Tokio, Japón. Con la amenaza latente de un rebrote de covid-19 que pudiera precipitar una fatal interrupción, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 se inauguran este viernes, un año después de su fecha prevista, con la esperanza de que el mayor espectáculo deportivo del mundo, con 10.500 atletas de 204 países en acción, alivie la carga psicológica derivada de la pandemia.
Por primera vez en la historia olímpica, en recintos sin público para no dar facilidades al coronavirus, podrán oirse con nitidez el repiqueteo de los clavos sobre el tartán, el chapoteo de brazos y pies en la piscina, la respiración fatigosa de las gimnastas en pleno esfuerzo, las consignas de los entrenadores a sus equipos, incluso palabras gruesas proferidas en momentos de frustración.
La Juegos de la 32 Olimpiada han tenido una sobresaltada gestación y un parto difícil, pero la ilusión acumulada de los deportistas y el empeño del COI y de los organizadores japoneses en sacar adelante la competición a todo trance, a fin de minimizar el quebranto económico, han obrado el milagro: el espectáculo echa a andar bajo el estado de emergencia.
Una cancelación acarrearía pérdidas cercanas a los 12.900 millones de dólares en un momento en que las arcas del COI, con un déficit de 55 millones de dólares en 2020, y las del país organizador no viven su momento más boyante, de ahí que la invariable respuesta del COI sobre un nuevo aplazamiento encontraran siempre la misma respuesta: es una posibilidad que no se contempla.
Sin embargo, el aumento de contagios en Japón, y específicamente en el área de Tokio, indujo recientemente al director del Comité Organizador de los Juegos, Toshiro Muto, a no descartar por completo una cancelación de última hora.
El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, intervino en la Sesión del COI para expresar su confianza en que los Juegos recaben la solidaridad y la determinación necesarias para acabar con la pandemia y aportó una lúgubre previsión estadística: más de 100.000 personar morirán de covid en el mundo durante los Juegos, que serán -dijo- «una celebración de esperanza».
SI BRASIL Y EUROPA LO HICIERON CON EL FÚTBOL…
Los organizadores confían, no obstante, en que el goteo de casos -más de 90, hasta la fecha, entre el personal acreditado- no sea tan grave como para adoptar una decisión drástica.
Dos grandes competiciones de fútbol, la Copa América en Brasil y la Eurocopa en varios países del Viejo Continente, han llegado recientemente a su término pese a los brotes de coronavirus, y Tokio 2020 confía en hacer otro tanto amparándose en las duras restricciones impuestas para evitar la propagación de focos.
Los deportistas participantes, que tuvieron que vivir un calvario de pruebas y contrapruebas antes de recalar en la Villa Olímpica, tienen que presentar un test negativo de covid realizado seis horas antes de competir. Si el resultado es positivo, quedarán confinados durante catorce días, un golpe moral devastador para quienes se esforzaron durante cinco años para ganarse su plaza olímpica.
Le ha ocurrido ya a la taekwondista chilena Fernanda Aguirre, medalla de bronce en los Panamericanos de 2019, que ha dado positivo por covid y, pese a encontrarse asintomática, no podrá competir el próximo domingo. Era la primera baja olímpica por contagio; luego se fueron añadiendo otros nombres.
Todavía más grave, para la suerte de los Juegos, sería que el resultado adverso afectara a alguna de las grandes figuras, como la gimnasta estadounidense Simone Biles, el tenista serbio Novak Djokovic, la atleta jamaicana Shelly-Ann Fraser-Pryce o el jugador de baloncesto estadounidense Kevin Durant.
A modo de consuelo, los afectados no perderían, al menos, los resultados que hubieran conseguido hasta el momento del test adverso, de modo que un clasificado para una final seguiría siendo considerado finalista aun cuando no pudiera disputarla.
