«En aquel tiempo Jesús les dijo a sus discípulos: «vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.» Después de hablar con ellos, el Señor Jesús, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban».

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana.

La Iglesia universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a San Marcos Evangelista, él fue el primero de los Evangelista que escribió de manera ordenada y sistemática sobre el Acontecimiento del DIOS Hecho Carne, JESÚS de Nazaret. En su escrito se puede percibir que Marcos, se empeña en rescatar la memoria histórica de JESÚS de Nazaret, abandonada por la visión cristológica que se concentraba, con exclusividad, en el Glorioso Cristo RESUCITADO.

La liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Marcos capítulo 16, versos del 15 al 20, En el que se relata el envío de los discípulos, por parte del Señor a proclamar las Buenas Nuevas, de Cristo Resucitado. Advirtiéndoles, que, de su aceptación o rechazo depende la salvación o condenación.

También se resalta las señales que acompañarán a misioneros y creyentes, que son las mismas de JESÚS: “echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos” (Mc 16,17).

Al hacer una lectura alegórica del texto podemos entender el mensaje para los discípulos de todos los tiempos. Así tenemos que expulsar demonios, es combatir el poder del mal que daña la vida de las personas, que muchas veces son estimuladas por nosotros, o por otros ante la indiferencia de nosotros.

Hablar lenguas nuevas, consiste en hablar o entablar relaciones con nuestros semejantes de una manera distinta, compartiendo nuestros pareceres y escuchando de manera respetuosa las opiniones de los demás, de tal manera que podamos construir el lenguaje del AMOR de DIOS.

Vencer los venenos, es ponerle un muro de contención a los que envenenan la convivencia social con el chisme, con las envidias, con los egoísmos, con las indiferencias. Y sanar a los enfermos, aun cuando no todos somos médicos, si podemos tener palabras y gestos de solidaridad para hacerle frente al drama sanitario y hospitalario que estamos viviendo.

La perícopa se cierra con un Mensaje esperanzador, ya que nos dice que: “Jesús subió al Cielo y se sentó a la derecha del Padre y desde allí acompaña a la Misión de los discípulos” (Mc 16,19-20).

Y es que Su Ausencia física asegura un nuevo tipo de Presencia: la del Espíritu del Resucitado, que se hace realidad por medio del Cuerpo Místico de la Iglesia, cuando cada uno de sus miembros asumimos con alegría el Anuncio de Su Evangelio en los distintos entornos donde interactuamos.

Por qué tal como nos dice el documento de Aparecida: “discipulado y misión, son como dos caras de una misma moneda; ya que cuando el discípulo está enamorado de Cristo, “no puede dejar de anunciar al mundo que solo Él nos salva (Hch 4,12).

En efecto, el discípulo sabe que, sin Cristo, no hay Luz, no hay Esperanza, no hay Amor, no hay futuro.” Porque Cristo, el verbo hecho carne, es la Roca de nuestra Salvación y la razón de nuestra existencia”.

Al confrontarnos con el texto y con lo que ha enseñado la Iglesia desde los primeros tiempos, sobre el seguimiento y el testimonio que cada seguidor de JESÚS, tenemos que dar con nuestras vidas, en un mundo donde el escepticismo, la intolerancia y la indiferencia es una constante y por consiguiente saber que esta Misión no es nada fácil.

Lo que nos permite tener fundamento para decir que hoy más que nunca tenemos que tener nuestra mirada en el Maestro, dejarnos interpelar por Él, y asumir con valentía Su Mandato.

Mandato del Señor que en este tiempo de Pascua debe de retumbar en nuestros oídos y corazones, que nos invita a renovar nuestro compromiso misionero para Anunciar a Cristo Resucitado a todos nuestros semejantes.

Porque, quien cree en JESÚS y lo busca en la oración, en Su Palabra, presente en la Sagrada Escritura y en los sacramentos, poco a poco se transforma en un Testigo de Su Obra. Y cuanto más cultive el encuentro con JESÚS más sentirá el deseo y la necesidad de Evangelizar y de imitarlo, venciendo todas las trabas que se le presenten.

Señor JESÚS, fortalece nuestra Fe en TÍ, para entender que no habrá peligro, demonios, serpientes, venenos, que no pueda ser vencido y superado. Porque nada resiste a la Fe y nada la hace vacilar o volver atrás, siempre y cuando estemos Configurados Contigo. Amén.

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