“En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y pueblos; enseñaba en sus sinagogas, proclamaba la Buena Nueva del Reino y curaba todas las dolencias y enfermedades.
Al contemplar aquel gran gentío, Jesús sintió compasión, porque estaban decaídos y desanimados, como ovejas sin pastor. Y dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe trabajadores a recoger su cosecha».
Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio poder sobre los malos espíritus para expulsarlos y para curar toda clase de enfermedades y dolencias. Diríjanse más bien a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.
A lo largo del camino proclamen: ¡El Reino de los Cielos está ahora cerca! Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos y echen los demonios. Ustedes lo recibieron sin pagar, denlo sin cobrar”.
Reflexión del Evangelio del Día
La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a San Francisco Javier. Este distinguido jesuita es el paradigma de todo misionero.
Nació en el castillo de Javier, Navarra, España, el 7 de abril de 1506, y murió el 3 de diciembre de 1552, en Shangchuan, situado a 14 km de la costa de China.
Gregorio XV lo canonizó el 12 de marzo de 1622. Benedicto XIV lo proclamó patrono de Oriente en 1748. Pío X en 1904 lo designó patrono de la Propagación de la Fe y patrón universal de las misiones.
La liturgia diaria nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO según San Mateo, del verso 35 del capítulo 9 al verso 8 del capítulo 10.
En el que se narra dos acciones muy conectadas, en una primera se desarrolla una actividad bien intensa de la Obra de JESÚS, la que conecta con una instrucción dada a sus seguidores de que le pidan más trabajadores al PADRE para su mies.
Al mismo tiempo escoge dentro de ellos a unos pocos, para que fuera su grupo de colaboradores más íntimo, a quienes se les dio el nombre de Apóstoles.
Finalmente unas instrucciones precisas para encarar la misión para la cual habían sido llamados.
JESÚS, que ha comenzado la misión, forma y envía a los misioneros.
Por lo que es oportuno recordar que: Apóstol quiere decir «enviado» y misión quiere decir también «envío». El Padre ha enviado a su Hijo a la tierra y el Hijo a su vez envía a sus Apóstoles.
El Padre envía a los Mensajeros de Su Palabra, pero también envía a su Espíritu para que toque el corazón y el espíritu de los que escuchan.
Porque es gracias al Espíritu Santo que se reconocerá la Palabra de DIOS en los pobres discursos de esos mensajeros sin mayor instrucción. Es el Espíritu Santo quien proporcionará señales, curaciones y gracias asombrosas que apoyarán el testimonio de los enviados.
Al confrontarnos con el texto y ver el resumen de la obra misionera de JESÚS, que, sin pararle a sus detractores, se ocupa de las necesidades de la gente y pide a sus seguidores que rueguen por la existencia de más trabajadores del Reino, que se compadezcan de las necesidades de la gente.
La mayor crisis que padece la humanidad es “la crisis de compasión”, dada por la incapacidad de conocer, reconocer y convivir con las diferencias y situación del “otro”, con sus virtudes y con sus defectos, con sus dones y con sus padecimientos.
Ante esta realidad tan dolorosa, la comunidad de creyentes tenemos un compromiso ineludible de reivindicar y atestiguar con nuestras acciones, el sentimiento humano que más define a JESÚS, que es su Compasión, y que es la clave, para configurarnos con Él.
Porque, si no nos ponemos en el lugar del otro, sino que vivimos a plenitud esa compasión, no seremos unos auténticos cristianos.
Sentimiento que no debemos confundir con las actitudes altruistas o proselitistas que muchas veces realizamos “para tomarnos la foto”, porque tal como lo ha expresado el Papa Francisco: “la Misión no es proselitismo, sino Anuncio y Testimonio”.
Por eso es que los cristianos debemos de tener la sensatez necesaria para acoger y promover la vida, en sus diversas manifestaciones. Lo que supone sanar las relaciones rotas, y fertilizar con AMOR los espacios donde interactuemos, de tal manera que garanticemos las condiciones para hacer justicia, siendo agentes de la reconciliación, de la plena tolerancia y el respeto por él que piensa distinto.
Acciones que a pesar de que se requiere de un gran esfuerzo de voluntad, monetariamente no cuesta nada, y solo basta con dejarnos guiar por el Espíritu Santo, para poner en práctica lo que está escrito en la Sagrada Escritura, teniendo en cuenta lo que nos dice el Maestro: “que lo que hemos recibido gratis, debemos de darlo gratis” (Mt 10,8).
Señor JESÚS, regálanos la intersección de Tu Espíritu para tener la sensatez necesaria con la que podamos enfrentar la mayor crisis que padece la humanidad que es “la crisis de compasión”, y convivir con las diferencias y situación del “otro”, con sus virtudes y con sus defectos, con sus dones y con sus padecimientos. Amén.
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