En aquel tiempo, Jesús siguió hablándoles por medio de parábolas: «Aprendan algo del Reino de los Cielos. Un rey preparaba las bodas de su hijo, por lo que mandó a sus servidores a llamar a los invitados a la fiesta. Pero estos no quisieron venir.

De nuevo envió a otros servidores, con orden de decir a los invitados: He preparado un banquete, ya hice matar terneras y otros animales gordos y todo está a punto. Vengan, pues, a la fiesta de la boda. Pero ellos no hicieron caso, sino que se fueron, unos a sus campos y otros a sus negocios. Los demás tomaron a los servidores del rey, los maltrataron y los mataron.

El rey se enojó y envió a sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos e incendiaron su ciudad. Después dijo a sus servidores: El banquete de bodas sigue esperando, pero los que habían sido invitados no eran dignos. Vayan, pues, a las esquinas de las calles e inviten a la fiesta a todos los que encuentren.

los servidores salieron inmediatamente a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, de modo que la sala se llenó de invitados. Después entró el rey para conocer a los que estaban sentados a la mesa, y vio un hombre que no se había puesto el traje de fiesta.

Le dijo: Amigo, ¿cómo es que has entrado sin traje de bodas? El hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a sus servidores: Atenlo de pies y manos y échenlo a las tinieblas de fuera. Allí será el llorar y el rechinar de dientes.  Sepan que muchos son llamados, pero pocos son elegidos.

Reflexión del evangelio

La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta de Santa María Virgen, Reina. A semejanza y en perfecta coincidencia con el Reino de JESUCRISTO, que no es temporal ni terreno, sino que más bien es un reino eterno y universal.

Esta fiesta litúrgica fue instituida por el Papa Pío XII en 1954 al coronar a la Virgen en la Basílica de Santa María la Mayor, Roma, Italia, el 11 de octubre de 1954, día en que también el Pontífice promulgó el documento principal del Magisterio de la Iglesia, la Encíclica Ad Caeli Reginam, que habla sobre la dignidad y realeza de María.

La liturgia del día meditamos los textos: Ez 36,23-28; Sal 50; y el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, según San Mateo capítulo 22, del verso 1 al 14. En el que JESÚS continúa dando pistas sobre el Gran Acontecimiento que significa Su Encarnación en la Humanidad.

Para eso se sirve de la parábola del banquete de bodas, cuya narración está dividida en dos partes bien definidas.

En la primera parte DIOS nos llama a un Banquete en el que hay lugar para todos. Ha enviado a Sus Profetas, para predicar la Justicia, la Misericordia y la confianza en Su proyecto de Vida. Sin embargo, son muy contados, los que en distintas etapas de la historia han hecho caso a esta invitación.

Los primeros invitados representan al pueblo judío, que no hizo mucho caso de los profetas, menos aún hará caso de JESÚS. Sin embargo, no fallará, ni se detendrá por esto, el Proyecto de DIOS, sino que enviará a sus Apóstoles a predicar el Evangelio a los pueblos que todavía no lo conocen para que entren en la Iglesia, el Nuevo Pueblo de DIOS.

Por eso es que, siguiendo las parábolas anteriores, los ricos se niegan a participar en la fiesta que ofrece DIOS, por la Boda de Su Hijo, con la Novia, es decir Su Iglesia. Ellos consideran que sus actividades son más importantes, que la invitación al Banquete.

Así que, como en las ocasiones en que JESÚS, compartió la mesa con publicanos y pecadores, en esta parábola serán los excluidos los convocados a participar del Banquete, quienes sin disculpa aceptan la invitación y son los que simbolizan al nuevo pueblo de DIOS.

La escena final es inesperada. Un invitado ha entrado sin el traje apropiado. Con esta segunda parte de la parábola queda claro que, no basta con ser pobre y aceptar la invitación para tener asegurada la participación en el Banquete.

Ya que, para sentarse en el Banquete de la Vida Eterna, es necesario ponerse el Vestido del Proyecto de JESÚS, que es Amor y Solidaridad Verdadera. Y por eso es que, «muchos son llamados, pero pocos son elegidos» (Mt 22,14).

Al confrontarnos con el texto, vemos que todos estamos invitados a la fiesta, pero solo si nos revestimos de la Palabra de DIOS y cambiamos nuestros estilos de vida, podremos disfrutar plenamente del Banquete preparado por DIOS.

No pensemos que el invitado sorprendido sin traje de fiesta era, por pobre, ya que en ese tiempo se acostumbraba proporcionar a los invitados las túnicas que usarían en la fiesta. Este la recibió y no se la puso, quizás por irresponsable o por descuidado, por eso quedó callado sin tener que responder.

De allí que hoy sea el día para preguntarnos: yo, que me considero un discípulo de JESÚS, ¿tendré el traje nuevo, es decir, una vida justa, pura y responsable, que me permitan participar del Banquete de la Vida?, ¿el traje de dignidad y de compromiso, que he recibido en mi bautismo, lo uso en mi vida cotidiana, o más bien pretendo tenerlo colgado en casa, para hacer uso de una vida licenciosa? ¿Y si somos sorprendidos infraganti sin nuestro traje, que responderemos?

Señor JESÚS, ayúdanos a “Revestirnos del Hombre Nuevo”, que es Tu Propia Dignidad, con la que podremos entregarnos a Servir y Amar a nuestros semejantes tal como Tú lo Haces con nosotros, y de esta manera entremos a participar Jubilosamente en el Banquete de la Vida Eterna.

Amén.

Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana

¡Síguenos en nuestras redes sociales y descargar la app!

Facebook X Instagram WhatsApp Telegram Google Play Store