Río de Janeiro, Brasil. Dos grandes ídolos negros en un Brasil de profundas discriminaciones fueron exaltados en la segunda noche de desfiles de las escuelas de samba del Grupo Especial, principal atracción del Carnaval de Río de Janeiro y el considerado mayor espectáculo del mundo al aire libre.

Dos de las escuelas que desfilaron escenificaron en el Sambódromo de esta ciudad brasileña óperas carnavalescas exaltando la vida de Benjamín de Oliveira, un hijo de esclava que se convirtió en el primer payaso negro de Brasil, y de Elza Soares, una popular cantante de samba y bossa nova igualmente negra y de origen pobre y que sigue vigente a sus 89 años como símbolo de resistencia.

Y es que los sambas compuestos para los desfiles son por lo general el grito de habitantes de las favelas de un Brasil en que, pese a contar con una población mayoritariamente afrobrasileña, los negros son las mayores víctimas de la pobreza y la discriminación.

Críticas a la situación de la población negra y pobre no faltaron en el segundo y último día de desfiles de las escuelas de samba del Grupo Especial, una especie de primera división entre estas agrupaciones artísticas, cada una bailando al ritmo de una samba especialmente compuesta para la ocasión.

La escuela de samba Mocidade, quinta en presentarse, retrató en su desfile a Elza Soares como un símbolo de la resistencia de los negros, las mujeres y los más débiles a la opresión.

La cantante, calificada como una «diosa», participó en el desfile desde una pequeña carroza mientras que la samba de Mocidade hacía retumbar los gritos de sus canciones y de su propia vida contra el racismo, el machismo, el sexismo y la misoginia.

Soares, dueña de una voz ronca incomparable que alcanzó fama mundial tras presentarse en Viña del Mar durante el Mundial de fútbol de Chile 1962 -cuando conoció al famoso futbolista Garrincha que terminaría siendo uno de sus compañeros-, sufrió durante toda su vida prejuicios por su condición de mujer de origen pobre y negra.

«Es su voz que amordaza la opresión e impulsa al hermano para la negra no llorar», coreaban los integrantes de Mocidade en su samba.

La escuela de samba Salgueiro relató en su desfile la vida de Benjamín Oliveira, conocido como «El rey de la pista circense», un hijo de una esclava que se unió al circo a los 12 años y se convirtió en payaso, malabarista, acróbata, cantante y compositor.

«Millones de Benjamines están en el escenario bajo las luces del teatro» pero «aquí el negro no sale de la cartelera. Entregarse, jamás», según el refrán del samba de Salgueiro entonado por los integrantes de la escuela, entre los cuales se encontrraban varios negros que son verdaderos artistas de circo.

Para recordar que el legendario payaso era obligado a pintarse la cara totalmente de blanco, los cerca de 3.000 integrantes de Salgueiro desfilaron igualmente con sus caras maquilladas.

Pese a haber sido el primer payaso negro de Brasil, pionero en varias artes circenses y teatrales, y a presentarse en el elitista Theatro Municipal de Río y ser uno de los primeros brasileños en grabar discos, Oliveira era un total desconocido para la mayoría de la población brasileña.

Según los creadores del desfile, su principal legado fue haber llevado arte y hasta obras de Shakespeare a la pista de circo en una época en que los ricos acudían al teatro y los pobres al circo.

Con los disfraces, alegorías y carrozas de sus diferentes alas, Salgueiro contó la vida de Oliveira, exaltó las maravillas del circo y citó las obras como «Otelo» o «La viuda alegre» que escenificó en el circo para llevar la ópera y el teatro a la población pobre.

Mientras que la escuela Vila Isabel recontó la historia de Brasilia como una leyenda indígena, Unidos da Tijuca mostró las bellezas arquitectónicas de Río pero al mismo tiempo su desastrosa urbanización y Beija-Flor cantó a las calles, callejones y carreteras por las que pasó la historia de la humanidad.

Pero una de las que más alegró al público fue Sao Clemente, que llevó al Sambódromo una dura sátira sobre la picardía y la malicia del brasileño, con referencias a políticos corruptos, pastores embaucadores y que no perdonó ni al presidente Jair Bolsonaro.

Según los carnavalescos de Sao Clemente, pese a ser una crítica directa al gusto de los brasileños por «darse bien» a costa de los otros y mediante el llamado «jeitinho (truco) brasileño», el desfile muestra que también existe esperanza de un futuro mejor para Brasil.

Cada una de las escuelas tuvo entre 60 y 70 minutos para atravesar los 700 metros del Sambódromo mientras los jurados califican criterios como creatividad, armonía o disfraces.

Las calificaciones de los jurados serán leídas el miércoles de ceniza, cuando concluye el carnaval y se conoce la nueva escuela campeona del carnaval de Río de Janeiro.

EFE

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