sea lapidada según la Ley de Moisés. Por lo que ponen en un serio dilema a JESÚS, ya que, si se pronuncia en favor de la mujer, podrían acusarlo de faltar a la Ley de Moisés y si declaraba a favor de la pena de muerte entraría en conflicto con las autoridades romanas.

 Y ante la disyuntiva de optar por la misericordia o a la aplicación de la Ley ciega, JESÚS opta por la Misericordia, ya que los hombres de poder la han sorprendido, según dicen, y que infraganti, pero ¿dónde está el hombre? La Ley exigía que ambos debían ser juzgados, y ellos habían traído solo a la mujer, por lo que faltaba un reo, muestra del acto miserable y de doble moral de aquellos doctores de la LEY.

  Al confrontarnos con el texto y ver la descripción de la mujer que está llena de vergüenza a los pies de JESÚS, el corazón le late desesperadamente esperando que Él pronuncie su sentencia de muerte. Pero, JESÚS viendo el sufrimiento de esta pobre mujer, se le encoge el corazón de angustia y se agacha para escribir sobre la tierra. Lo que nos hace recordar la opinión del Apóstol Pablo, al decir que la Ley de muerte había sido grabado sobre piedra, para el pueblo judío, JESÚS, “que Hace Nueva todas las cosas” (Ap.21,5), graba sobre la tierra la Ley de la Misericordia, de la cual es beneficiaria toda la humanidad.

 Podemos imaginarnos un momento crucial en la Vida de JESÚS al ver la inmensa necesidad de perdón que tiene el mundo. Por un lado, está la mujer débil y acongojada y por el otro esos hombres con el corazón endurecido, pidiendo castigo para una pecadora, pero sin verse sus pecados. Por eso es que JESÚS, los invita a pasar de ser jueces implacables, a revisarse sus propias conductas. Y pronuncia la frase que cambiará la historia: “Él que esté libre de pecados, que lance la primera piedra” (Jn 8,7).

 Parece que ninguno estaba libre de pecado y optaron por retirarse, luego el Maestro, le dice a la mujer: “Yo tampoco te condeno” (Jn 8,11). Y he aquí que JESÚS la invita a iniciar su propio éxodo y la coloca en el horizonte de la vida: “Vete y no peques más” (Jn 8,11). Por lo que puede decirse que JESÚS no solamente salvó la vida de esta mujer excluida, sino que le ha dado la oportunidad de iniciar una manera distinta de vivir la vida, ya que encuentra en JESÚS el sentido profundo de su existencia.

 Por eso es que el texto nos invita a ponernos en el lugar de la adúltera, para presentarle a JESÚS, nuestras prostituciones, nuestras idolatrías. Y que este tiempo de Cuaresma nos ayude a revisar con gran tranquilidad, lo que hemos hecho y lo que hemos dejado de hacer, y arrepentidos podamos sentir Su Perdón, y experimentar en nuestras vidas, la novedad que sintió la mujer adúltera y de esta manera cantar junto al Salmista: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Sal 125). Marchemos pues, tras los pasos de JESÚS y no volvamos a pecar más.

Señor JESÚS, ayúdanos a entender que un verdadero discípulo Tuyo, está invitado a una continua Conversión como respuesta a Tu AMOR, por lo que debemos ver primero nuestros pecados antes de condenar a los otros y de esta manera lograremos rescatar la Justicia que tanta falta hace en nuestra sociedad. Amén.

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