“En aquel tiempo, volvió Jesús a su tierra, y sus discípulos se fueron con él. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga y mucha gente lo escuchaba con estupor. Se preguntaban: “¿De dónde le viene todo esto? ¿Y qué pensar de la sabiduría que ha recibido, con esos milagros que salen de sus manos? Pero no es más que el carpintero, el hijo de María; es un hermano de Santiago, de José, de Judas y Simón. ¿Y sus hermanas no están aquí entre nosotros?”.
Se escandalizaban y no lo reconocían. Jesús les dijo: “Si hay un lugar donde un profeta es despreciado, es en su tierra, entre su parentela y en su propia familia”.
Y no pudo hacer allí ningún milagro. Tan sólo sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos. Jesús se admiraba de cómo se negaban a creer”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana
En este Décimo Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario la Iglesia Universal celebra, la fiesta entre otros santos en honor al Beato Pier Giorgio Frassati, nació el 6 de abril de 1901 y murió en Turín el 4 de julio de 1925.
Unos días antes había escrito: “En este mundo que se ha alejado de Dios falta la paz, pero falta también la caridad, o sea el amor verdadero y perfecto. Quizá si San Pablo fuese escuchado por todos nosotros, las miserias humanas serían un poco disminuidas”.
Juan Pablo II lo beatificó el 20 de mayo de 1990. Lo denominó “el hombre de las ocho bienaventuranzas, y es el Patrono oficial de las Jornadas mundiales de la juventud”.
Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Marcos capítulo 6, verso 1 al verso 6, donde se narra el retorno de JESÚS al pueblo donde se había criado. Y cuando llegó el sábado fue al cumplimiento de su precepto religioso. A JESÚS le correspondió tomar la palabra para explicar lo que decía el texto Sagrado.
Es de hacer notar que era costumbre en la reunión de la sinagoga que un lector leyera el texto de la Sagrada Escritura, que hoy llamamos Antiguo Testamento y otro lo explicara. Los habitantes de Nazaret quedan asombrados de sus sabias palabras y comienzan a preguntarse quién le ha enseñado y dónde ha aprendido todas esas cosas que explica.
Y es que durante el tiempo en que JESÚS vivió en medio de sus paisanos, nunca manifestó algún don especial, y tal vez no lo habían designado para ningún cargo en la comunidad de la sinagoga. Desde pequeño se habían acostumbrado a tratarlo como a uno más de ellos.
Y por eso quedan asombrados de su explicación y empiezan a preguntarse por su identidad, como si después de 30 años de vivir en medio de ellos, no supieran quién era.
Y su asombro termina en escándalo e incomprensión, porque buscan la respuesta en una dirección equivocada. Creen saber todo sobre JESÚS, porque conocen a sus padres y familiares y le han visto trabajar como un joven más del pueblo, y lo rechazan, si tener en cuenta lo que está escrito en la Sagrada Escritura: “Porque el SEÑOR es excelso, Y atiende al humilde, Pero al altivo conoce de lejos” (Sal 138,6). Por eso JESÚS expresa aquella queja lapidaria: “Si hay un lugar donde un profeta es despreciado, es en su tierra”
Al confrontarnos con el texto, y ver la actitud de los paisanos de JESÚS, que creían conocerlo, pero en realidad no lo conocían. Ya que para sus vecinos JESÚS no había estudiado, había crecido como un muchacho más del pueblo y, por tanto, escucharle hablar de esa manera y enseñar como un maestro les resultaba sospechoso.
Y como JESÚS nunca hizo cosas extraordinarias entre ellos, se extrañaban de lo que se decía de su actuación en otros lugares y de que ya fuera famoso. Por lo que no habían captado todavía el “secreto de la persona de JESÚS”. Y lo que decía y hacía les resultaba escandaloso.
También a la mayoría de nosotros nos puede pasar eso mismo, ya que, la mayoría de las veces uno cree conocer a sus prójimos, pero no es así. No siempre las personas son lo que parecen, pues llevan dentro de sí, riquezas, que no consiguen descubrir quienes sólo nos dejamos llevar por las apariencias o por lo que dice la gente.
Porque los prejuicios nos llevan siempre a pensar lo peor y a descalificar a quien se aparta de nuestras ideas y gustos, porque es bien difícil juzgar correctamente a las personas, y por eso limitamos la Presencia de DIOS en medio de nosotros.
De allí que hoy sea el día para preguntarnos: ¿acepto con alegría y entusiasmo la manifestación de la vocación profética de algún miembro de mi comunidad, aun cuando piense que esa persona tenga menos preparación intelectual o religiosa que yo? ¿considero que, en las palabras de mis semejantes, que tienen que ver con la corrección de alguna desviación personal o comunitaria está la Presencia de DIOS, o más bien trato de descalificar esa opinión porque afecta mis intereses personales?
Señor JESÚS, danos la fe necesaria para abrirnos confiadamente a Tu Gracia y así poder reconocer Tu Presencia en cada uno de nuestros semejantes, por mi iletrado y limitado que nos parezcan, porque es en ellos donde se manifiesta la grandeza de Tu Reino. Amén.
Luis Perdomo
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