En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente. En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»
Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio.» Y en seguida quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.
Reflexión del Evangelio
La Iglesia universal celebra hoy la Fiesta, entre otros santos, en honor a San Irineo, obispo y mártir. Nació en el Asia Menor hacia el año 125 y como lo dice en su carta, tuvo el privilegio de ser educado por San Policarpo, un santo que fue discípulo del evangelista San Juan.
Es considerado como uno de los Padres de la Iglesia, porque en la antigüedad con su sabiduría y sus escritos libró a la cristiandad de las heréticas enseñanzas de los Gnósticos.
La liturgia del día medita los textos: 2Re 25,1-12; Sal 136; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO según San Mateo, capítulo 8, del verso 1 al 4.
En el que se inicia una nueva sección del Evangelio, ya que JESÚS, pasa de la instrucción que había desarrollado en el Sermón de la Montaña, a la Acción Poderosa del Maestro, quien posee Poder sobre la enfermedad, la naturaleza, los demonios y la muerte misma.
Entrelazando de esta manera los dichos y hechos de JESÚS, que es un signo característico del Evangelio según San Mateo.
Por eso es que en el capítulo ocho el Evangelista mediante una serie de milagros resalta la eficacia absoluta e inmediata del Poder de JESÚS.
Por lo que en el desarrollo de su narrativa elimina los rasgos narrativos no indispensables y los personajes secundarios y conserva solo a JESÚS y al beneficiario. Privilegiando el diálogo y el tema de la Fe.
Se destaca la acción de «mirar», con la que JESÚS, desde el principio domina la situación, y pone de manifiesto Su Poder y Majestad.
Así se destaca en el primer milagro que se describe en texto que leemos hoy, en el que un leproso se acerca y se postra ante JESÚS y teniendo claro su situación de excluido, no le dice al Maestro que lo toque, ya que cree que con la sola Voluntad del Señor es suficiente para alcanzar la sanación.
Una actitud que revela la fe que este hombre tiene en las Obras de JESÚS. Por eso es que el Maestro se Compadece lo toca y lo sana.
Importante es destacar que, en el tiempo de JESÚS, ser leproso, significaba ser un excluido, alguien que no tenía derecho ni debía estar donde estaba las otras personas, por lo que tenían que mantenerse fuera de las ciudades, y avisar de su presencia, gritando, o sonando una campanilla, para que todos se apartaran a su paso, y de esta manera evitar contagiarse.
Los leprosos también tenían vetada su relación con DIOS, ya que esa enfermedad se consideraba un castigo divino, por los pecados cometidos.
Es claro que, en esta acción bilateral, el leproso transgrede la Ley al aproximarse a JESÚS, También JESÚS transgrede la Ley al tocarlo para poder ayudarlo.
De esta manera se Revela el Rostro Misericordioso de DIOS, que va más allá de los falsos legalismos sociales y religioso, pero que es Consecuente con Su Palabra dada al pueblo judío y en señal de Respeto a la norma manda que el beneficiario del milagro se presente ante el sacerdote.
Al confrontarnos con el texto, y ver que JESÚS no es un DIOS lejano, de arriba, sino que está en medio de nosotros, que sufre nuestros padecimientos, pero que también sufre por nuestras conductas anticristianas, cuando humillamos o vejamos a un semejante, por creer que es menos que nosotros.
Ya que es muy frecuente que, en el plano personal, social e incluso religioso, nos apartemos de algunos semejantes, porque nos resultan incómodos, porque es arriesgado tener contacto con ellos, porque están sucios, o nos pueden meter en problemas.
Frente a esas actitudes de exclusión JESÚS, con la sanación de este leproso, que padece dos enfermedades: la lepra que lo convierte en impuro y la exclusión a la que era condenado por la sociedad, nos presenta Su Manera de actuar, y nos marca el camino para que nos acerquemos a los indigentes, a los enfermos, a los alcohólicos, a las prostitutas, a «los malandros», a los que no se valoran a sí mismos, aun a riesgo de que nuestro prestigio, nuestra salud, o nuestro patrimonio personal se vea amenazado.
Porque en definitiva todo lo que tenemos es de Él y Él sabrá cómo debemos disponerlo.
Señor JESÚS ayúdanos a sanar nuestras enfermedades sociales de marginación y exclusión hacia los demás y danos la capacidad de aceptar y reconocer en cada uno de nuestros semejantes a un hijo tuyo que merece respeto y reconocimiento de su dignidad.
Amén.
Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana
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