Brasilia, Brasil.  Presionado por la Justicia, en rumbo de colisión con el Parlamento y los grandes capitales, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ya curado de la COVID-19, retomó su actividad y ahora apuesta en la moderación para lograr mayor gobernabilidad.

«Acabaron con el empleo en Brasil y tendremos que resolver eso», dijo el mandatario este lunes al salir de su residencia oficial para dirigirse hacia el palacio presidencial por primera vez en 20 días, tiempo que pasó recluido tras dar positivo de coronavirus.

Como ha ocurrido durante las últimas semanas, Bolsonaro se mostró conciliador, sosegado y distante de la política de embate permanente que había adoptado desde que llegó al poder, en enero de 2019.

Incluso, a diferencia de lo que hizo desde que la pandemia se comenzó a expandir por el país, que ya es el segundo más afectado y pasa de 87.000 muertos y 2,4 millones de casos, se negó a acercarse a unas personas que le saludaban.

«Ya estoy curado, pero evitemos el contacto», dijo.

Esta nueva fase de Bolsonaro siguió a un duro enfrentamiento con el Parlamento y la Corte Suprema, que avalaron las cuarentenas que fueron decretadas por gobernadores y alcaldes frente a la pandemia y que el presidente censuró por el impacto económico que tendrían.

Bolsonaro hasta aupó a pequeños grupos de la ultraderecha que, en plenas restricciones de circulación, promovieron manifestaciones por la reapertura económica y exigieron una «intervención militar» para «cerrar» tanto el Parlamento como el Supremo.

Esas demandas se multiplicaron en las redes sociales, en las que el «bolsonarismo» es febrilmente activo, pero se toparon con firmes condenas de todos los partidos políticos, incluido el mayoritario centro y la derecha moderada, que se distanciaron del Gobierno.

Para más males, la Justicia también decidió investigar el talante «antidemocrático» y «golpista» de esas protestas y ordenó eliminar páginas y perfiles de internet vinculados a esa derecha más radical.

El Gobierno también entró en rumbo de colisión con los grandes capitales y unos 40 fondos de inversión globales amenazaron revisar sus posiciones en Brasil si no se adoptan medidas efectivas para la protección de la Amazonía, cuya degradación ha aumentado a niveles récord desde que Bolsonaro está en el poder.

LOS ENREDOS JUDICIALES PENDIENTES

Más allá de los enredos judiciales de esos seguidores radicales, Bolsonaro tiene sus propios problemas en tribunales, así como tres de sus hijos que actúan en política: el senador Flavio, el diputado Eduardo y el concejal Carlos.

Los tres hijos son investigados por irregularidades diversas que son más serias en el caso del senador Flavio Bolsonaro, sospechoso de incurrir en actos de corrupción en la época en que era diputado regional en Río de Janeiro.

Pero el propio mandatario es objeto de dos investigaciones. Una en el Supremo, por supuestas interferencias ilegales en la Policía Federal, y otra en la Justicia Electoral, por presunta difusión de «fake news» durante la campaña que le llevó al poder, en 2018.

Cualquiera de esas dos investigaciones pudiera costarle el cargo o separarlo del poder durante seis meses, si el Parlamento llegase a aceptar a trámite uno de los cincuenta pedidos de juicio político ya presentados por diversos partidos contra el gobernante.

EL BLINDAJE EN EL CONGRESO Y LA «MANIOBRA LULA»

La necesidad de bajar la temperatura, sobre todo en su relación con la Justicia y las Cámaras legislativas, llevó a Bolsonaro a buscar aliados en un Parlamento que amenazaba con serle hostil.

Como hizo en 2005 el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que enfrentaba un escándalo de sobornos parlamentarios que le hizo tambalear, Bolsonaro se acercó a pequeños partidos de centro y la derecha moderada, que desde siempre controlan las cámaras y son una garantía de «blindaje» frente a un eventual juicio político.

El llamado «centrón» exigió poder a cambio y Bolsonaro, tal como Lula en su momento, aceptó. Recreó el Ministerio de Comunicaciones y se lo ofreció a uno de esos partidos, en tanto que dirigentes de esa corriente fueron incorporados al Gobierno en otros niveles.

Según diversas fuentes políticas consultadas por Efe, el apoyo de esos partidos al Gobierno está condicionado a que el mandatario se exponga menos y evite los conflictos ideológicos, que alimentó junto con sus tres hijos desde que asumió el poder.

De hecho, el nuevo ministro de Comunicaciones, Fabio Faria, lo dio a entender en una entrevista con el diario O Globo este domingo.

«Se precisa paz para gobernar y las personas quieren paz. Tenemos grandes desafíos: la pandemia y la economía. Vamos a centrarnos en eso y dejar de las guerras de lado», porque «nadie aguanta una pelea todos los días», declaró.

EFE noticias

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