En aquel tiempo, Jesús se le apareció a los Once, y les dijo: «Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.
A los que crean, les, acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.
Reflexión del Evangelio
La Iglesia universal celebra hoy, la fiesta de la Conversión de San Pablo. Como se recuerda, camino a Damasco Saulo fue derribado, por el mismo JESÚS a través de una Luz del cielo que brilló sobre él y sus compañeros, cegándolos.
Así, el antiguo perseguidor se convirtió en Apóstol y fue elegido por DIOS como uno de sus principales instrumentos para la conversión del mundo.
Liturgia del Día
La liturgia del día medita los textos: Hch 9,1-22; Sal 116; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Marcos capítulo 16, del verso 15 al 18. En el que se relata el envío de los discípulos, por parte del Señor a proclamar las Buenas Nuevas, de Cristo Resucitado. Advirtiéndoles, que, de su aceptación o rechazo depende la salvación o condenación.
También se resalta las señales que acompañarán a misioneros y creyentes «echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos» (Mc 16,17-18).
Por eso es que, Anunciar a Cristo Resucitado es la misión de todos los que creemos en Él. Acción que tiene que brotar de la alegría del Kerigma, es decir del primer encuentro con JESÚS.
Ya que, quien cree en JESÚS y lo busca en la Oración, en la Palabra y los Sacramentos, poco a poco se transforma en un Apóstol Misionero y cuanto más cultive el encuentro con JESÚS más sentirá el deseo y la necesidad de evangelizar y de imitarlo, tal como lo hizo el Apóstol San Pablo.
Documento de Aparecida
Por qué tal como nos dice el documento de Aparecida: «discipulado y misión, son como dos caras de una misma moneda; ya que cuando el discípulo está enamorado de Cristo, «no puede dejar de anunciar al mundo que solo Él nos salva» (Hch 4,12). En efecto, el discípulo sabe que, sin Cristo, no hay Luz, no hay Esperanza, no hay Amor, no hay futuro».
Porque Cristo, el verbo hecho carne, es la Roca de nuestra Salvación y la razón de nuestra existencia.
El Papa Francisco nos repite insistentemente que los cristianos somos «discípulos misioneros». Esa es nuestra identidad más profunda y nuestra forma de vivir la fe que hemos recibido.
También el Papa Pablo VI decía y repetía: «un cristiano que no es misionero, no es cristiano», es decir no vive como le pide su vocación bautismal.
Y si «la Fe mueve montañas», no habrá peligro, demonios, lenguas nuevas, serpientes, venenos, que no pueda vencerse y superarse. Porque nada resiste a la Fe y nada la hace vacilar o volver atrás, siempre y cuando esté bien fundamentada.
Anclar el barco en Cristo
Al confrontarnos con el texto y con lo que ha enseñado la Iglesia desde los primeros tiempos, sobre el seguimiento y el testimonio que cada seguidor de JESÚS, tenemos que anclar el barco de nuestras vidas en Cristo que es nuestra Esperanza.
Teniendo claro que en un mundo donde el escepticismo, la intolerancia y la indiferencia es una constante, por lo que esta Misión no es nada fácil y no la podemos asumir solos.
Lo que nos permite tener argumentos para decir que hoy más que nunca, debemos fijar nuestra mirada suplicante en el Maestro, dejarnos interpelar por Él, y con Su Fuerza Espiritual asumir con valentía Su Mandato de transformar el odio en AMOR, y la indiferencia en solidaridad.
De allí que hoy sea el día, para comprometernos con más ardor, en leer Su Palabra y ponerla en práctica, constituyendo en nuestras familias, vecinos y amigos, grupos de Lectio Divina, y con la Fuerza de Su Palabra, cada uno de nosotros podamos sentirnos y seamos realmente discípulos misioneros de JESUCRISTO en todos los espacios en que nos interrelacionamos con nuestros semejantes.
Señor JESÚS, Hoy queremos pedirte, que, así como transformaste a San Pablo en Luz de los gentiles y maestro de todos nosotros, nos concedas también a nosotros ser Tus Testigos, llevando la Luz de Tu Evangelio a la gente de nuestro tiempo.
Amén.
Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana
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