Evangelio del Día. Mateo 1,1-17

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«Libro de los orígenes de Jesucristo, hijo de David e hijo de Abrahán. Abrahán fue padre de Isaac, y éste de Jacob. Jacob fue padre de Judá y de sus hermanos. De la unión de Judá y de Tamar nacieron Farés y Zera. Farés fue padre de Esrón y Esrón de Aram. Aram fue padre de Aminadab, éste de Naasón y Naasón de Salmón. Salmón fue padre de Booz y Rahab su madre. Booz fue padre de Obed y Rut su madre.

Obed fue padre de Jesé. [6] Jesé fue padre del rey David. David fue padre de Salomón y su madre la que había sido la esposa de Urías. Salomón fue padre de Roboam, que fue padre de Abías. Luego vienen los reyes Asá, Josafat, Joram, Ocías, Joatán, Ajaz, Ezequías, Manasés, Amón y Josías.

Josías fue padre de Jeconías y de sus hermanos, en tiempos de la deportación a Babilonia. Después de la deportación a Babilonia, Jeconías fue padre de Salatiel y éste de Zorobabel. Zorobabel fue padre de Abiud, Abiud de Eliacim y Eliacim de Azor. Azor fue padre de Sadoc, Sadoc de Aquim y éste de Eliud. Eliud fue padre de Eleazar, Eleazar de Matán y éste de Jacob. Jacob fue padre de José, esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. De modo que fueron catorce las generaciones desde Abrahán a David; otras catorce desde David hasta la deportación a Babilonia, y catorce más desde esta deportación hasta el nacimiento de Cristo».

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a Santa Yolanda, hija del Conde Veanden y sobrina de Santa Isabel de Hungría. Alos 16 años de edad renuncia a una vida de lujos y de confort, enfrentando al carácter y las decisiones de su padre, ya que Yolanda había decidido llevar una vida consagrada a DIOS, como Dominica en Marienthal. Su vida fue un ejemplo de sacrificio, devoción y humildad.

Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO según San Mateo, capítulo 1, del verso 1 al verso 17. En el que se nos presenta el libro de la genealogía de Nuestro Señor JESUCRISTO. Es una lista que contiene 42 nombres, ordenados en tres series de catorce, y la de JESÚS será la definitiva, con la que se da el cumplimiento del tiempo esperado.

Con esta narrativa el escritor sagrado da respuesta a sus destinatarios judíos que JESÚS tenía realmente todas las credenciales del Mesías prometido en línea directa con el rey David. Ya que la expresión «JESUCRISTO, hijo de David, hijo de Abraham» tiene la intención de dar cumplimiento a lo que DIOS había Prometido al pueblo de Israel, por medio de Abraham, Moisés y David.

 Muy pertinente es destacar que la palabra «Cristo» es la traducción griega de la palabra hebrea «Ungido» o «Mesías», y el significado del nombre compuesto JESUCRISTO le da una importancia escatológica en el lenguaje del Reino, ya que significa: «esperanza que ha llegado y vendrá» «promesas de DIOS cumplidas en El». Lo que anuncia discretamente al que vino a salvar a los pecadores y a abrir el Reino de DIOS a las muchedumbres venidas de todos los pueblos.

Al confrontarnos con el texto vemos que la Encarnación de DIOS, es un hecho histórico y que para poder darse en el tiempo propicio hubo de educarse pacientemente al pueblo de Israel. Y cuando la conciencia colectiva y la experiencia religiosa habían alcanzado una madurez suficiente para que la venida y la predicación de JESÚS tomara su pleno sentido y tuviera valor para la humanidad de todos los tiempos, fue que se dio tal ACONTECIMIENTO.

 Por eso es que JESÚS se arraiga en la humanidad al cabo de siglos de una historia marcada por el pecado y también por la esperanza, marcando así la dimensión histórica de esta venida, y dando inicio a otras dos formas de vivir este Acontecimiento. Una dimensión escatológica, que es la enseñanza que desde el inicio nos ha dado la Iglesia, para estar preparados para la segunda venida del Señor, en la que llevará a cabo el juicio universal y cuya fecha nadie conoce.

 Y una dimensión mística, que es la preparación moral y espiritual del seguidor de Cristo, para ser luz y fermento, con un auténtico testimonio de vida, en medio del mundo, que está urgido de las Buenas Nuevas del Reino de DIOS. Y que la podemos palpar en el día a día de nuestras vidas, en la Palabra Proclamada, en los Sacramentos, en la Eucaristía y en la práctica cotidiana de AMOR y servicio hacia nuestros prójimos.

Señor JESÚS Tú eres el Señor de la historia, el Principio y Fin de todas las cosas, ayúdanos a entender Tú doble Naturaleza, para que con la Fuerza de Tu Espíritu podamos Transformar las realidades de este mundo terreno en espacios aptos para la convivencia humana. Amén.

Luis Perdomo

 

 

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