SI ME QUERÉIS, IRSE
Para protegerse contra reclamaciones judiciales, los organizadores, que plantearon, para participar en los Juegos, unos requisitos capaces de disuadir a los más intrépidos, exigieron a los participantes firmar un escrito que exime de toda responsabilidad a los organizadores «en caso de cualquier tipo de pérdida, lesión o perjuicio que cualquier persona acreditada pueda sufrir como consecuencia de su intervención en los Juegos».
Lola Flores, la cantante folclórica española, acuñó una frase para ahuyentar a los fanáticos que, impidiendo la ceremonia, abarrotaban la iglesia minutos antes de la boda de su hija Lolita: «Si me queréis, irse». La paradójica expresión de La Faraona podría valer también como mensaje de los organizadores de los Juegos a los irreductibles que se empeñaron en viajar a Tokio.
Que el ambiente no está para bromas lo prueba la dimisión del director de la ceremonia inaugural, Kentaro Kobayashi, tras el aluvión de críticas recibidas por hacer chistes sobre el Holocausto en una comedia que representó hace 23 años.
Este viernes, la descabezada ceremonia inaugural, en el antiguo estadio Nacional de Tokio, remodelado y rebautizado Olímpico para la ocasión, concede una tregua en la presión mediática sobre la pandemia para dirigir el foco hacia los grandes protagonistas del gran festival deportivo: los deportistas.
El programa de competición de los segundos Juegos japoneses (los primeros fueron en 1964) incluye 33 deportes, incluidos cuatro debutantes (escalada, surf, skate y kárate) y uno, el béisbol/sóftbol, que salió en 2008 y ahora regresa al menú.
SE BUSCA SUCESOR PARA BOLT
Tokio 2020 serán los primeros Juegos sin el gran icono olímpico desde Pekín 2008, Usain Bolt, que colgó las zapatillas de clavos tras los Mundiales de Londres 2017 con ocho medallas de oro olímpicas en la mochila.
El atleta jamaicano, actual campeón de 100 y 200 metros, tendrá un sucesor obligado en Tokio y esa constituye una de las grandes incógnitas de los Juegos, habida cuenta de que el campeón del mundo, el estadounidense Christian Coleman, está suspendido por no estar localizable para controles de dopaje tres veces en doce meses.
Trayvon Bromell, campeón estadounidense de 100 metros y en posesión de la séptima mejor marca de todos los tiempos (9.77), parte como favorito, señalado por el propio Bolt, para hacerse con el título olímpico con mayor potencia mediática de todos los Juegos.
La gimnasta estadounidense Simone Biles, que se colgó cinco medallas en Río 2016 y a continuación se tomó un año sabático, se enfrenta, con nuevos ejercicios acrobáticos en su repertorio, al reto de revalidar el título olímpico individual, algo que hasta hoy solo han logrado la rusa Larissa Latynina y la checa Vera Caslavska.
La natación ofrece la presencia estelar de dos estadounidenses: Caeleb Dressell, aspirante a seis títulos, dispuesto a reclamar el trono vacante tras la retirada de Michael Phelps, y Katie Ledecky, cuádruple campeona en Río, que verá amenazada su hegemonía en la pileta por la estrella emergente, la australiana Ariarne Titmus.
El torneo olímpico de tenis sufrió muchas bajas, entre ellas la del español Rafael Nadal y la del suizo Roger Federer, pero contará con el número uno del mundo, Novak Djokovic. El serbio pretende alcanzar un logro inédito, el Golden Slam.
Djokovic ha conquistado ya este año los tres primeros «grandes» (Australia, Roland Garros y Wimbledon). Si gana el título olímpico en Tokio, en un torneo relativamente cómodo para él, y unas semanas después el Abierto de Estados Unidos, será el primero de la historia que gana los cuatro grandes y el título olímpico de una tirada.
Cabezas visibles del batallón deportivo que acude al frente de guerra en plena pandemia, ellos serán los verdaderos protagonistas de la fiesta olímpica. De su actuación dependerá que los Juegos de Tokio 2020 sean recordados por sus gestas deportivas o devorados por el coronavirus.
EFE noticias
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