“En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente. En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. Extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Quiero, queda limpio”. Y en seguida quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: “No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés”.

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana

La Iglesia universal celebra hoy la fiesta entre otros santos, en honor a San Guillermo Abad, quien nació en Vercelli, el año 1085 y murió en Guglietto, el 25 de junio de 1142. Guillermo abad, fue un monje fundador de monasterios y comunidades, entre ellos la congregación de Montevergine (Monte Virgen). Pío XII lo proclamó patrono de Irpinia.

Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO según San Mateo, capítulo 8, verso 1 al verso 4. En el que se inicia una nueva sección del Evangelio, ya que JESÚS, pasa de la instrucción que había desarrollado en el Sermón de la Montaña, a la Acción Poderosa del Maestro, quien posee Poder sobre la enfermedad, la naturaleza, los demonios y la muerte misma. Entrelazando de esta manera los dichos y hechos de JESÚS, que es un signo característico del Evangelio según San Mateo.

Por eso es que en el capítulo ocho el Evangelista mediante una serie de milagros resalta la eficacia absoluta e inmediata del Poder de JESÚS. Por lo que en el desarrollo de su narrativa elimina los rasgos narrativos no indispensables y los personajes secundarios y conserva solo a JESÚS y al beneficiario. Privilegiando el diálogo y el tema de la Fe. Se destaca la acción de “mirar”, con la que JESÚS, desde el principio domina la situación, y pone de manifiesto Su Poder y Majestad.

Así se destaca en el primer milagro que se describe en texto que leemos hoy, en el que un leproso se acerca y se postra ante JESÚS y teniendo claro su situación de excluido, no le dice al Maestro que lo toque, ya que cree que con la sola Voluntad del Señor es suficiente para alcanzar la sanación. Una actitud que revela la fe que este hombre tiene las Obras de JESÚS. Por eso es que el Maestro se Compadece lo toca y lo sana.

Recordemos que, en el  iempo de JESÚS, ser leproso, significaba ser un excluido, alguien que no tenía derecho ni debía estar donde estaba las otras personas, por lo que tenían que mantenerse fuera de las ciudades, y avisar de su presencia, gritando, o sonando una campanilla, para que todos se apartaran a su paso, y de esta manera evitar contagiarse. Los leprosos, de acuerdo a los maestros de la Ley, también tenían vetada su relación con DIOS, ya que esa enfermedad se considerada un castigo divino, por los pecados cometidos.

Es claro que, en esta acción bilateral, el leproso trasgrede la Ley al aproximarse a JESÚS, También JESÚS trasgrede la Ley.

Frente a esas actitudes de exclusión JESÚS, con la sanación de este leproso, que padece dos enfermedades: la lepra que lo convierte en impuro y la exclusión a la que era condenado por la sociedad, nos presenta Su Manera de actuar, y nos marca el camino para que nos acerquemos a los indigentes, a los enfermos, a los alcohólicos, a las prostitutas, a “los malandros”, a los que no se valoran a sí mismos, aun a riesgo de que nuestro prestigio, nuestra salud, o nuestro patrimonio personal se vea amenazado. Porque en definitiva todo lo que tenemos es de Él y Él sabrá cómo debemos disponerlo.

Señor JESÚS ayúdanos a sanar nuestras enfermedades sociales de marginación y exclusión hacia los demás y danos la capacidad de aceptar y reconocer en cada uno de nuestros semejantes a un hijo tuyo que merece respeto y reconocimiento de su dignidad. Amén.

Luis Perdomo

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