Un grupo internacional de científicos logró un hito en la exploración de los océanos al descender con el vehículo sumergible tripulado chino Fendouzhe a las fosas de las Kuriles y la occidental de las Aleutianas, dos de las zonas más profundas del planeta.
La expedición se desarrolló cerca del epicentro del reciente gran terremoto que sacudió la península rusa de Kamchatka, lo que aumentó el interés por estudiar estas regiones tectónicamente activas.
El estudio, publicado en la revista científica Nature, contó con la colaboración de investigadores de Nueva Zelanda, China, Rusia y Dinamarca, quienes recorrieron más de 2.500 kilómetros y alcanzaron profundidades que variaron entre 5.800 y 9.533 metros.
Las misteriosas fosas del Pacífico norte
La fosa de las Kuriles, situada al este de las islas Kuriles y la isla japonesa de Hokkaido, se destaca como una de las depresiones oceánicas más profundas del planeta.
Mientras tanto, la fosa de las Aleutianas occidentales, frente a la costa sur de Alaska y el noreste de Siberia, se extiende por 3.400 kilómetros, donde la placa del Pacífico se hunde bajo la placa norteamericana, generando un escenario ideal para la investigación de procesos geológicos y biológicos extremos.
Una floreciente vida en lo imposible
Gracias a la avanzada tecnología del Fendouzhe, los investigadores identificaron una “floreciente vida quimiosintética” en un entorno donde se creía que la existencia de organismos complejos era imposible. Descubrieron comunidades de gusanos marinos (poliquetos siboglinidos) y moluscos bivalvos ancestrales, capaces de generar energía sin luz solar.
El análisis isotópico permitió determinar que estos organismos se alimentan del sulfuro de hidrógeno y metano que emanan de fallas en la corteza terrestre, donde procesos microbianos producen metano a partir de la descomposición de materia orgánica.
Un hallazgo que replantea la vida en las profundidades
Los científicos concluyeron que, dado que otras fosas oceánicas comparten características similares, estas comunidades basadas en la quimiosíntesis podrían estar más extendidas de lo que se pensaba.
Este descubrimiento desafía las concepciones actuales sobre las formas de vida en entornos extremos y plantea nuevas preguntas sobre el ciclo del carbono en los océanos más profundos.
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