Estrasburgo (Francia).- La tensión diplomática entre Francia y Turquía, con repetidos dardos que se han dirigido en los últimos meses sus dos presidentes, Emmanuel Macron y Recep Tayyip Erdogan, ha resurgido esta semana a cuenta de la construcción de una mezquita en Estrasburgo, presentada como la mayor de Europa.

Macron ha dicho que no tiene dudas de que por parte de Turquía «hay intentos de injerencia extranjera en la política francesa y los habrá en las próximas elecciones», como ya se han identificado en otros países europeos.

En una comparecencia el jueves al término del Consejo Europeo en el que se abordaron las tormentosas relaciones de la UE con Ankara, el presidente francés, habló entre otras cosas de la financiación por ese país de asociaciones de la comunidad turca en Francia.

Sin nombrarla directamente, aludió a Millî Görüs, la asociación que está al frente de las obras del polémico macroproyecto de mezquita en Estrasburgo y aprovechó para criticar al Ayuntamiento de la ciudad, que está dirigido por una alcaldesa ecologista, al que reprochó haber sido complaciente con esa organización musulmana.

Dos días antes, su ministro del Interior, Gérald Darmanin, ya había cargado contra el Ayuntamiento por subvencionar con 2,56 millones de euros la megamezquita, de 7.000 metros cuadrados construidos.

UNA ASOCIACIÓN SOSPECHOSA EN FRANCIA

Darmanin recordó que Millî Görüs se ha negado a firmar la carta de los valores del laicismo con la que sí se han comprometido varias de las grandes agrupaciones musulmanas de Francia, que también han renunciado a cualquier sometimiento a poderes extranjeros.

El presidente de Millî Görüs Francia, Fatih Sarikir, aseguró a la televisión pública francesa que no se han adherido a ese documento porque equivale a decir que «la República es superior a tu dios», pero rechaza que el grupo sea integrista o islamista.

Más de 300 mezquitas francesas están controladas por la comunidad francoturca, que tiene unos 800.000 miembros, y en algunas de ellas ondea la bandera de Turquía.

La alcaldesa, Jeanne Barseghian, se ha defendido asegurando que ni el Gobierno ni sus representantes le habían informado de que Millî Görüs era un vector de injerencia turca ni de su orientación religiosa en oposición con los valores de la República francesa.

Este rifirrafe por la financiación pública de la mezquita que el Ejecutivo ha llevado a la justicia que encubre una batalla de política interna francesa con un Macron que quiere aparecer como el protector del país frente al islamismo rampante y acusa a una parte de la izquierda de favorecer que las comunidades extranjeras estén bajo influencia de líderes autoritarios extranjeros.

En agosto de 2019, la asociación paralizó las obras durante 18 meses, por la retirada de la financiación comprometida por el Gobierno turco. El pasado mayo lanzó una campaña para recoger un millón de euros de donativos privados y recaudó algo más de 71.000 euros.

El presidente de la confederación islámica Millî Görüs, Eyüp Sahin, que encabeza también el proyecto de la mezquita ha solicitado subvenciones a la Colectividad Europea de Alsacia y a la Región Gran Este, pero lo han rechazado.

Por si eso fuera poco, algunos grupos políticos acusan a Millî Görüs de estar muy próxima al partido Sadeet (tiene un local junto a la mezquita), ideológicamente a la derecha de Erdogan, y de estar en la órbita de los Hermanos Musulmanes.

La gota que ha colmado el vaso del rechazo de la subvención es la reciente retirada de Turquía del Convenio del Consejo de Europa contra la Violencia Machista, que paradójicamente lleva el nombre de Estambul por la ciudad donde se adoptó el 11 de mayo de 2011.

El clima actual contrasta con el que había el 15 de octubre de 2017 cuando se puso la primera piedra: todo eran parabienes ante un proyecto con un presupuesto de 32 millones de euros, dos minaretes y 27 cúpulas, con una sala de oración principal para 2.500 fieles.

Si el catolicismo, protestantismo, calvinismo y judaísmo se rigen bajo un Concordato de 1905 para Alsacia-Mosela -a diferencia de lo que ocurre en el resto de Francia, donde hay una separación estricta entre la religión y el Estado-, los otros cultos dependen del régimen de asociaciones de derecho local.

Amparándose en él, el Ayuntamiento ha subvencionado en los últimos años con fondos municipales o suelo público una iglesia ortodoxa rusa, una pagoda budista vietnamita y la gran mezquita de la ciudad en 2012, financiada también por Marruecos y Arabia Saudí.

El Ayuntamiento informó a EFE que el presupuesto municipal para las religiones entre 2008 y 2020 ascendió a 22 millones de euros.

La controvertida subvención está pendiente de un voto definitivo, que el concejo quiere condicionar a que se constaten que la asociación se ajusta a los valores republicanos de la asociación. En cualquier caso, las obras no finalizarán antes de 2025.

 

Javier Aguilar EFE

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