Por aquel tiempo se presentó Juan Bautista y empezó a predicar en el desierto de Judea; este era su mensaje: «Renuncien a su mal camino, porque el Reino de los Cielos está cerca.» Es a Juan a quien se refería el profeta Isaías cuando decía: Una voz grita en el desierto: Preparen un camino al Señor; hagan sus senderos rectos.
Además de la piel que llevaba colgada de la cintura, Juan no tenía más que un manto hecho de pelo de camello. Su comida era langostas y miel silvestre. Venían a verlo de Jerusalén, de toda la Judea y de la región del Jordán. Y junto con confesar sus pecados, se hacían bautizar por Juan en el río Jordán.
Juan vio que un grupo de fariseos y de saduceos habían venido donde él bautizaba, y les dijo: «Raza de víboras, ¿cómo van a pensar que escaparán del castigo que se les viene encima? Muestren los frutos de una sincera conversión, pues de nada les sirve decir: «Abrahán es nuestro padre».
Yo les aseguro que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán aun de estas piedras. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no da buen fruto, será cortado y arrojado al fuego. Yo los bautizo en el agua, y es el camino a la conversión.
Pero después de mí viene uno con mucho más poder que yo, ni siquiera merezco llevarle las sandalias, él los bautizará en el Espíritu Santo y el fuego.
Ya tiene la pala en sus manos para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en sus bodegas, mientras que la paja la quemará en el fuego que no se apaga.
Reflexión de Evangelio del día
Hoy celebramos el Segundo Domingo de Adviento, en el que se nos hace un fuerte llamado a la CONVERSIÓN. Retumba la voz de Juan El Bautista que nos invita a un cambio radical de vida y a una CONVERSIÓN de corazón.
Solo se puede vivir la esperanza si hay una auténtica CONVERSIÓN, porque la ESPERANZA sin CONVERSIÓN es una falsa ilusión, que solo produce frustración y engaño.
Por eso es que la ESPERANZA debe de ser vivida activamente, para podernos CONVERTIR radicalmente.
La liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Mateo capítulo 3, versos del 1 al 12, en el que, Juan El Bautista anuncia la venida del Enviado de Dios, había sido anunciado y preparado por todos los grandes testigos del Antiguo Testamento.
En Él y por Él se va a cumplir la salvación de Dios, es el ENMANUEL, El DIOS que se Encarna para desde la limitación de la carne Enseñarnos a vivir como verdaderos humanos.
Juan Bautista reanuda la tradición de los profetas después de cuatro siglos de interrupción y, al igual que muchos de ellos, va a hablar de un juicio inminente. Y es que, encarar el juicio de DIOS es siempre algo terrible, por eso Juan habla de recuperar el sentido de la justicia, en la que los creyentes reconocerían el juicio de DIOS.
Entonces los malos recibirían su castigo, mientras que los que confiaron en DIOS serían salvados. Juan despierta pues la espera de un SALVADOR. Para nosotros es fácil decir que se trataba de JESÚS, por toda la enseñanza que hemos recibido, pero para los que escuchaban a Juan, era difícil imaginar lo que sería ese SALVADOR.
Al confrontarnos con el texto, son muchas las enseñanzas que pueden generarnos, pero pudiéramos concentrarnos en dos.
La primera: “¿somos nosotros hijos de Abrahán?”. Juan nos pone en guardia contra el fanatismo nacional o religioso, tal como lo habían hecho los profetas; no basta con tomar como bandera al DIOS de Israel, o la pertenencia a la Iglesia de CRISTO, pues muchos de los que pretendemos defender su causa no somos más que “una raza de víboras”, que nos damos muchos golpes de pecho, pero que vivimos de espaldas al mandato de Nuestro Señor, de Amarnos los unos a los otros.
La otra enseñanza tiene que ver con el cáncer de la corrupción que pareciera que se ha instalado hasta los tuétanos de nuestra sociedad, ya que la inmensa mayoría estamos inmerso, ya sea por acción o por omisión.
De tal manera que hoy es el día para hacer gestos concretos con respecto a la obtención del dinero de manera ilícita, o al deseo de poseer cosas sin hacer el esfuerzo necesario, gestos que serán para todos un signo y un llamado a la CONVERSIÓN.
Tales signos deben multiplicarse en todas las comunidades cristianas y en los movimientos que tratan de purificar a nuestra sociedad.
Entonces es cuando adquiere su pleno sentido la renuncia total a la que se sometió Juan y su vida de tremenda austeridad, ojalá todos pudiéramos imitarlo, ya que sus sacrificios dan peso a su palabra, y es una invitación para que todos los que nos llamamos cristianos tengamos una conexión entre lo que digamos y lo que hacemos.
Señor JESÚS, ayúdanos a vivir a la manera de Juan Bautista, asumiendo radicalmente los valores cristianos de la honestidad, el respeto y la caridad, y de esta manera Anunciar con palabras y hechos nuestra Fe y Esperanza en Ti. Amén.
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