Desde Nueva Orleans hasta Montevideo y con parada especial en Río de Janeiro, América se «prende» con los carnavales en los que el desenfreno, el colorido y la lujuria campean justo antes de la reflexión cuaresmal en el mes de febrero.
RÍO, EL PAPÁ DE LOS CARNAVALES
Si bien la tradición de los carnavales nació en Europa, fue en América donde adquirió un sello único. A las máscaras y la alegría venecianas se le sumaron el ingenio indígena y el sabor afro, haciendo de la fiesta algo totalmente nuevo, más vistoso, más grande.
Río de Janeiro reunió todos esos ingredientes y desde los tiempos de la dominación portuguesa desarrolló en sus calles una festividad de carnavales que se vino a «organizar» en 1932, año en el que se dio inicio a un campeonato de escuelas de samba.
Durante todo el año, las escuelas, en medio de un total secretismo, preparan sus «blocos», sus alegorías y sus pasos para engañar no solo al público sino a los jueces.
Entre el 21 y el 26 de febrero desfilarán trece escuelas del Grupo Especial y catorce del Grupo de Acceso. Primera y segunda división, como en el fútbol, la otra gran pasión brasileña.
Pero no todo el carnaval en Brasil es Río. Desde hace algunos años se han comenzado a ver más festividades como la de Sao Paulo, pero la de Bahía tiene un sabor especial.
En cada esquina de Salvador retumba el forró y miles de personas se apuestan en las calles a gozar de sus artistas favoritos.
En Recife, capital del estado de Pernambuco, el escenario es casi igual, sólo que todo el mundo espera que el Galo da Madrugada se haga presente.
Los carnavales de Joselito
Es el llanto de los barranquilleros al enterrar a «Joselito Carnavales» en el último día de unas fiestas, como sucede en otras latitudes con el «Entierro de la sardina».
El Carnaval de Barranquilla (Colombia), Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad de la Unesco, es el evento marcado en el calendario de festividades, por todo el colorido y el folclore desparramado en las calles de esta ciudad caribeña.
Transcurre en febrero, pero la «Arenosa», como también se le dice a Barranquilla, lo vive desde enero con la Lectura del Bando, evento en el que la recién nombrada reina del carnaval decreta el «desborde de alegría» en la ciudad.
El penúltimo viernes antes del sábado de carnaval se lleva a cabo la Guacherna, un desfile nocturno con comparsas y tamboras que se constituye en el mejor preámbulo a la gran fiesta, que tiene en el desfile de la Batalla de Flores su máxima expresión, y que terminará este año el 25 de febrero, cuando ya haya que «inhumar» a Joselito.
«PARECE MENTIRA LAS COSAS QUE VEO POR LAS CALLES DE MONTEVIDEO»
El estribillo de «Adiós Juventud», esta muy famosa canción de Jaime Roos, describe lo que se siente, no sólo en las calles de Montevideo sino en las de todo Uruguay, en un carnaval con un sonido muy propio: el de las murgas.
Las voces alineadas, los tambores, las vestimentas bufonescas que se asemejan a los usos venecianos y la disciplina en los movimientos hacen de las murgas un espectáculo único en el mundo, con exponentes como «Falta y Resto» y «Agarrate Catalina» que lo proyectan a nivel mundial.
El otro sello del carnaval uruguayo, la mayor fiesta popular del país, es el candombe, un ritmo que, traído por los esclavos africanos a las costas del Río de la Plata en el siglo XVIII, se hizo un lugar en Uruguay al lado de los bailes charrúas, chañás y gueñoas.
LA «DIABLADA»: LA DANZA QUE MUEVE A BOLIVIA DESDE ORURO
Pases y compases, alegres batallas entre el bien el mal, entre diablos y ángeles, amenizan el ambiente en las calles de la capital minera de Bolivia, en una festividad que mezcla el sincretismo del mundo indígena andino con la tradición católica europea.
De ronda en ronda, figuras demoníacas y celestiales se mueven en una armonía casi perfecta en rituales plenos de ornamento, en los que se rinde tributo a la deidad-diablo Wari, el «Guardián de la Mina» que, según la leyenda, y por la fuerza del arrepentimiento de sus pecados, se convirtió en devoto de la Virgen de la Candelaria.
Los ecos del Carnaval de Oruro, que este año se desarrollará entre el 15 y el 25 de febrero y que fue declarado en el 2001 como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por parte de la Unesco, no solamente se oyen en Bolivia, y podría decirse que todo el mundo centroandino se ve muy influenciado por esta festividad.
Eventos de características similares se llevan a cabo desde el suroriente del Perú, como los de Juliaca y Puno, hasta los de Salta, en el norte de Argentina.
EL «MARTES GORDO» DE NUEVA ORLEANS
El «Mardi Gras» o «Martes Gordo» es el evento principal de la fiesta más grande del sur de Estados Unidos: el carnaval de Nueva Orleans, que se llevará a cabo el 25 de febrero, día en el que desfilarán cientos de coloridas y gigantes carrozas adornadas con un estilo afrancesado, como una especie de homenaje a la huella que la colonización francesa dejó en la ciudad y en la región.
El jazz que se respira en las calles de la «Ciudad de los Diques» se suma a otras expresiones musicales como el fandango, ritmo con raíces españolas llevado a las tierras de Luisiana por los conquistadores, y el sonido de las «big bands» que invita a zapatear y bailar en medio de la humedad y el calor.
Como todo gran carnaval, su influencia se extiende más allá de sus fronteras, y las «vibras» que salen de la Bourbon Street se llegan a sentir en Alabama, parte del sur de Mississipi e incluso en Florida.
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