«En aquel tiempo Jesús dijo: «Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente le envió a su hijo, diciendo: «A mi hijo le respetarán.» Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: «Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia.»  Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?» Le respondieron: «A esos miserables les dará una muerte miserable arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo.»  Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: = La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos.»

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela.

 La Iglesia Universal celebra hoy el Vigésimo Séptimo Domingo del tiempo ordinario y recordamos la fiesta, entre otros santos, en honor a San Demetrio de Tesalónica. Nacido en Tesalónica, Grecia hacia el 270 d.C. Logró desde temprana edad un alto cargo en el ejército romano. Sin embargo, a pesar de su puesto, seguía fiel a sus creencias cristianas, al punto de proclamar el Evangelio entre sus compañeros y procurar algunas conversiones. En virtud de ello, fue hecho prisionero y llevado ante el emperador Maximiano, donde proclamó su fe, por lo que fue condenado a muerte y ejecutado, según la tradición, el 26 de octubre del año 306.

En la liturgia del día meditamos los textos: Is 5,1-7; Sal 79; Flp 4,6-9 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Mateo, capítulo 21, desde el verso 33 al 43. En el que JESÚS les comparte a sus interlocutores una nueva parábola con la imagen de la Viña, pero esta vez le agrega unos viñadores homicidas. Enseñanza, que para los entendidos es una clara alusión a la clase dirigente del pueblo de Israel, ya que el rechazo de los dirigentes al Mesías había alcanzado su punto más álgido, al estar haciendo planes para matarlo.

 Dando respuesta a sus planes maquiavélicos, JESÚS toma un ejemplo bastante fuerte para expresar la gran frustración que Él siente en lo más íntimo de Su Ser, por esa actitud tan absurda de Sus paisanos que habían esperado tanto al Mesías y ahora lo rechazaban. Sin embargo, todo lo que este pueblo creyó y esperó en su momento, ahora debe de ser entendida desde el Cumplimiento de la Promesa, inaugurada por el Hijo, con Su Pasión, Muerte y Resurrección.

  Al confrontarnos con el texto, vemos que los nuevos arrendatarios de la Viña, es decir, cada uno de los que nos consideremos seguidores de JESÚS, no podemos cometer los mismos errores de los dirigentes del pueblo judío, que es la de incurrir en la obstinación y en la incredulidad para renegar de la Novedad del Evangelio de JESÚS, que no se presentan de manera portentosa, sino más bien en el desarrollo cotidiano de nuestras vidas.

 Y es que DIOS constantemente nos está enviando «mensajeros» para que pongamos a producir los dones que Él nos ha Regalado, pero muchas veces las actitudes y las palabras de esas personas «lesionan» nuestros intereses o desenmascaran nuestra continua obstinación, y por eso optamos por execrarlos de nuestros entornos, o declararlos personas no grata a nuestros oídos.

 Por eso es que la tarea que tenemos como discípulos de JESÚS, es la de adherirnos total y plenamente al Proyecto de Vida que el Maestro nos Revela y para que esto suceda, debemos de apartar de nuestras vidas los egoísmos, las ambiciones desmedidas y el orgullo, dejando así que Nuestro Señor Tome el control   de nuestras mentes y de nuestros corazones, para transformarnos en creaturas nuevas, donde la Semilla del Reino comiencen a crecer y a dar frutos. Y al dar frutos, también estaremos transformando la Viña, que es la Iglesia y desde allí permear toda la sociedad donde está incardinada. Si actuamos así seremos unos dignos viñadores aceptados por el Dueño, que nos encomendará nuevas tareas. 

 Señor JESÚS, ayúdanos a entender que es solo descubriéndote como la «Piedra Angular» de nuestras vidas, es como podemos alejar de nuestros corazones las ambiciones y egoísmos que han negado a la humanidad la posibilidad soñada por Ti de tener mundo justo y solidario. Amén.

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