En aquel tiempo Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Hagan, pues, y observen todo lo que les digan; pero no imiten su conducta, porque dicen y no hacen.
Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame «Rabbí».
«Ustedes, en cambio, no se dejen llamar «Rabbí», porque uno solo es su Maestro; y ustedes son todos hermanos. Ni llamen “Padre” a ninguno de ustedes en la tierra, porque uno solo es su Padre: el del Cielo.
Ni tampoco se dejen llamar «instructores», porque uno solo es su Instructor: el Cristo. El mayor entre ustedes será su servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana.
La Iglesia Universal celebra hoy el Trigésimo Primer Domingo del tiempo ordinario y recordamos la fiesta, entre otros santos, en honor a los Santos Isabel y Zacarías, padres de San Juan Bautista, Precursor del Señor. Isabel, al recibir a su pariente María en su casa, llena de Espíritu Santo saludó a la Madre del Señor como bendita entre todas las mujeres, y Zacarías, sacerdote lleno de espíritu profético, ante el hijo nacido alabó a Dios redentor y predicó la próxima aparición de Cristo, Sol de Oriente, que procede de lo Alto.
En la liturgia del día meditamos los textos: Ml 1,14b-2,2b.8-10; Sal 130; 1Ts 2,7b-9.13 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Mateo, capítulo 23, desde el verso 1 al 12. En el que JESÚS se enfrenta con el modo de proceder de los guías religiosos del pueblo judío, personificados en los fariseos y los escribas, a los que les reclama su protagonismo, hecho de apariencia y de exigencias a los demás, sin dignarse a “mover un dedo” para ayudar a la pobre gente a soportar las cargas que ellos les imponen.
Muy pertinente es destacar que, en el tiempo de JESÚS, los judíos debían cumplir con unos 613 preceptos y normas, que habían sido redactados por los letrados y fariseos, para beneficiar más a la estructura del poder religioso y político, que a «las personas de a pie», que es donde realmente debe de reconocerse el Accionar de DIOS. Por eso es que JESÚS denuncia a estas normas injustas, que servían más para las prácticas rituales y el cobro de impuestos, que para tener sociedades donde reine la justicia y la equidad que es el querer de DIOS para los hombres.
Ya que lamentablemente la tendencia preponderante de los seres humanos es la de buscar el poder y el tener a toda costa, y para ello se colocan las instituciones, las normas, las estructuras de poder y las tradiciones por encima de las personas, y ese modo de proceder pasa en mayor o en menor grado en los grupos políticos, económicos, sociales y también en nuestros grupos de apostolados, por lo que podemos decir que todos tenemos algo de letrados y de fariseos en nuestro proceder cotidiano. Porque es más fácil una hora de oración para que nos vean, que dar de comer, de beber y de vestir al necesitado.
Al confrontarnos con el texto vemos que, los fariseos y letrados a los que se dirige JESÚS, somos nosotros, que estamos llamados a enmendar nuestra forma de actuar y a Configurarnos plenamente con el Ser y el Hacer del Maestro. Por eso es que tenemos que implorar mucha fuerza espiritual, para erradicar de nuestra vida, esa actitud de prepotencia que nos hace enseñorearnos sobre los demás, y que daña la comunión fraterna de la vida comunitaria.
De allí que hoy sea el día para que, en la intimidad de cada uno, nos pongamos al frente de la amenaza de la enfermedad, de la profunda e interminable crisis política, económica y social que venimos enfrentando desde hace tiempo. Situaciones que nos llevan inevitablemente a nuestra hora final, es decir la muerte lenta o súbita, por lo que es oportuno hacer un inventario sobre nuestras prepotencias y ambiciones desmedidas, también sobre tantas cosas buenas que hemos dejado de hacer. Y humildemente pedir la Gracia de CONVERTIRNOS en verdaderos cristianos, para mantener un equilibrio entre lo que creemos y hacemos, entre lo que rezamos y practicamos, entre lo que decimos y vivimos.
Señor JESÚS, líbranos de la perenne tentación de querer ser más importantes que útiles. Y danos la fortaleza necesaria para erradicar de nuestros entornos todo culto a la personalidad, que hace surgir tiranos que atentan contra la dignidad de las personas. Amén.
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