París.- Ninguna de las vacunas que se administran contra la COVID-19 lleva el sello de la investigación francesa, la única de las grandes potencias que no ha conseguido sacar adelante un remedio contra la pandemia que ralentiza el mundo.
La polémica se ha apoderado del país después de que el prestigioso Instituto Pasteur anunciara el lunes que abandona su proyecto de vacuna más avanzado, mientras que la multinacional farmacéutica francesa Sanofi reconocía que no tendrá la suya antes de finales de año.
«Somos el único país del Consejo de Seguridad de la ONU que no tenemos nuestra propia vacuna», clama la líder ultraderechista Marine Le Pen, que responsabilizó al Gobierno de haber reducido las inversiones en investigación.
Estados Unidos, Reino Unido, China y Rusia tienen sus vacunas, al igual que Alemania, mientras que Francia no ha sido capaz de subirse a ese tren y tiene que conformarse con inyectar las desarrolladas en otros países.
Francia se queda descolgada
«Es el síntoma de una pérdida de categoría en el país», afirmó el líder centrista François Bayrou, muy próximo al presidente, Emmanuel Macron, y responsable del plan.
Para la responsable de Universidades, Frédérique Vidal, la falta de inversiones ha provocado que «la investigación francesa se quede descolgada».
En el mismo sentido se pronuncia un informe del Consejo de Análisis Económico que obra en poder del Gobierno, que muestra que el fracaso de las vacunas francesas es un síntoma de una disfunción más profunda.
El anuncio que más daño ha hecho es el del Instituto Pasteur, una institución de reconocido prestigio internacional en investigación sobre vacunas.
Pero su apuesta por adaptar la vacuna contra el sarampión para combatir la covid-19 ha quedado relegada por las vacunas genéticas, que han llegado para revolucionar el sector.
Mientras, Sanofi se tuvo que contentar con anunciar este miércoles que va a apoyar la producción de vacunas de Pfizer para Europa con más de 125 millones de dosis en 2021, aunque no abandona sus proyectos propios, que apuntan para finales de año.
La comunidad científica francesa se rasga las vestiduras y, aunque saben que el asunto de las vacunas es solo un ejemplo entre muchos y que Francia es puntera en otros sectores de la investigación científica, reconocen que la imagen del país ha recibido un varapalo importante.
Duele el fracaso de Sanofi, porque la farmacéutica ha recibido importantes subvenciones estatales para ciencia, al tiempo que ha reducido sus partidas para la investigación.
«Mientras tanto, hay recortes en el sector público», simbolizado en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS), lamenta el astrofísico Olivier Berné, que viene denunciando desde hace meses el deterioro de la investigación en el país.
Francia dedica más de 6.000 millones de euros anuales a subvenciones a empresas para investigar y apenas 3.000 millones para financiar el CNRS.
Junto a otros compañeros, Berné ha fundado un colectivo para pedir más apoyo a la investigación pública, para que los científicos estén mejor tratados en el país y evitar la fuga de cerebros.
No tanto porque Francia haya perdido atractivo, pero a su juicio propone menos puestos, y peor remunerados, para los investigadores.
Un francés dirige moderna en EEUU
Tal vez el mejor ejemplo sea el del bioquímico francés Stéphane Bancel, consejero delegado y accionista de Moderna, la empresa estadounidense de biotecnología que llegó en segundo lugar a la carrera de las vacunas, y que ha hecho la parte más importante de su carrera científica y empresarial en Estados Unidos.
En unas declaraciones esta semana a la televisión francesa LCI, Bancel destacó además que el Gobierno estadounidense también ayudó a las farmacéuticas a poner en marcha el equipamiento industrial para una producción rápida de las vacunas.
«El Gobierno estadounidense asumió rápidamente riesgos para ayudarnos, al contrario que en los países europeos», recalcó.
Otro cerebro francés fugado es Emmanuel Charpentier, premio Nobel de Química de 2020, que se tuvo que ir a trabajar a Alemania tras haber fracasado en su intento de entrar en el CNRS.
Esther Duflo, Nobel de Economía en 2019, también ha desarrollado toda su carrera en el extranjero, al igual que Yann Le Cun, que dirige la investigación en inteligencia artificial en Facebook.
Para Berné, es preciso mejorar el vínculo entre la docencia y la investigación, como se hace en otros países, pero también controlar mejor las subvenciones a empresas privadas, vinculándolas a una exigencia de resultados científicos.
Los científicos franceses, además, están peor pagados que en otros países. Según las estadísticas de la OCDE, en Francia ganan un 63 % del salario medio de los países desarrollados.
Además, el sistema de atribución de ayudas lleva a los investigadores a competir por las subvenciones en lugar de favorecer la colaboración.
También falta la financiación privada, que en Francia es infinitamente inferior a la de otros países, como Alemania, según Berné.
El vínculo entre la universidad y la investigación también debe reforzarse, según el profesor, que considera que las élites científicas francesas proceden de las llamadas Grandes Escuelas, donde la formación es básicamente teórica y apenas hay investigación.
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