«Mientras Jesús enseñaba en el Templo, preguntó: «¿Por qué los maestros de la Ley dicen que el Mesías será el hijo de David? Porque el mismo David dijo, hablando por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies». Si David mismo lo llama «Señor», ¿cómo puede entonces ser hijo suyo?» Mucha gente acudía a Jesús y lo escuchaba con agrado».
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana
La Iglesia universal celebra hoy la fiesta entre otros santos, en honor a San Efrén. Diácono y Doctor de la Iglesia. Los antiguos lo llamaban «Arpa del Espíritu Santo». Tenía especialísima cualidad para escribir poesías, y San Basilio dice que era tal la estimación que los antiguos tenían por sus escritos, que después de las lecturas de la Sagrada Escritura, en varias iglesias se leía alguna página escrita por este santo. Nació en Nisibe, Mesopotamia (Irak) en el año 306. Su muerte sucedió probablemente en junio del año 373.
En la liturgia del día meditamos los textos: Tb 11,5-17; Sal 145 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO según San Marcos, capítulo 12, del verso 35 al verso 37. En el que JESÚS formula una pregunta a la concurrencia, ya que en la lectura continuada del capítulo 12 de este Evangelio, que hemos venido meditando a lo largo de esta semana, cada una de las distintas facciones que componían el Sanedrín, fueron silenciados con las respuestas certeras y contundentes dadas por JESÚS, por lo que no tenían argumento para desacreditarlo y tal como dice el Evangelio: «ya nadie más se atrevió a hacerle más preguntas» (Mc 12,34).
Por tal razón JESÚS con Su Metodología Pedagógica, ya que se encontraba enseñando en el Templo, formula una pregunta al pueblo que lo escuchaba con agrado, sobre el título mesiánico: «Hijo de David», con el que le han aclamado a la salida de Jericó y a la entrada de Jerusalén: «Jesús, hijo de David, ten piedad de mí!» (Mc 10,47). «¡Bendito el Reino que viene de nuestro padre David!» (Mc 11,10).
Y que es un título ambiguo e insuficiente, para Su Majestad ya que el mismo David, hablando por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies» (Sal 110,1). Si David mismo lo llama «Señor», ¿cómo puede entonces ser el Mesías, hijo suyo?». Sin lugar a dudas que esta pregunta es una invitación hecha por JESÚS, para que profundicen en el Misterio de Su Persona, a la luz del Título SEÑOR, Kyrios, que le da David en la Escritura.
Muy importante es destacar que, a lo largo de los siglos, la esperanza mesiánica del pueblo de Israel, fue creciendo, y tomando diversas formas. Casi todos los grupos y los movimientos de la época de JESÚS, esperaban la llegada del Mesías, pero cada uno a su manera. Y por eso es que la enseñanza de los doctores de la Ley, decía que el Mesías vendría como un rey glorioso, fuerte y dominador. JESÚS no acepta la filiación davídica por dos razones: 1) porque Él es Más que David y 2) porque un rey como David o cualquier otro, divide al mundo en clase sociales, impone pesados tributos, es excluyente, y su poder se basa el sometimiento por la violencia y no por la conciencia.
Al confrontarnos con el texto, y vernos interpelados por la pregunta de JESÚS, nos gustaría quedarnos con el sentimiento de espera del Mesías, de los pobres de YAHVEH, «los Anawin», que esperaban al Mesías no como dominador, sino como Siervo de DIOS para restablecer el orden en la humanidad. Teniendo claro que nuestra esperanza es el encuentro entre la Promesa de DIOS, siempre Amplio, y la situación actual, siempre llenas de desilusiones, que continuamente parece desmentir a la Promesa y Retrasarla.
Por eso es que hoy JESÚS nos pide aumentar nuestra FE, no en un Mesías que venga a imponer sus caprichos personales, sino más bien en la Fuerza de Su Espíritu, para poder Transformar nuestros corazones y con esa Fuerza asumir con firmeza nuestras responsabilidades, y no dejar que otros la asuman por nosotros. Y entender que para poder hacer reinar la justicia, tiene que haber un proceso de reconocernos todos como iguales, asumir responsabilidades, perdonarnos y reconciliarnos, esa debería ser la hoja de ruta. No es fácil, pero si nos unimos en oración y cada uno deja a un lado las pequeñas cosas que nos dividen, para ir al encuentro del bienestar colectivo seguro estoy que lo lograremos.
Señor JESÚS hoy como nunca el mundo y especialmente nuestro país Venezuela está urgido de Tu Presencia para restablecer la Justicia, y para eso tenemos que reconocer los errores y las fortalezas de cada uno, asumir responsabilidades y hacer el esfuerzo de perdonarnos mutuamente. Amén.
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