«En aquel tiempo, Jesús les dijo a sus discípulos: «Supongan que uno de ustedes tiene un amigo y va a medianoche a su casa a decirle: «Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha llegado de viaje y no tengo nada que ofrecerle». Y el otro le responde a usted desde adentro: «No me molestes; la puerta está cerrada y mis hijos y yo estamos ya acostados; no puedo levantarme a dártelos». Yo les digo: aunque el hombre no se levante para dárselo porque usted es amigo suyo, si usted se pone pesado, al final le dará todo lo que necesita.
Pues bien, yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen a la puerta y les abrirán. Porque todo el que pide recibe, el que busca halla y al que llame a la puerta, se le abrirá. ¿Habrá un padre entre todos ustedes, que dé a su hijo una serpiente cuando le pide pan? Y si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del Cielo dará espíritu santo a los que se lo pidan!».
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta en honor a nuestra querida Madre María bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, ya que un 7 de octubre de 1571, en Lepanto, la Cristiandad vio la protección magnífica de la Virgen María y el valor singular del rezo del Santo Rosario, en aquella sangrienta batalla, y que gracias a este gesto de Fe, se logró revertir su resultado final.
Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Lucas, capítulo 11, del verso 5 al verso 13. en el que se narra una conversación o instrucción dada por JESÚS a sus discípulos en torno a la actitud de confianza que se debe mantener a la hora de pedir o de relacionarse con El Creador, invitándolos a pedir con perseverancia, sin desanimarse nunca, casi como cansando a DIOS. Porque DIOS siempre nos dará la solución a nuestros problemas, aunque muchas veces la solución no nos vendrá tal y como la solicitamos o en la forma en que se lo pedimos, ya que no sabemos lo que nos conviene, y Él sí lo sabe.
El texto destaca dos valores: la fidelidad y la perseverancia. La fidelidad se manifiesta en la recepción del huésped inesperado. No importa si ha llegado sin avisar y nos encontramos con pocas cosas para brindarle. Importante es destacar que, para la cultura judía, los deberes de hospitalidad son sagrados. Por esta razón el anfitrión se anima a importunar a su vecino para atender al amigo que ha llegado. Y es que el visitante es merecedor de todas las atenciones y el esmero que se preste a estas obligaciones, revela la calidad humana del anfitrión.
Por su parte la perseverancia, se manifiesta en la capacidad de no dejarse vencer por los obstáculos y de mantener siempre claros los objetivos de la tarea que se ha emprendido, no importa que una persona parezca inoportuna si las metas que se proponen obedecen a unos propósitos nobles.
Al confrontarnos con el texto, vemos que en nuestra vida diaria ocurren cosas semejantes, JESÚS, que es nuestro huésped, llega a nosotros a través de Su Palabra, presente en la Sagrada Escritura, y en la persona de cada uno de nuestros semejantes. Para recibirlo bien o para cumplir con nuestros valores de hospitalidad, con frecuencia debemos asumir trabajos, pasar unos que otros sinsabores, e incluso importunar a otras personas.
De allí la importancia de saber que, a la hora de hacer nuestra oración, debemos de aplicar unos criterios reales, vitales y espirituales, que respondan acertadamente a las necesidades existenciales de nosotros y de nuestros hermanos. Porque orar es prestar atención a la Voluntad de DIOS, que no solo quiere solucionar nuestra necesidad puntual, sino que quiere atender las necesidades colectivas de todos sus hijos, y por eso muchas veces no percibimos todas las bendiciones que diariamente nos está dando.
Por eso es que es muy importante lograr captar el sentido original de esta enseñanza que JESÚS nos da hoy, con la que quiere explicarnos de manera clara que la oración es un diálogo sincero y sin dobleces entre cada uno de nosotros y nuestro Padre Celestial. Aclaratoria que nos las hace con ejemplos de la vida cotidiana, ya que, por la experiencia del desarrollo de nuestras vidas, podemos saber, que la solicitud de los favores son cumplidos por amistad o por obligación del vínculo familiar o contractual. Con el cual nos subraya un hecho humano elemental, con la Acción Amorosa del Creador: ¡Si nosotros que somos malos sabemos dar cosas buenas, cuánto más el Padre Celestial, que sabe lo que necesitamos ¡
Señor JESÚS, danos el discernimiento necesario, para saber qué las soluciones que llegan a nuestras vidas, muchas veces sin solicitarlas, no es porque nos las merecemos, sino que es un regalo del Padre que atiende oportunamente nuestras necesidades. Amén.
Luis Perdomo
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