Por Luis Ramón Perdomo Torres ([email protected])

La Iglesia no existe para sí misma. Ella tiene un fin más allá de sus propios límites: y ese fin es la transformación de la realidad del mundo, con las Buena Nuevas del Reino de Dios. Por eso es que, ordenar las realidades temporales según el designio de Dios supone impulsar un compromiso y una participación crítica en la vida de la sociedad que esté en coherencia con la fe y el testimonio de vida de todos los que nos llamamos seguidores de CRISTO.

Por eso es que, ver el Inicio de este mes de mayo con una agenda política, y económica bien movida y un pueblo que sufre estoicamente un sinfín de calamidades que por ser tan prolongadas parecieran ser parte de la cotidianidad venezolana, donde los hechos anormales y contrarios a la convivencia ciudadana, se ha convertido en normales y legales. Y quienes levantan su voz para reclamar la vuelta del imperio de la ley, son ignorados, descalificado y hasta asesinados.

Es la eterna lucha entre el bien y el mal, que magistralmente captó y dejó para la inmortalidad de nuestro folklore el poeta Alberto Arvelo Torrealba, en su bien conocida obra: “Florentino y el Diablo”, y de la cual cito esta estrofa: “Mucho gusto en conocerlo tengo, señor Satanás. Zamuros de La Barrosa salgan del alcornocal, que al Diablo lo agarró el día queriéndome atropellar. Sácame de aquí con Dios, Virgen de la Soledad, Virgen del Carmen bendita, sagrada Virgen del Real, tierna Virgen del Socorro, dulce Virgen de la Paz, Virgen de la Coromoto, Virgen de Chiquinquirá, piadosa Virgen del Valle, santa Virgen del Pilar, Fiel Madre de los Dolores, dame el fulgor que tú das. San Miguel, dame tu escudo, tu rejón y tu puñal, Niño de Atocha bendito, Santísima Trinidad”.

Al citar esta estrofa lo hago, porque, así como a Florentino ese recio coplero venezolano, que en la poesía de Torrealba personifica al bien, acude a nuestra Madre María en sus distintas advocaciones, al Arcángel Miguel, al Niño de Atoche, como vía expedita para llegar a la Santísima Trinidad. También nosotros en esta situación bien compleja, tenemos que pedir la ayuda de María para llegar a DIOS. Pero no para que Él haga las cosas por nosotros, sino para que nos de la fe necesaria para no perder la esperanza y además de eso para que, a través de nuestro compromiso cristianos, podamos ser profetas que denuncien las injusticias y anunciemos el proyecto de Vida de DIOS, a todos aquellos que están confundidos. Porque la única manera de derrotar las estructuras del mal enquistadas en nuestras instituciones, es uniendo el clamor de un pueblo sufriente, con la Voluntad de DIOS.

En el entendido de que, “El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes con el prójimo; falta, sobre todo, a sus obligaciones para con Dios y pone en peligro su eterna salvación” (GS 43). Nos motiva aun más a seguir perseverando en esta lucha que pareciera en desventaja, pero al final como lo hizo Florentino, lograremos vencer y “la paz y la justicia hará tienda en medio de nosotros”.

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