“Pasado el sábado, al aclarar el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a visitar el sepulcro. De repente se produjo un violento temblor: el Ángel del Señor bajó del cielo, se dirigió al sepulcro, hizo rodar la piedra de la entrada y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el relámpago y sus ropas blancas como la nieve. Al ver al Ángel, los guardias temblaron de miedo y se quedaron como muertos. El Ángel dijo a las mujeres: «Ustedes no tienen por qué temer. Yo sé que buscan a Jesús, que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, tal como lo había anunciado. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto, pero vuelvan enseguida y digan a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos y ya se les adelanta camino a Galilea. Allí lo verán ustedes. Con esto ya se lo dije todo.» Ellas se fueron al instante del sepulcro, con temor, pero con una alegría inmensa a la vez, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos. En eso Jesús les salió al encuentro en el camino y les dijo: «Paz a ustedes.» Las mujeres se acercaron, se abrazaron a sus pies y lo adoraron. Jesús les dijo enseguida: «No tengan miedo. Vayan ahora y digan a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allí me verán.»
Reflexión del animador bíblico Luis Perdomo de la Diócesis de Ciudad Guayana
La Iglesia universal celebra hoy el Sábado Santo, en el que medita la Pasión y Muerte del Señor, así como su descenso a los infiernos y Su Resurrección. Al final del día se realiza la Vigilia Pascual, en la que se desarrollan tres actos importantes, que inician con la celebración del fuego en donde el sacerdote bendice el fuego y enciende el cirio pascual. En este acto se entona el Pregón Pascual que es un poema escrito cerca del año 300 que proclama que JESÚS es el fuego nuevo.
Se da también la liturgia de la Palabra donde se leen siete lecturas, desde la Creación hasta la Resurrección. En este momento, la lectura del libro del Éxodo es la más relevante, porque narra el paso de los israelitas por el Mar Rojo cuando ellos huían de las tropas egipcias y fueron salvados por Dios.
El tercer acto es cuando la Iglesia entera renueva sus promesas bautismales renunciando a Satanás a sus seducciones y a sus obras, se bendice la pila bautismal o un recipiente en representación, y se recita la letanía de los Santos que nos une en oración con la Iglesia militante y triunfante.
Y la liturgia de hoy nos presenta al Evangelio de JESUCRISTO, según San Mateo capítulo 28, versos del 1 al 10, en el que se narra la acción de algunas mujeres, qué movidas por el amor al Maestro van a donde ha sido enterrado. Quieren horrar un cadáver, pero encontrarán la VIDA y escucharán un Anuncio de SALVACIÓN. Ya que un Joven vestido de blanco les anuncia: “Buscan a JESÚS el Nazareno, el Crucificado. No está aquí. Ha Resucitado”.
Muy oportuno es aclarar que la palabra “Resurrección”, proviene de los verbos griegos: “despertarse y levantarse”, y que en los libros del Nuevo Testamento es utilizada metafóricamente, ya que DIOS ha despertado a JESÚS del sueño de su muerte, o DIOS ha levantado a JESÚS que había caído muerto en el suelo. A JESÚS se le ha hecho salir del antro tenebroso del “sheol” o del “hades” de los infiernos. Y es que JESÚS Resucitado no pertenece ya al mundo de la muerte, porque, con Su Presencia llena el universo y con Su Poder Vivificante hace nueva todas las cosas.
El Joven también les da una exhortación a las mujeres, para que inviten a los discípulos “ir a Galilea, porque allí lo verán”. Acción que es ratificada por el propio JESÚS, que sale al encuentro de las mujeres, y Él en persona les reitera el mensaje de que los discípulos vayan a Galilea, lugar donde fueron llamados un día para que fueran sus seguidores.
Al confrontarnos con el texto, vemos que JESÚS, luego de Resucitar vuelve a llamar a los suyos para que opten por Él, para que lo sigan y den testimonio con la Fuerza del Espíritu del RESUCITADO, partiendo desde Galilea hasta alcanzar todos los pueblos. También nosotros estamos invitados a ir a la Galilea de la vida diaria, ya que a JESÚS Resucitado se le descubre cada día en la medida en que cada uno de sus seguidores se configure con Su Mandato de Servicio.
Por eso es que, después de haber vivido el tiempo de la cuaresma, los días iniciales de la Semana Santa, y estos tres últimos días en que celebramos el Triduo Pascual, que es nuestra Mayor celebración de los Signos de nuestra Fe. Nos debe de llevar a Proclamar desde lo más íntimo de nuestro corazón, junto a toda la Iglesia, que: ¡JESÚS ESTÁ VIVO! ¡HA RESUCITADO! Y con Él venceremos al mal que amenaza a la humanidad.
Señor JESÚS, vencedor de la muerte, danos las fuerzas necesarias para que en el esfuerzo cotidiano de seguirte por la Galilea de nuestras vidas, experimentemos la experiencia vivificante y transformadora de Tu Triunfo sobre las fuerzas del mal. ¡ALELUYA, ALELUYA HA RESUCITADO!
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