Un día, estando Jesús en Galilea con los apóstoles, les dijo: «El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y le matarán. Pero resucitará al tercer día.» Ellos se pusieron muy tristes. Al volver a Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los que cobran el impuesto para el Templo. Le preguntaron: «El maestro de ustedes, ¿no paga el impuesto?» Pedro respondió: «Claro que sí». Y se fue a casa. Cuando entraba, se anticipó Jesús y le dijo: «Dame tu parecer, Simón. ¿Quiénes son los que pagan impuestos o tributos a los reyes de la tierra: sus hijos o los que no son de la familia?» Pedro contestó: «Los que no son de la familia.» Y Jesús le dijo: «Entonces los hijos no pagan. Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, vete a la playa y echa el anzuelo. Al primer pez que pesques ábrele la boca, y hallarás en ella una moneda de plata. Tómala y paga por mí y por ti.

Reflexión hecha por: Luis Perdomo. Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela.

La Iglesia universal, celebra hoy, la fiesta entre otros santos en honor San Maximiliano María Kolbe, presbítero y mártir. Nació el 8 de enero de 1894, en Zduńska Wola, Polonia. Fue un clérigo franciscano conventual y un gran propagador de la devoción al Inmaculado Corazón de María. Murió el 14 de agosto de 1941, en el campo de concentración de Auschwitz. Cuando el Santo Padre Pablo VI lo declaró beato, a esa gran fiesta asistió el hombre por el cual él había ofrecido el sacrificio de su propia vida. Fue declarado santo por Juan Pablo II, su paisano, ante una multitud inmensa de polacos.

Y en la liturgia diaria meditamos los textos de: Dt 10,12-22; Sal 147 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Mateo capítulo 17, del verso 22 al 27. En el que se nos narra, el segundo Anuncio de la Pasión que JESÚS, hace a sus discípulos. Y en medio de esta conversación se les aparecen los cobradores de impuesto. Recordemos que todos los judíos pagaban el impuesto para el mantenimiento del Templo y el tributo que como vasallos tenían que pagarle al imperio romano, por eso los cobradores se acercan a Pedro por ser él el dueño de la casa en que JESÚS se aloja.

Y aunque JESÚS se opone al pago del impuesto, decide finalmente pagarlo con dinero obtenido milagrosamente, y aprovecha la oportunidad para dar a entender quién es Él: los cobradores no saben que se están dirigiendo al Hijo de DIOS. Que lo demuestra con el mandato que el Maestro le da a Pedro, para que vaya a lanzar el anzuelo, donde se ve el dominio del Señor sobre toda criatura y, también, Su solidaridad más estrecha con Pedro, por su inmensa entrega en la misión emprendida.

Muy oportuno es señalar que el Templo que debía ser lugar de oración y de vivencia de la comunidad, por los intereses mezquinos de los dirigentes del pueblo judío, se convierte en un instrumento de poder que agobia con los impuestos al pueblo de Israel. JESÚS tiene claro que hay destruir no al edificio material del Templo, sino a la teología, el culto y la organización institucional, sobre la cual está construido, que son contrarios a la Voluntad de DIOS.

Al confrontarnos con el texto y ver que el Hijo de DIOS hace un nuevo Anuncio a sus Discípulos, de Su Pasión, Muerte y Resurrección, y a continuación se le acercan los cobradores de impuestos con quienes sostiene un nuevo diálogo, totalmente distinto, situación que da la impresión de que Mateo escribe sin orden y no lleva una ilación correcta de sus argumentos. Pero en realidad no hay tal disyuntiva, ya que cuando JESÚS habla de su Muerte, está manifestando que ha sido enviado por el PADRE, para pagar el tributo o rescate al gran César de este mundo, el que “nos tiene de por vida, sometidos y esclavizados por temor a la muerte” (Heb 2,15).

Y es que, al morir JESÚS y ser sepultado, con Su Resurrección rompió el sepulcro, y la trampa de la muerte para siempre, y con su victoria todos estamos invitados junto con Él a vencer la trampa de la muerte. Invitación que a la gran mayoría de sus seguidores nos cuesta entender, porque nos gusta más ver a un JESÚS Glorioso, que verlo colgado en la Cruz, nos gusta más verlo en el Sagrario, o en nuestras comodidades, que verlo en las dificultades caminando con los enfermos o con los menesterosos y perdonando de verdad a todos aquellos que nos ofenden. De allí que hoy sea el día para entender que al asumir el servicio hacia los demás y el perdón a todos aquellos que nos ofenden, no es un signo de debilidad o insensatez, sino que es el tributo que tenemos que pagar para poder vencer las estructuras del mal que oprimen a la humanidad.

Señor JESÚS con Tu Muerte y Resurrección, pagaste nuestro tributo al príncipe del mal, para hacernos libres y para que obremos según Tu Voluntad, cambiando las estructuras del mal, en puntos de encuentros donde todos nos tratemos con la misma dignidad que Tú nos has dado. Amén.

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