“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela.

La Iglesia Universal celebra hoy el Vigésimo Tercer Domingo del tiempo ordinario y recordamos la fiesta entre otros santos en honor a San Nicolás de Tolentino, fue miembro de la orden de los Agustinos Ermitaños, fundada un año antes de su nacimiento y a la que accedió en 1256, tras una infancia y juventud de fervor religioso. Fue ordenado sacerdote en 1269 en Cingoli, y pasó a dedicar su vida al apostolado desde Tolentino. Nació en San Angelo (Italia) en 1245, y partió a la Casa del Padre el 10 de septiembre de 1305, fue enterrado en la iglesia de su convento en Tolentino. Es el patrono de las almas del purgatorio.

En la liturgia del día meditamos los textos: Ez 33,7-9; Sal 94; Rm 13,8-10 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Mateo, capítulo 18, desde el verso 15 al 20. En el que el Maestro da unas instrucciones precisas a sus discípulos de todos los tiempos, que giran en torno a dos aspectos bien importante sobre la vida en comunidad. Uno tiene que ver con el pecado de los miembros de la comunidad y la manera como deben afrontarse, para que ese, o, esa, miembro de la comunidad pueda volver al seno de la misma. El otro tema que aborda el Maestro es el de la oración, la cual debe llevar dos cualidades fundamentales: ser expresadas en comunidad e invocar la intersección, ante el PADRE, de Nuestro Señor JESUCRISTO.

Y es que, reunidos en el Nombre de JESÚS, la oración de la comunidad, de un equipo apostólico, o de una pareja cristiana, hace brotar en medio de ellos, un Espíritu comunitario, de acogida a los pobres, de perdón continuo y de aceptación de los demás. Porque, la oración de una comunidad que tiene ansias apostólicas y que le pide a DIOS a gritos que le dé lo que le pide, son los rasgos característicos de una Iglesia, que pone su confianza en la Providencia Divina, para afrontar los desafíos de la evangelización.

Al confrontarnos con el texto, vemos que el texto va dirigido a una comunidad cristiana en la que existen problemas de convivencia, y que, con muy pocas excepciones, pareciera ser uno de nuestros rasgos más comunes, de la mayoría de nuestras comunidades cristianas de todos los tiempos. Por eso el Maestro nos invita a la oración y a la corrección fraterna, y cuya finalidad, no es otra que, la de eliminar toda piedra de escándalo, y traer de vuelta al descarriado a la COMÚN-UNIÓN con toda la Comunidad.

  Sin embargo, hay que tener claro que la corrección al otro, es un tema arduo y complejo, pues hay que tener mucha sabiduría para corregir a los demás. Para ser más exactos tendríamos que puntualizar que, solo podríamos corregir al hermano, desde la Sabiduría de DIOS. Job nos ayuda a discernir, diciéndonos como corrige DIOS: “Él es el que hiere y el que venda la herida, el que llaga y luego cura con su mano” (Job 5,18). Porque existe la corrección desde la prepotencia, desde el creer tener la razón, también desde el rencor por cuentas antiguas. Y existe la corrección desde la compasión, la misericordia y sobre todo la de morir por el otro, esta es la corrección de DIOS. El coge nuestras heridas y las hace suyas: “Con sus heridas han sido curados” (1Pe 2,24b).

 Obviamente que cualquier ser humano al ser corregido y amado por DIOS, desde Su Sabiduría y Ternura, tiene que necesariamente salir a compartirlos con otros y aplicarlos con otros, salvo que sea demasiado ruin. Por eso es que hoy es el día para preguntarnos: ¿Le pido a DIOS la suficiente sabiduría para corregir correctamente a mis semejantes? ¿Cuál de las correcciones aplico a mis semejantes? ¿desde la prepotencia?, ¿desde el creer tener siempre la razón, ¿desde la retaliación o desde la Sabiduría de DIOS?

 Señor JESÚS, ayúdanos a tener la suficiente madurez y sabiduría para poder corregir a nuestros hermanos, con las mejores palabras y danos la humildad necesaria para saber qué pecamos a cada instante y por lo cual debemos ser corregidos. Amén.

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