“En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces lo avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.» Él les contestó: «Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.»
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela.
La Iglesia universal celebra hoy la Fiesta, entre otros santos, en honor a San José María de Yermo y Parres. Nació en la Hacienda de Jalmolonga, municipio de Malinalco, México el 10 de noviembre de 1851, y murió el 20 de septiembre de 1904 en la ciudad de Puebla. Fue beatificado por Su Santidad Juan Pablo II el 6 de mayo de 1990 en la Basílica de Ntra. Sra. de Guadalupe en la Ciudad de México, y santificado, por el mismo Pontífice, en la Ciudad de Vaticano, el 21 de mayo, del 2000.
Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Lucas capítulo 8, del verso 19 al verso 21. En el que se dice que JESÚS está predicando Su Palabra a un grupo bastante numeroso de personas, son tantas que sus familiares quieren verlo y no lo consiguen. En ese contexto el Maestro da a conocer un nuevo tipo de relación entre Él y sus discípulos, que supera los lazos de consanguinidad, sin excluirla, pero dándole una nueva categoría.
Alguien va con la noticia de que, su familia estaba afuera esperándole, JESÚS, como elevándose por encima de la multitud y vislumbrando a lo lejos, “la nueva creación del hombre” (2Cor 5,17), proclama una noticia tan sorprendente como maravillosa y extremadamente incluyente: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen» (Lc 8,21). Lo dicho por JESÚS reafirma su pensamiento sobre Su Palabra: que hay que escucharla, asumirla, irradiarla y hacerla vida.
Muy pertinente es señalar que, en la expresión de JESÚS, no hay en absoluto, nada despectivo para ninguno de sus familiares, menos aún para Su Madre. Digamos incluso que la está enalteciendo, porque más que por sus lazos de sangre con JESÚS, María es bienaventurada por aceptar ser la madre del Hijo de Dios y asumir las consecuencias de la maternidad, cumpliendo la voluntad del Padre, integrándose a la gran Familia Divina cuando dijo: » hágase en mí según tu Palabra » (Lc1,38).
Al confrontarnos con el texto, podríamos pensar que la expresión de nuestro Maestro es un desprecio hacia su familia, pero por duro que parezca, debemos entender que, para JESÚS, ante el Reino, todo pasa a un segundo plano, y esas la invitación que nos hace hoy, la de centrarnos en construir la Nueva Familia del Reino de DIOS, que viene a liberar y traer vida nueva a todos los hombres y mujeres de buena Voluntad.
Y es eso lo que JESÚS quiere hacernos entender con la lectura de este texto, de que nuestra familia no se limita a los lazos consanguíneos tradicionales, sino que también tenemos una familia a la cual hemos sido insertados al momento de nuestro Bautismo, que nos hace miembros o familia del Cuerpo Místico de Cristo que es La Iglesia, en la que todos sus miembros somos hermanos, hijos de DIOS.
El texto también nos ayuda a recordar que este hablar de JESÚS tiene un contenido similar a otras de Sus Enseñanzas sobre el desprendimiento general de la riqueza, de los bienes y de la propia familia, que aparecen a lo largo de los Evangelios. Porque en la renuncia de todos esos apegos está el gran secreto de Configurarse con JESÚS, para poder comprender que, por muy grande que sean los problemas y las necesidades Él siempre estará con nosotros para asistirnos y consolarnos y salir victoriosos.
De allí que sea el día para recordar que por el Bautismo hemos sido constituido en hermanos de JESÚS y miembros de su nueva familia, que nos genera el compromiso de hacer realidad el Reino de DIOS, con una actitud profética que proclame a los cuatro vientos la novedad radical que JESÚS nos trae, para transformar nuestros egoísmos en un compartir fraternos y gozoso. Y aunque nuestros interlocutores nos miren despectivamente, o indiferentemente, nosotros seguiremos adelante, porque es lo único cierto que tenemos.
Señor JESÚS, Gracias por darnos el Sacramento del Bautismo que nos permite ser miembros de Tu nueva familia, que Escucha Tu Palabra para hacer realidad el Reino de DIOS, en medio de nosotros, transformando nuestros prejuicios y egoísmos en un compartir fraternos y gozoso. Amén.
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