En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: el Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo descubre, lo vuelve a esconder; su alegría es tal, que va a vender todo lo que tiene y compra ese campo.
Aquí tienen otra figura del Reino de los Cielos: un comerciante que busca perlas finas. Si llega a sus manos una perla de gran valor, se va, vende cuanto tiene, y la compra.
Reflexión del Evangelio
La Iglesia universal celebra hoy, la fiesta entre otros santos en honor a San Ignacio de Loyola, quien fue un militar y luego religioso español, surgido como un líder religioso durante la Contrarreforma. Nació en Loyola, el 23 de octubre de 1491 y murió en Roma, el 31 de julio de 1556. Fundador de la Compañía de Jesús, más conocida como los JESUITAS.
El papa Gregorio XV lo canonizó el 12 de marzo de 1622. Felicitaciones a todos los Jesuitas, al colegio Loyola, a la UCAB, y a sus egresados por su fiesta.
La liturgia del día nos presenta los textos: Jr 15,10.16-21; Sal 58; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Mateo, capítulo 13 del verso 44 al verso 46.
En los tres versículos, JESÚS recurre a las parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa, como referentes reales de lo que significa la acción de DIOS en la historia y lo que puede hacer un hombre para participar de dicho Reino.
Mientras que en las dos parábolas hay que notar que lo importante no es el tesoro, ni la perla, sino lo que hay que hacer para conseguirlos: vender todo, o dejarlo todo para tener algo nuevo.
Es más del ¿qué es y cuánto vale?
Así es el Reino de DIOS, no basta con saber qué es y cuánto vale: hay que hacer acciones concretas que demuestren el interés que se tiene para alcanzarlo o para llegar a Él.
Lamentablemente, y a pesar de la difícil situación por la que estamos atravesando nuestra sociedad se ha dedicado a atesorar cosas vanas y a tratar de sobrevivir, sin importarnos la sobrevivencia de los otros. Pareciera que a muchos la crisis nos ha hecho más egoístas e indiferentes.
Por eso es que, el referente del hombre y del comerciante, a los cuales JESÚS hace mención en Su enseñanza, son todos aquellos que nos consideramos discípulos de Él, y que lo encontramos escondido en la Sagrada Escritura que Anuncia Su Buenas Nuevas.
Este discípulo al actuar con sabiduría sabe que está ante una ocasión única para apropiarse del Evangelio, por eso vende todo lo que tiene, para abrazar con toda su transparencia, los Designios de DIOS para su vida y la de todos los que lo rodean.
Al sentirse llamado y subyugado el discípulo, lo deja todo, hace una opción de vida por el Evangelio, no por compromiso, ni siquiera por un arranque de generosidad y menos aún por voluntarismo, aunque todas estas cosas son buenas en sí, son insuficientes.
El mismo JESÚS, nos dice, que lo vende todo «por la alegría que le da». Por la ganga que tiene ante sus ojos. Es la alegría y también la audacia de ver pasar a DIOS, por su vida, retenerlo y guardarlo en sus entrañas, para salir a compartirlo con todos sus semejantes.
Parábolas del tesoro
Al confrontarnos con el texto, vemos que las parábolas del tesoro y de la perla, nos invitan a que no dejemos pasar la ocasión cuando el Reino viene a nosotros.
Ya que muchos hemos buscado durante años la palabra, o la persona, o la esperanza que daría un nuevo sentido a nuestra vida. Y un día nos sale al encuentro.
A veces el hallazgo fue modesto: una palabra de perdón, un gesto de amistad verdadera, el primer compromiso que nos ofrecieron y que nosotros tomamos.
En ese instante comprendemos, que este era el encuentro que estábamos esperando para darle sentido a nuestra vida.
Pero, dice la parábola: «lo vuelve a esconder». Y es que habitualmente DIOS es el que vuelve a esconder este Tesoro que nos mostró una primera vez y deja que trabajemos y perseveremos largos años para hacerlo nuestro.
Tendremos que vender todo lo que tenemos, es decir, tendremos que despojarnos de costumbres y diversiones que ocupaban nuestra vida sin llenarla.
Cuando caiga sobre nosotros la noche y el viento frío de las pruebas, recordaremos el Tesoro que un día encontramos, y después de esas pruebas, volvemos a tenerlo definitivamente.
De tal manera que la Palabra de DIOS, que hemos meditado hoy, nos invita, pues, a optar por renunciar a todo apego material y sentimental, para avanzar hacia el Pan compartido en la Mesa del Reino de los Cielos, que es servicio y solidaridad con nuestros semejantes, y alegría abundante para todos.
Señor JESÚS, ayúdanos a ver la Riqueza y la Realización de Tu Palabra en la vida cotidiana, y danos la fuerza suficiente para renunciar a todo aquello que no nos deja optar definitivamente por Tu Proyecto de Vida.
Amén.
Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana
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