En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer. Entró en casa del fariseo y se reclinó en el sofá para comer. En aquel pueblo había una mujer conocida como una pecadora; al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, tomó un frasco de perfume, se colocó detrás de él, a sus pies, y se puso a llorar. Sus lágrimas empezaron a regar los pies de Jesús y ella trató de secarlos con su cabello. Luego le besaba los pies y derramaba sobre ellos el perfume.

Al ver esto el fariseo que lo había invitado, se dijo interiormente: «Si este hombre fuera profeta, sabría que la mujer que lo está tocando es una pecadora, conocería a la mujer y lo que vale.» Pero Jesús, tomando la palabra, le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.» Simón contestó: «Habla, Maestro.»

Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a ambos. ¿Cuál de los dos lo querrá más?» Simón le contestó: «Pienso que aquel a quien le perdonó más.»

«Juzgar bien»

Y Jesús le dijo: «Has juzgado bien.» Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me has recibido con un beso, pero ella, desde que entró, no ha dejado de cubrirme los pies de besos.

Tú no me ungiste la cabeza con aceite; ella, en cambio, ha derramado perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le quedan perdonados, por el mucho amor que ha manifestado.

En cambio, aquel al que se le perdona poco, demuestra poco amor.»

Jesús dijo después a la mujer: «Tus pecados te quedan perdonados». Y los que estaban con él a la mesa empezaron a pensar: «¿Así que ahora pretende perdonar pecados?» Pero de nuevo Jesús se dirigió a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz».

Reflexión del Evangelio

La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a San Jenaro, el santo de la «licuefacción de la sangre», patrón de Nápoles, Italia, fue Obispo de Benevento. Durante la persecución contra los cristianos fue hecho prisionero junto a sus compañeros y sometido a terribles torturas.

Un día, él y sus amigos fueron arrojados a los leones, pero las bestias solo rugieron sin acercárseles. Entonces fueron tildados de usar magia y condenados a morir decapitados cerca de Pozzuoli, donde también fueron enterrados. Esto sucedió aproximadamente en el año 305.

La liturgia del día medita los textos: 1Cor 15,1-15; Sal 117; y el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, según San Lucas capítulo 7, del verso 36 al 50.

Este narra varias acciones derivadas de la invitación a la casa, de un fariseo de nombre Simón, que le había hecho a JESÚS. En la casa del anfitrión irrumpe una mujer pecadora y unge con perfume la cabeza del maestro.

Esta acción es reprobada por los asistentes al banquete, porque consideraban que si JESÚS Era un Profeta debería saber la clase de mujer que tenía al frente y no aceptarle tal atención.

JESÚS, conociendo sus pensamientos aprovecha para desenmascarar su hipocresía, estableciendo un juicio por sus actitudes, para lo cual les comparte la parábola del acreedor y los dos deudores.

Ratificando de esta manera la íntima relación que debe haber entre el perdón de los pecados y la Acción de Gracia, ya que al que más se le perdona es porque más pecados tiene, pero también porque tiene un corazón abierto a la Conversión y al Agradecimiento.

Actitudes de Simón

Al confrontarnos con el texto, podemos vernos retratados en la actitud de Simón el fariseo o en la actitud de la pecadora. Simón admira a JESÚS, pero sus esquemas rígidos de la Ley le impiden entender una de las propuestas fundamentales del Maestro, como lo es la Misericordia.

Su actitud cerrada a la Gracia no lo deja ver el Acto de AMOR que está Aconteciendo en ese momento, y lo que hace es descalificar con sus pensamientos negativos, tanto a JESÚS como a la mujer.

Mientras que la Mujer Glorifica a JESÚS y con su unción nos revela la triple dimensión que está presente en toda acción Misericordiosa: perdón, conversión y agradecimiento.

Esa actitud de Simón, seguramente muchos de nosotros la hemos asumido. Porque puede que pensemos que JESÚS es importante para nosotros, y queremos saber de Él y estamos pendiente de las celebraciones litúrgicas para ir al encuentro con Él, pero excluimos a nuestros semejantes porque no son de nuestro nivel social, de nuestro entorno familiar, o no compartes nuestras ideas políticas o religiosas.

No juzgar el pasado de los demás

Por eso es que el texto nos invita a no juzgar el pasado de las personas y a tener un corazón Misericordioso que nos ayude a amar y a perdonar a los demás.

También nos genera una pregunta: ¿será que nuestros esquemas mentales son como los del fariseo y no logramos visualizar el Amor y la Misericordia de DIOS en nuestros semejantes?

Señor JESÚS, ayúdanos a tener el coraje necesario para asumir nuestros pecados, y no juzgar el pecado de los demás y de esta manera abrirnos a Tu Misericordia que nos permite vivir una vida fraterna sin exclusiones de ningún tipo.

Amén.

Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana

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