Bogotá.- Francia Márquez quiere llegar a ser presidenta de Colombia en 2022 pero si no lo logra, al menos sabe que está abriendo camino para las niñas y mujeres negras «empobrecidas» como ella a las que siempre dijeron «ustedes no saben, ustedes no pueden».

«Han venido papás y mamás diciéndome que no me conocían, pero que su hija de 9 años les ha dicho que tenía que votar por mí», dice a Efe Márquez en una parada en Bogotá del «Tour de Francia», que está haciendo por toda Colombia para conseguir los apoyos necesarios para lanzar su candidatura «Soy porque Somos» a las elecciones de marzo del próximo año.

A pocos días de que se cierre el plazo para presentar una candidatura por apoyos ciudadanos, sabe que no conseguirá las 580.620 firmas necesarias para ser independiente.

«Con honestidad y sin vergüenza tengo que decir que no hemos logrado recoger las firmas», admite. Ahora necesita el aval de un partido o de alguno de los miembros de la coalición en la que está integrada como precandidata, el Pacto Histórico, donde también está el senador y exalcalde de Bogotá Gustavo Petro.

«Al Pacto Histórico le conviene que nosotros estemos participando en esa coalición, ahora tiene que ayudar a resolver la situación», explica. Tampoco se cierra a que otros partidos de izquierdas como el Polo Democrático la lancen como candidata: «sería importante, pero es una decisión que tiene que ellos tienen que tomar».

ABRIR SENDA

En todo caso, como repite, «llegar a la Presidencia no es el fin, el fin es lograr poner este país en dignidad (…) lograr que nuestra humanidad, la humanidad de las mayorías, importe».

Para ello ha hecho una apuesta personal dura; ella, que quería ser cantora o actriz, decidió empezar a luchar por su comunidad y su gente, primero oponiéndose a proyectos gubernamentales que alteraban el río Ovejas, un afluente que nutre su municipio, Suárez, en el Cauca (suroeste), y ahora desde la política.

A Márquez, hija de partera y de una tierra de campesinos, le dijeron toda la vida que aspirar a más, incluso a llegar a la universidad, «era impensable».

«Ni siquiera nos enseñaron a pensar, a imaginar que una mujer negra pueda ser presidenta de un país tan violento como Colombia; es imposible», dice.

«El costo más grande es convencer a mi propia gente de que esto que estamos haciendo es necesario, es importante y lo podemos lograr», agrega.

Y si no lo consigue el año próximo, al menos le queda el ejemplo para las que vienen detrás: «Lo logramos hoy o mañana, si no lo hacemos nosotros hoy, lo hace otro mañana, pero estamos haciendo camino».

TERRITORIO HERIDO

Márquez, madre de tres hijos que a sus recién cumplidos 40 años ya es abuela, se descubrió negra, descubrió el racismo que implicaba que la iban a tratar diferente por su color de piel desde pequeña, cuando les dijeron «que no tenía derechos».

«La historia que a nosotros nos contaron es que somos descendientes de esclavos», dice, y esos esclavos, como se lo explicaron «eran salvajes», por lo que crecieron con la vergüenza y el arrepentimiento de mucha gente negra.

Pero esos esclavos «eran seres humanos que les expropiaron su condición humana, y conocer esa otra historia me ha llevado a descubrirme a mí misma lo que soy».

«Yo crecí con esas visiones del colonialismo, el racismo, las violencias armadas, las violencias estructurales, pero también con la resistencia de mi mamá, de mi abuela que no aprendió ni una letra, pero que siempre nos enseñó que lo importante es cuidar la vida, ver el territorio como una herencia ancestral», explica.

Márquez procede de una de las zonas más olvidadas por el Estado y azotadas por el extractivismo y la violencia, por lo que conoce bien el contexto tras la firma del acuerdo de paz de 2016. En su comunidad solo este año han matado a tres personas, señala.

«En este país todavía se sigue poniendo muertos, la paz todavía no llegó a muchos territorios, todavía líderes y lideresas siguen siendo asesinados, excombatientes siguen siendo asesinados, así que la paz está inconclusa», subraya e insiste: «seguimos poniendo los muertos».

CONTRA LAS ÉLITES BLANCAS

Márquez conoce bien las «estructuras de opresión que este sistema económico ha diseñado para mantener a unas personas por allá arriba y a otras por acá abajo» y por eso quiere combatirlas.

Y también es consciente de que las «cuarenta familias» que han gobernado al país, que son una minoría, «jamás permitirían» que una mujer como ella llegue a la Presidencia.

«Para ellos sería una afrenta que una mujer como yo llegara a ocupar la Casa de Nariño, el resto de la sociedad (…) tendrá que tomar la decisión, si deciden elegir a una mujer que se parece a ellos, a ellas, a elles o si prefieren a esa oligarquía mezquina».

Por eso, su discurso va dirigido a «la mayoría de este país (que) son gente que han vivido las opresiones de ese Estado racial, patriarcal, clasista dirigido por una élite blanca».

 

Irene Escudero EFE

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