“En aquel tiempo, presentaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló. La gente decía admirada: “Nunca se ha visto en Israel cosa igual”.

En cambio, los fariseos decían: “Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios”. Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias.

Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies”.

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana

La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a Santa María Goretti. Quien nació el 16 de octubre de 1890, en Corinaldo, provincia de Ancona, Italia. Y muere en Corinaldo, el día 6 de julio de 1902. Fue una niña de once años, que fue asesinada de 14 puñaladas por resistirse a una violación y que antes de morir perdonó a su asesino; el Papa Pío XII la definió como “pequeña y dulce mártir de la pureza”.

Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Mateo capítulo 9, del verso 32 al 38, en el que el evangelista completa su colección de diez relatos de milagros con una breve narración de la curación de un poseído y que además era mudo, a esta acción, le sigue un resumen de la actividad misionera de JESÚS y su llamada vocacional delante de las multitudes carentes y oprimidas. Por eso se hace referencia a la necesidad de obreros para la mies, es decir misioneros del Reino, dispuesto para asumir el compromiso.

JESÚS, con sus acciones amorosas, atrae y conquista a las multitudes, por eso los fariseos, dueños del poder institucional, se sienten amenazados en su prestigio y poder, y buscan el modo de destruirlo, difamandolo, con acusaciones contradictorias, de alianza con los demonios. Y frente a esta actitud de los poderosos, están las multitudes carentes y enfermas, resultado de su exclusión social, que despiertan la compasión de JESÚS. Oportuno es recordar que la compasión es un sentimiento visceral de solidaridad con los que sufren, que mueve a un compromiso, más allá de la piedad, y es ese el sentimiento profundo del Maestro.

Al confrontarnos con el texto, y ver el resumen de la obra misionera de JESÚS, que, sin pararle a sus detractores, se ocupa de las necesidades de la gente y pide a sus seguidores que rueguen por la existencia de más trabajadores del Reino, que se compadezcan de las necesidades de la gente. Y es que, la mayor crisis que enfrenta la humanidad es “la crisis de compasión”, dada por la incapacidad de conocer, reconocer y convivir con las diferencias y situación del “otro”, con sus virtudes y con sus defectos, con sus dones y con sus padecimientos.

Ante esta realidad tan dolorosa, la comunidad de creyentes tenemos un compromiso ineludible de reivindicar y atestiguar con nuestras acciones, el sentimiento humano que más define a JESÚS, que es su Compasión, y que es la clave, para configurarnos con Él, ya que, si no nos ponemos en el lugar del otro, sino vivimos a plenitud esa compasión, puede ser altruismo u otro sentimiento, pero eso no es lo que DIOS quiere, porque tal como lo ha expresado recientemente el Papa Francisco: “la misión no es proselitismo, sino Anuncio y Testimonio”.

Y es que la Buena Nueva de JESÚS es la liberación de los excluidos, oprimidos y el don de la vida plena para todos. Y como discípulo, estamos motivados por JESÚS a acoger y promover la vida, en sus diversas manifestaciones en este mundo. Lo que supone sanar las relaciones rotas, fertilizar con AMOR los espacios donde interactuemos, de tal manera que garanticemos las condiciones para hacer justicia, cultivar las reconciliaciones y la plena tolerancia y respeto por el que piensa distinto.

 Señor JESÚS, regálanos la intersección de Tú Espíritu, para poder pedirle al Padre la gracia de tener pastores que abran el paladar de nuestra alma, y podamos sentir la compasión que Tú sentiste ante el sufrimiento de la gente. Amén.

Luis Perdomo

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