Buenos Aires.- El peronista Alberto Fernández, que asumirá la presidencia de Argentina el 10 de diciembre, ha dado pistas de la orientación progresista que planea para su política exterior, que también se verá condicionada por el apoyo internacional que necesita para resolver la grave crisis económica.
En un convulso escenario regional, en medio de un frenazo económico global y con una Argentina en recesión desde hace un año y medio, Alberto Fernández, que ganó las elecciones del pasado 27 de octubre frente a Mauricio Macri, quien buscaba su reelección, tendrá que buscar un equilibrio entre ideología y pragmatismo en su política exterior.
Pese a las diferencias ideológicas con el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, Fernández ha señalado que aspira a tener una relación pragmática con el país vecino y también ha declarado su voluntad de «tener la mejor relación con Estados Unidos en un marco de respeto y madurez».
Fernández, cuyo triunfo electoral fue celebrado por las fuerzas progresistas de varios países del mundo, ha abogado por reconstruir la unidad latinoamericana y por la necesidad de avanzar en una salida negociada a la crisis en Venezuela.
GIRO DE LA POLÍTICA EXTERIOR ARGENTINA
El regreso al poder del peronismo marcará un giro en la política exterior de Argentina, cuyos principales socios económicos son Brasil y EE.UU., pero con la excepción de México, que fue el destino elegido por Fernández para su primer viaje al exterior como presidente electo, el entorno regional es claramente adverso dominado por Gobiernos conservadores.
En las últimas semanas, Alberto Fernández perdió dos potenciales aliados con la salida del poder en Bolivia de Evo Morales y el triunfo en Uruguay del centroderechista Luis Lacalle Pou tras 15 años de Gobiernos del Frente Amplio (FA), la coalición de izquierdas que subió al poder en 2005.
Fernández, que considera que lo que ha sucedido en Bolivia ha sido un «golpe de Estado», le ha ofrecido a Evo Morales, ahora asilado en México, acogerlo en Argentina una vez que haya asumido la presidencia.
En contraste con la oleada de protestas que sacuden América Latina, y que según Fernández tienen su origen en demandas progresistas de la sociedad, Argentina vive unas semanas de calma aunque en medio de una grave crisis económica, con una inflación disparada, que acumula 42,2 % hasta octubre, y altas tasas de desempleo y pobreza.
En el caso de Argentina, la victoria de la oposición en los comicios de octubre pasado ha servido como válvula de escape del descontento social que domina en la región.
En este contexto de alta volatilidad internacional, fuerte inestabilidad regional y ante el delicado escenario por el que atraviesa la economía argentina, en opinión de algunos analistas políticos como Juan Gabriel Tokatlian, el pragmatismo en política exterior «va a ser el ADN al menos del comienzo del Gobierno» de Fernández.
En declaraciones a Efe, Tokatlian consideró que la región está actualmente huérfana de liderazgos visibles y que «Argentina no tiene hoy las condiciones de llenar ese vacío en buena medida por la vulnerabilidad nacional y porque la agenda doméstica de Fernández» va a acaparar su energía y atención.
Por su parte, el diputado Felipe Solá, futuro canciller de Argentina, señaló esta semana en un foro que «hay que desideologizar las relaciones» exteriores.
«Desideologizar las relaciones no implica perder identidad. La nuestra está clara pero no la pondremos adelante de manera que nos impida relacionarnos con otros. Una política exterior seria necesita identidad pero sobre todo logros en las relaciones diplomáticas», añadió.
LA RENEGOCIACIÓN DE LA DEUDA MARCARÁ LAS CLAVES
Uno de los principales retos que tendrá que afrontar Alberto Fernández será la renegociación de la deuda tanto con los acreedores privados como con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En esta renegociación con el FMI será fundamental el papel de EE.UU., el principal accionista de este organismo.
El FMI concedió el año pasado a Argentina un auxilio financiero por un total de 56.300 millones de dólares, el mayor en la historia de este organismo, y que supuso un fuerte ajuste fiscal, que ha sido muy criticado por fernández.
Para algunos analistas estas negociaciones serán claves para definir el tono y el alcance que podrá tener a posteriori la política exterior argentina.
DISTENDER LAS RELACIONES CON BRASIL SERÁ UNA PRIORIDAD
Otra de las prioridades será reconducir las relaciones con Bolsonaro, quien criticó la victoria electoral de Fernández, se negó a felicitarlo y anunció que no asistirá a su investidura.
Bolsonaro, quien ha llegado a calificar a Fernández de «bandido de izquierda», alertó este jueves que el Mercosur, bloque integrado por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, «no puede aceptar retrocesos ideológicos».
Las diferencias entre Bolsonaro y Fernández generan inquietud sobre el futuro de las relaciones bilaterales, aunque algunos analistas consideran que los intereses comerciales pueden ayudarles a recortar las distancias.
De momento, ambos países deben hacer frente ante la decisión anunciada esta semana por Estados Unidos de volver a imponer aranceles a sus importaciones de acero y aluminio procedentes de Brasil y Argentina tras las fuertes devaluaciones monetarias.
«Tenemos un destino en común, tenemos que cuidar que ninguna coyuntura altere nuestra relación: Brasil es un hermano con otro idioma», afirmó este jueves Fernández, convencido de que «la integración regional es la mejor herramienta para enfrentar la globalización, como en el reciente tema de los aranceles al acero».
Carmen Jiménez EFE
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