En aquel tiempo, Inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús obligó a sus discípulos a que se embarcaran; debían llegar antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Jesús, pues, despidió a la gente, y luego subió al cerro para orar a solas. Cayó la noche, y él seguía allí solo. La barca en tanto estaba ya muy lejos de tierra, y las olas le pegaban duramente, pues soplaba el viento en contra.
Antes del amanecer, Jesús vino hacia ellos caminando sobre el mar. Al verlo caminando sobre el mar, se asustaron y exclamaron: «¡Es un fantasma!» Y por el miedo se pusieron a gritar. En seguida Jesús les dijo: «Animo, no teman, que soy yo.» Pedro contestó: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti caminando sobre el agua.»
Jesús le dijo: «Ven.» Pedro bajó de la barca y empezó a caminar sobre las aguas en dirección a Jesús. Pero el viento seguía muy fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: «¡Señor, sálvame!» Al instante Jesús extendió la mano y lo agarró, diciendo: «Hombre de poca fe, ¿por qué has vacilado?» Subieron a la barca y cesó el viento, y los que estaban en la barca se postraron ante él, diciendo: «¡Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios!
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela.
La Iglesia Universal celebra hoy el Décimo Noveno Domingo del tiempo ordinario y recordamos la fiesta entre otros santos en honor a los santos Ponciano, Papa e Hipólito, Presbítero, mártires que fueron deportados juntos, a Cerdeña, y con igual condena, adornados, al parecer, con la misma corona, fueron trasladados finalmente a Roma, Hipólito, al cementerio de la vía Tiburtina, y el papa Ponciano, al cementerio de Calisto.
En la liturgia del día meditamos los textos: 1Re 19, 9ª.11-13a; Sal 84; Rm 9,1-5 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Mateo, capítulo 14, desde el verso 22 al 33. En el que se narran una serie de acciones que se llevan a cabo inmediatamente después del gran milagro de la multiplicación de los panes y los peces. A este relato se une el de la caminata de JESÚS sobre las aguas. Ambos relatos hacen referencias a los hechos narrados en el libro del Éxodo: el alimento del maná y el paso del Mar Rojo, y quieren recordarnos que el verdadero liberador es Cristo.
JESÚS ha percibido que el pueblo entusiasmado por ese Gran Milagro y por todas las acciones terapéuticas que Él ha hecho a su favor, quieren hacerlo Rey. Más preocupante es que también los discípulos se han contagiado del triunfalismo del pueblo. Están desorientados porque no logran entender el Mesianismo de JESÚS, ni lo que Él dice sobre el Reino de DIOS. Por eso JESÚS envía a los discípulos a que crucen el lago, mientras que Él despide a la multitud y hace oración. JESÚS necesita pasar lo noche en oración, para preguntarle al PADRE el Camino a seguir. Recordemos que siempre que JESÚS tiene que afrontar un momento Trascendental de Su Misión Acude al Encuentro directo y cercano con El PADRE.
Al confrontarnos con el texto, y ubicarnos en nuestra realidad de discípulo, en la que El Maestro nos manda a ir a la otra orilla, como diciéndonos vayan a las realidades duras que se viven en el día a día de sus vidas. No se queden quietos en las pocas o muchas comodidades que disfrutan. Él nos da libertad para que viajemos en la barca de nuestra vida, sin Su Presencia, de tal manera que, ante las tormentas y las turbulencias del mal, que amenazan nuestra existencia, podamos descubrir nuestra fragilidad y la necesidad de Su Compañía, para poder sortear todos los peligros, que nos permita llegar a un Puerto Seguro.
Y al igual que Pedro podamos decir: «Tú eres verdaderamente el Hijo de Dios.» Que es una expresión de Fe y de confianza en Aquel que es el único que puede ayudarnos a salir de una situación como la que estamos viviendo, en la que necesitamos una Fe sólida, que sea capaz de percibir de manera objetiva las dificultades, para poder superarlas con nuestros dones y con la convocatoria de otros a formar una comunidad solidaria, donde todos estemos al servicio de todos.
Por eso es que JESÚS nos marca la Pauta de acudir al PADRE, para que en oración profunda nos ayude a discernir sobre el rumbo que debemos darles a nuestras decisiones, pero sobremanera, para que no claudiquemos ante los problemas, ni ante las amenazas de la muerte. Porque la Fe debe de ser purificada en el crisol de la oración, lo que nos permite conjugar nuestra praxis y conocimiento humano con el AMOR de JESÚS, que nos dice: “¡Ánimo, no tengan miedo!” (Mt 14,27), “Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin de los tiempos” (Mt 28,20).
Señor JESÚS, Tú conoces la fragilidad de nuestra Fe, especialmente en los momentos de prueba. Ayúdanos a entender que “Tú eres verdaderamente el Hijo de Dios.» El que nos puede Salvar de esta hecatombe en la que estamos sumergidos. Amén.
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