“En aquel tiempo, los setenta y dos discípulos volvieron muy contentos, diciendo: «Señor, hasta los demonios nos obedecen al invocar tu nombre.» Jesús les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Miren que les he dado autoridad para pisotear serpientes y escorpiones y poder sobre toda fuerza enemiga: no habrá arma que les haga daño a ustedes.
Sin embargo, alégrense no porque los demonios se someten a ustedes, sino más bien porque sus nombres están escritos en los cielos.»
En ese momento Jesús se llenó del gozo del Espíritu Santo y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has dado a conocer a los pequeñitos. Sí, Padre, pues tal ha sido tu voluntad. Mi Padre ha puesto todas las cosas en mis manos; nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; nadie sabe quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera dárselo a conocer.»
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: «¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque yo les digo, que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.»
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela
La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta en honor a entre otros santos, a Santa Teresita del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, quien nació en Alenzón, Normandía; 2 de enero de 1873, y murió en Lisieux, Normandía el 30 de septiembre de 1897.
Entró aún muy joven en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Lisieux, llegando a ser maestra de santidad en Cristo por su inocencia y simplicidad.
Enseñó el camino de la perfección cristiana por medio de la infancia espiritual, demostrando una mística solicitud en bien de las almas y del incremento de la Iglesia. Fue declarada santa en 1925 y proclamada Doctora de la Iglesia en 1997 por Juan Pablo II.
Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO según San Lucas, capítulo 10, del verso 17 al verso 24, en el que se narra un diálogo entre JESÚS y los discípulos.
Ellos están muy alegres y emocionados y le informan al Maestro, sobre el éxito obtenido en la misión que les había encomendado. Ya que mientras que, JESÚS, les había dado el poder para curar enfermos, ellos habían experimentado que hasta los demonios se le habían sometido ante las Palabras proclamadas en nombre de JESÚS.
El Maestro por su parte, a propósito de la tarea cumplida por sus discípulos, les relata una visión de carácter apocalíptico, ya que el Anuncio del Reino hecho por los discípulos, junto con las manifestaciones del Poder Divino, significan el comienzo de la derrota de satanás y sus potestades.
Sin embargo, los discípulos no deben de alegrarse tanto por el poder que se les ha dado, sino más bien por ser partícipes de las Bondades del Reino de DIOS.
En respuesta a ese Hecho JESÚS profundamente agradecido, eleva a una oración de Acción de Gracia a DIOS PADRE Todopoderoso.
Al confrontarnos con el texto, podemos percibir unos sentimientos profundamente humanos tanto de los discípulos como del Maestro. Los discípulos por haber actuado con mucha diligencia y fidelidad a la instrucción recibida, ven como se hacen realidad cada gesto de sanación y de exorcismo en favor de los necesitados, y por eso retornan satisfechos y alegres.
No reclaman para sí ningún reconocimiento, sino más bien que han sido instrumentos útiles para derrotar al mal. El Maestro por su parte también experimenta alegría y gozo, al confirmar la práctica liberadora de los discípulos.
Ambas posiciones de gozo y satisfacción, tanto del Maestro, como la de los discípulos, nos retratan, ya que seguramente muchos de nosotros, algunas veces hemos podido experimentar la acción de DIOS, por medio de nosotros a favor de nuestros semejantes. La diferencia está en que la mayoría de las veces queremos ser reconocidos por esas pequeñas o grandes obras, y cuando no somos reconocidos nos ponemos tristes y malhumorados.
En el texto también se no hace una advertencia a los que queremos ser sabios y entendidos, pretendiendo creer que esa sabiduría es nuestra. JESÚS nos pone en el lugar correcto y nos dice que las cosas de DIOS, se les niega a los sabios y se les Revela a los sencillos y mansos de corazón.
Porque la sencillez es realzada como condición indispensable para poder comprender, aunque sea de manera limitada las Cosas del Reino de DIOS. Por lo que debemos de estar muy atentos con esta exhortación.
Señor JESÚS, ayúdanos a tener la humildad y sencillez necesaria para poder ser instrumentos útiles de Tu Proyecto de Vida, y en Tu nombre podamos llenar de alegría y esperanzas a tantos hermanos que están enfermos, desempleados, hambrientos y atribulados. Amén.
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