Río de Janeiro.-Exóticos e imponentes, los guacamayos azules, perseguidos hace tiempo por el comercio ilegal, enfrentan este año una nueva amenaza: los incendios que afectan al Pantanal, uno de los biomas más importantes del país y que son el hogar de esta llamativa especie.

En 2019, los incendios de la Amazonía pusieron a Brasil en la mira mundial, pero este año el más afectado ha sido el Pantanal, el mayor humedal del planeta y que es compartido con Bolivia y Paraguay, pero con el 56 % de su superficie en suelo brasileño (en el centro-oeste del país).

Más del 10 % de esta área fue calcinada en 2020. Una de las zonas más golpeadas fueron las casi 25.000 hectáreas que conforman el principal refugio para los guacamayos, cuya superficie ha resultado calcinada en un 87 %.

Según expertos consultados por EFE, el principal factor para la proliferación de fuegos es la deforestación, que al hacerse de forma descontrolada e ilegal, ocasiona una serie de cambios climáticos, como la alteración del ciclo natural de las lluvias.

«Este año, a diferencia de otros, no hubo lluvia suficiente y (el Pantanal) quedó muy seco, por debajo del promedio de años anteriores», explicó a EFE Neiva Guedes, presidenta del Instituto Arara (guacamayo) Azul.

Para Guedes, a la sequía se unieron «los vientos fuertes y la cultura pantanera donde el hombre acostumbra hacer limpieza de las tierras para nuevos cultivos poniendo fuego en los campos».

Esta bióloga, investigadora y catedrática en los programas de maestría y doctorado en Medio Ambiente y Desarrollo Regional de la Universidad Anhanguera-Uniderp, lleva 30 años estudiando esta especie de aves.

Aunque los incendios no han llegado al santuario que alberga a estas llamativas aves, las llamas han acabado con prácticamente todo a su alrededor, lo que en sí es una gran amenaza para las «araras azuis», que necesitan de una alimentación especial y de espacios tranquilos para reproducirse y criar a sus pichones.

UN TRABAJO DE 60 AÑOS

El mayor refugio de los guacamayos azules está ubicado al interior de la hacienda Sao Francisco do Perigara, un terreno de 25.000 hectáreas, ubicado en el extremo norte del Pantanal y que colinda con la reserva indígena Perigara, de la etnia Bororo.

A pesar de ser una finca ganadera, mantiene la vegetación típica del Pantanal, pues las reses se alimentan de pastos nativos la mayor parte del año, proporcionando una buena interacción entre producción y conservación.

En esa hacienda hay una concentración de palmeras que desde años atrás se convirtió en dormitorio para guacamayos y otras aves de este tipo como loros y periquitos.

Hace 60 años ese lugar fue cercado y protegido por el padre de los actuales propietarios y fue así como se convirtió en el mayor santuario de guacamayos azules del mundo, pues decenas de ellas llegan allí cada tarde para pasar la noche. «Un lugar único en el mundo», enfatizó Guedes.

Los censos realizados por los investigadores del Instituto mostraron que la población que había en 2001 era de 248 guacamayos azules grandes en el santuario. Pero gracias a la labor de preservación, esta pasó de las 1.000 en 2014.

Y es que este tipo de aves es una de las especies más vulnerables con relación al ambiente donde viven, pues solo se alimentan de dos tipos de frutos a lo largo de su vida, que precisamente se hallan en esa hacienda.

Los guacamayos más jóvenes persiguen al ganado para disfrutar de dos tipos de nueces: acuri y bocaiúva. Las reses las traen del interior del bosque y, después de regurgitarlas, las despojan en el campo facilitándole a las aves la labor alimenticia.

Ahora, por los incendios, la situación es preocupante pues muchos de los guacamayos azules que acostumbraban visitar cada día el santuario, están dejando de hacerlo.

«El 87 % de la hacienda se quemó (…) pero el dormitorio donde ellas se concentran para dormir todavía está intacto. Sin embargo dimos un vistazo el sábado 15 (agosto) y vimos que ya esa cantidad de araras que llegaban, no están llegando al santuario ¿por qué? porque hay mucho humo, hay fuego, hay falta de alimento», advirtió Guedes.

«El fuego estaba en un área muy grande y ellas probablemente van a tener dificultad de encontrar un lugar donde tengan agua, donde tengan comida y que esté protegido (…) Ahí (en el santuario) nadie las molestaba, no hay perros, no hay depredadores ni gente que fuera cazarlas», agregó.

El hecho de que los guacamayos azules hayan comenzado a marcharse a otros lugares por las llamas reaviva la posibilidad del comercio ilegal de estas aves exóticas.

El comercio de fauna es una de las principales causas de amenaza de este tipo de especies, una situación por la que ya pasaron las araras azuis, y aunque dejaron el «Libro rojo» en 2014, siguen siendo consideradas una población vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN).

En Brasil, existen tres tipos de guacamayos azules y todos son apetecidos por el mercado negro de animales.

La que habita en el Pantanal es la especie grande (Anodorhynchus hyacinthinus), caracterizada por el fuerte tono de azul en sus alas y su tamaño, ya que puede llegar a medir hasta 1,5 metros desde la cabeza hasta la cola.

También está el guacamayo Lear (Anodorhynchus leari), que es de un tamaño un poco menor a la anterior y vive en el nordeste de Brasil, y finalmente está la «ararinha azul», la más pequeña, (Anodorhynchus glaucus) que fue en la que inspiró el personaje de Blue en la película Río y que a pesar de estar extinta en el país, está siendo reproducida en cautiverio con especies traídas desde Alemania.

¿SE SECA EL PANTANAL?

El Pantanal ha registrado este año incendios de grandes proporciones solo vistos dos décadas atrás y cuya mayor intensidad se registró en los meses de julio y agosto.

De los 250.000 kilómetros cuadrados de extensión que abarca este bioma -un área equivalente a la del Reino Unido- Brasil tiene 140.000 kilómetros cuadrados.

Reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y donde conviven miles de mamíferos, peces y aves, el pantanal perdió solo en julio 180.000 hectáreas de tierra que fueron calcinadas por las llamas.

Esto, porque en julio se registraron 1.669 focos de incendio en este bioma, el mayor número constatado para el mes desde 1998, cuando las autoridades empezaron a contabilizar las áreas en llamas en Brasil.

En la primera quincena del mes de agosto, los focos de incendio aumentaron más de un 230 %, en el comparativo interanual, y entre el 1 y el 19 de agosto ya se habían registrado 3.761 focos de incendio.

A eso se suma que el período de seca se prolongará hasta finales de octubre, por lo que se prevén más incendios durante los próximos meses.

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